Para comprender el papel del descanso en el plan de salvación, debemos remontarnos a los orígenes de la creación. En la narrativa del Génesis, Dios trabajó durante seis días para crear el universo, la tierra y todas las formas de vida. Al final de su obra, «Dios contempló todo lo que había hecho, y era muy bueno» (Génesis 1,31). Luego, en el séptimo día, Dios descansó.

Este acto de descanso de Dios tiene un propósito más profundo que simplemente recuperarse de la fatiga, ya que Dios, en su infinita omnipotencia, no se cansa. El descanso divino en el séptimo día se presenta como un acto de plenitud y satisfacción, un momento en que Dios contempla y bendice su obra. Este hecho nos presenta el descanso no solo como un estado físico, sino también como una experiencia de contemplación y disfrute.

El sábado  fue designado como un día de reposo en el que se debía abstenerse del trabajo habitual. Esto se encuentra en el mandamiento del Decálogo: «Recuerda el día del sábado  para santificarlo» (Éxodo 20,8). El sábado, por ley divina, se convierte en  un tiempo dedicado  al descanso, a la adoración a Dios, a la reflexión espiritual y al disfrute en compañía familiar (Éxodo 20, 9-11). Además, la Biblia enfatiza la importancia de encontrar un equilibrio entre el trabajo y el descanso. En el libro de Eclesiastés, se resalta que hay tiempo para todo bajo el cielo, incluyendo el tiempo para el trabajo y el tiempo para el descanso: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3,1).

Este sentido contemplativo del descanso tiene un significado aún más profundo en el plan de salvación. Dios, al descansar, nos da un modelo a seguir. Su acto de descanso se convierte en un mandamiento para nosotros, encarnado en el concepto del día de reposo o Shabat. Dios no sólo nos ordenó descansar, sino que nos bendice al hacerlo, ofreciéndonos una promesa de renovación y salvación. En la historia de la salvación, el descanso es visto como un recordatorio constante del acto creativo de Dios y de su promesa de salvación.

Con la resurrección de Jesús, el primer día de la semana (Lucas 24, 1-6) los cristianos asumen el domingo, pero manteniendo el mismo sentido como día de descanso y festivo. El domingo, no el sábado, se consagró  como día del Señor resucitado.

Jesús mismo expresa la necesidad del descanso. Era costumbre en él irse aparte con sus discípulos para orar, pero este “irse aparte” implica también momentos de descanso para dejar hablar el espíritu y poder escucharlo. Contundente es además aquella invitación de Jesús: “Vengan  a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso” (Mt. 11, 28)

La Biblia no promueve el ocio irresponsable o el ocio que lleva al pecado, sino más bien aboga por un equilibrio saludable entre el trabajo, el descanso y la adoración a Dios. El ocio es considerado como un tiempo valioso para el bienestar físico, emocional y espiritual, en el que se puede disfrutar de la creación de Dios y cultivar relaciones significativas.

En la sociedad moderna, con su enfoque obsesivo en la productividad y el rendimiento, el descanso a menudo se sacrifica en aras del trabajo constante,  la productividad y el desarrollo, provocando  graves problemas de salud, emocionales y familiares. En muchas industrias y comercios del mundo la esclavitud, abolida en siglos pasados, vuelve a florecer con manifestaciones diferentes. El  descanso como conquista laboral implica reconocer y defender el derecho de los trabajadores a disfrutar de un tiempo adecuado de descanso y recuperación, con el fin de preservar su bienestar y mejorar su desempeño laboral y aumentar su creatividad, de tal modo, que los trabajadores al igual que los artistas que dan un paso atrás para admirar su obra, al descansar, tengan la oportunidad de evaluar y apreciar sus propias ‘creaciones’.

Aquí es donde la inteligencia artificial puede desempeñar un papel transformador. A medida que la robótica y la IA avanzan, podemos comenzar a delegar tareas y responsabilidades a los robots y sistemas automatizados. Los robots con IA pueden realizar tareas repetitivas, peligrosas o físicamente agotadoras, liberando a los seres humanos de la rutina diaria y brindándonos un valioso tiempo libre.

Al liberarnos de las cargas laborales intensivas, la IA nos brinda la oportunidad de redescubrir y apreciar la belleza del mundo que nos rodea. Podemos dedicar más tiempo a la contemplación, al disfrute de lo que nos apasiona hacer,  al cultivo de nuestras relaciones interpersonales y a cultivar nuestra vida de fe.

El desarrollo de la IA ayudará a la sociedad a  abrazar una cultura en la que se fomente un equilibrio saludable entre el trabajo y el descanso, permitiendo que la inteligencia artificial se encargue de las tareas mecánicas mientras disfrutamos de un mayor tiempo libre y bienestar. Vislumbrando así una recuperación del sentido originario de la creación: el ver lo bueno de la creación.

Conclusión:

En la era de la inteligencia artificial, es esencial recordar el valor del descanso y su importancia para nuestra salud y felicidad. Al aprovechar el potencial de la IA para automatizar tareas, podemos liberarnos de la  monotonía y el agotamiento laboral, y redescubrir la satisfacción en el ocio, la contemplación y el disfrute de nuestras vidas. La IA no solo puede transformar la forma en que trabajamos, sino también la forma en que descansamos, brindándonos la oportunidad de encontrar un equilibrio saludable en una sociedad cada vez más tecnológica.