“República Dominicana: El difícil camino de la democracia, 1960-2000”, está circulando desde finales de 2022. Un nuevo libro, compilación de documentos básicos, correspondientes a las cuatro décadas posteriores a la muerte violenta del dictador Trujillo, con noventa documentos, discursos y proclamas en que resaltan las principales coyunturas políticas históricas del país. El presente volumen del historiador Alejandro Paulino Ramos, constituye un paso de avance para el estudio de la historia contemporánea del pueblo dominicano.
Una intensa transición que se prolongó por cuarenta años
Abordar el estudio de los regímenes dictatoriales y como contrapartidas de ellos, emprender las evaluaciones de los sistemas democráticos, obliga a centrarse en las características que los definen en las que se contraponen de manera puntual las prohibiciones y las libertades, cuyas existencias son frutos de las luchas políticas de contrarios y de las situaciones en que se desarrollan los conflictos en los que entran en juego las condiciones y coyunturas económicas, militares, partidarias, políticas y sociales que sellan el devenir histórico de las sociedades.
En el caso de la vida política de la República Dominicana en las últimas cuatro décadas del siglo XX, el avance democrático ha sido lento, prevaleciendo en todos esos años gobiernos totalitarios. Se ha progresado, pero bajo el influjo de situaciones tensas y caóticas en la que los intereses vinculados al pasado dictatorial actúan como obstáculos impidiendo el disfrute de los limitados beneficios de la democracia, como aparece contenido en el conjunto de documentos, proclamas y discursos políticos que acompañan este escrito, correspondientes al período 1960-2000.
Resistencia opositora y la presión internacional
La muerte violenta de Rafael L. Trujillo, en mayo de 1961, marcó el proceso de deterioro definitivo del régimen dictatorial que predominó en la República Dominicana durante más de treinta años. La crisis que posteriormente llevó al surgimiento de gobiernos diferentes al que había existido hasta ese momento, tuvo visible nacimiento y consolidación a partir de la crisis de agosto de 1960, cuando el doctor Joaquín Balaguer, para entonces vicepresidente de la República, se juramentó de manera formal en la presidencia de la Republica como presidente títere, bajo la presión diplomática internacional y regional que se conjugó en el plano nacional con los afanes de resistencia opositora, con las dificultades del gobierno con la Iglesia Católica, y la necesidad de mostrar cambios en la gobernanza político-social con el fin de disminuir, o por lo menos encubrir, los niveles de represión ejercidos contra los opositores.
Los apuros de la dictadura se hicieron más apremiantes motivados en el cambio de actitud de los Estados Unidos respecto a regímenes despóticos y autoritarios de la región caribeña, y a partir del cerco tendido por la Organización de Estados Americanos como reacción inmediata de lo que significó el atentado del régimen dominicano contra la vida del presidente Rómulo Betancourt de Venezuela, en junio de 1960.
La forma en que evolucionó el proceso en los meses siguientes provocó el atentado que llevó a la muerte del dictador Trujillo en mayo de 1961. El resultado de aquel hecho fue la desaparición física del tirano; mas de su régimen, muchas de las formas y prácticas con que Trujillo sometió a los dominicanos, trascendieron y se prolongaron por un largo período que sobrepasó las cuatro décadas, hasta el año 2000. De esa forma, la ciudadanía debió de ejercer permanente presión contra los remanentes del antiguo régimen, en una lucha permanente por implantar los principios democráticos, actuando para desplazar de la vida nacional los métodos autoritarios y despóticos heredados de aquellos años de oprobio: la situación vivida resultó en un lento y ensangrentado camino hacia la democracia.
Salida de los Trujillo marcó el inicio democrático
Desde el 18 de noviembre de 1961, que fue la fecha en que los familiares de Trujillo se marcharon del país, obligados principalmente por la presión popular e internacional que se entendían llevaba a la democracia, hasta el gobierno del presidente Leonel Fernández en 1996, no ha dejado espacios suficientes y verdaderos para la instauración de solidas prácticas democráticas y la definitiva desaparición de los residuos dictatoriales, debido, principalmente, a que fueron las fuerzas antidemocráticas las que más se mantuvieron gobernando el país desde entonces, representados por sectores militares, políticos y oligárquicos que trascendieron por encima del interés de las mayorías nacionales:
Mirando de manera retrospectiva lo acontecido desde la referida fecha de 1961 en que el sátrapa perdió la vida, se puede comprobar la prevalencia del neo trujillismo, representado en el liderazgo de Joaquín Balaguer, entronizado en el Estado por lo menos durante veinte y dos años (1962, 1966-1978, y 1986-1996), con gobiernos marcados por políticas de fuerzas y represión, la desaparición física de personas y el apresamiento de miles de dominicanos considerados opositores políticos; la existencia de bandas paramilitares y militares dedicadas a la eliminación de opositores; las prohibiciones de los derechos inalienables propios de los gobiernos democráticos, como son la libertad de tránsito, de pensamiento, de prensa, el derecho a la diversidad en la participación política; pero en especial a la imposibilidad de que la mayoría de la población se expresara democráticamente, a la hora de elegir a sus gobernantes, imponiéndose el líder del Partido Reformista a través del fraude electoral, la reelección y el continuismo indefinido, la asonada militar y el control de la Junta Central Electoral para detener en más de una ocasión el conteo de los votos, lo que garantizó de inmediato la continuidad de los regímenes balagueristas.
El militarismo oficial se convirtió en obstáculo para la democracia
Por igual, durante el proceso de esa larga transición que no parece terminar de manera definitiva, existieron gobiernos surgidos, o se intentaron establecer a través de operaciones militares, como fueron los casos de la Junta Cívico-militar de Ramón Rodríguez Echavarría en 1962, el intento fallido del general Elías Wessin y Wessin de 1971, la crisis militar que llevó a la renuncia de los jefes de las Fuerzas Armadas en 1975, lo que se manifestó en visibles momentos de inestabilidad y tensión política que retrancaba el avance del sistema político por los caminos democráticos.
En el mismo sentido, durante los primeros años del cambios de la dictadura camino al primer experimento democrático después de treinta años, estuvieron marcados por gobiernos, que si bien proclamaban promover la democracia, en la práctica no los fueron, como resultaron ser los Consejos de Estado de 1962-1963, que pueden ser tenidos como regímenes de transición, en los que el peso de las Fuerzas Armadas se evidenció como preocupante.
En el mismo proceso surgió el primer gobierno verdaderamente liberal y democrático, bajo la presidencia del Profesor Juan Bosch; gobierno abortado por el golpe militar que hizo que el país quedara bajo el gobierno antidemocrático y anticonstitrucional del Triunvirato en 1963, con las consecuencias trágicas de dos guerrillas de izquierda en el mismo año y una guerra cívico-militar en 1965 bajo la consigna de “la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones”; al costo de miles de muertos y heridos en tan solo cinco meses, suficiente para explicar la imposibilidad del avance de la democracia en las referidas cuatro décadas a que nos estamos refiriendo.
La izquierda no estuvo ausente en la transición
Igualmente, a nombre de la lucha contra los regímenes dictatoriales y autoritarios y en el interés de establecer nuevos modelos de gobiernos, la República fue estremecida durante décadas por los movimientos de izquierda que promovían las guerrillas urbanas y campesinas, destacándose entre estos la existencia y el trágico desenlace de los Comandos de la Resistencia en 1972, la Guerrilla de Playa Caracoles en 1973, comandada por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, que fue líder de la revolución constitucionalista de 1965, y el intento guerrillero de Claudio Caamaño, Toribio Peña Jáquez y Manfredo Villar en 1975, situaciones que sirvieron muchas veces para la justificación de la intromisión y permanencia de los métodos represivos y antidemocráticos, que se constituyeron en insalvables murallas que entorpecieron, en ciertas formas, la vida en un clima de libertades públicas y participación ciudadana acorde con los sistemas en los que se deben de respetar y prevalecer los principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
De modos, que los documentos, proclamas y discursos políticos que ponemos en sus manos en este texto, que hemos titulado: “La República Dominicana: El difícil camino a la democracia, 1960-2000”, persiguen demostrar, a través de los escritos elaborados por el liderazgo político nacional participante en el proceso (principalmente Joaquín Balaguer, Juan Bosch, Francisco A. Caamaño, Héctor García Godoy, Antonio Guzmán Fernández, Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta, José Francisco Peña Gómez, Leonel Fernández e Hipólito Mejía Domínguez), la forma tímida en que fue avanzado la democracia, entorpecida, con retrocesos marcados por la incursión militar en la política dominicana, los conflictos cívico-militares, el control del aparato electoral, y la persecución política contra los opositores.
Aunque de alguna manera el lento avance democrático es el que ha permitido la existencia de gobiernos de tendencias liberales, conocidos en 1963, 1978, 1982 y a partir de 1996: muestras suficientes que nos indican hasta dónde los dominicanos estamos obligados a insistir en las luchas para alcanzar el establecimiento definitivo de un sistema político, económico y social apoyado en la Constitución y las leyes de la República.
Ojalá y el estudio de la documentación aportada, redunde en beneficio y para el conocimiento y avance hacia el sistema añorado.