Federico García Godoy (1857-1924), demostró ser un patriota más que muchos dominicanos.  Con una firmeza y valentía como uno de los más grandes de nuestro suelo, lo defendió, cuando su patria fue mancillada por la primera invasión norteamericana. Esta es la tesis principal de su formidable libro: El derrumbe (1916), aunque parezca un título simple, no lo es. Es un vocablo profundo y muy adecuado para plantear y analizar el estado espiritual del autor y la aciaga situación de la nación que lo congojaba. Ningún otro texto que yo haya leído, sobre el tema, me ha estremecido tanto.

Federico García Godoy.

Es el alma afligida de un escritor e intelectual patriota, que lo único que pudo hacer ante el abominable hecho, fue escribir con la dignidad de su corazón e intelecto. Es la historia vivida y sufrida, física y espiritualmente, de un cubano que eligió por voluntad propia ser de la nuestra: haciendo una defensoría del terruño que lo aceptó y lo cobijó, hasta su muerte. Vivió un tiempo en Santiago de los Caballeros, pero La Vega fue su corazón y su mayor estancia, desde donde defendió y combatió con su embellecida e inteligente pluma al país, que lo nacionalizó en 1888. No solamente, con la obra ya citada, sino también con sus obras: Rufino (1908), Alma dominicana (1911), Guanuma (1914).

En cada una de ellas, trató hechos y situaciones dominicanas noveladas, de todo lo nuestro. Tuvo una vida ejemplar en su escritura y en el periodismo, sin doblegarse ante los intereses nacionales e internacionales. Hizo todo lo contrario, los denunció y los enfrentó con vigor y firmeza, a favor de su patria, República Dominicana. Su modelo fue Juan Pablo Duarte, la dignidad de la patria encarnada. Godoy fundó varios periódicos El Esfuerzo, El Pueblo, El Día y la revista literaria Patria.

Sin embargo, por ahora, solo me detendré en El derrumbe, que fue la última que escribió y publicó en vida. Para contextualizar su objetivo y su anhelo, en la primera parte nos escribe:

Es este un libro de honda sinceridad y desbordante dolor. Lo he escrito rápidamente, a saltos como quien dice, con el corazón destrozado ante el espectáculo patético y desesperante de un pueblo de ingentes ejecutorias históricas que presencia sin gestos viril indignación el pronto desmoronamiento de cuanto constituye su personalidad y le da títulos para figurar honrosamente en el número de las repúblicas hispanoamericanas que supieron conquistar su respectiva independencia en días pretéritos de permanente resonancia épica (Godoy, 2017, pág. 3).[1]

Como podría notar cualquier lector, este fragmento, ya de por sí, es la ley motiva de la obra. Una síntesis de todo su conmovedor contenido y la magistral narratividad de su prosa. No es la presentación de hechos y datos, de un acontecimiento, como lo haría un simple historiador tradicional. Es el testamento de un esmerado escritor que siente y reflexiona, desde el dolor y la hondura de su alma.

Es sabido por la intelectualidad nacional, que este libro fue vetado, secuestrado e incinerado para que no circulara, por la fuerza interventora norteamericana, por el atropello ocasionado y su valiente defensoría a la nación lapidada. Escribir un texto como ese, en el mismo momento, es algo admirable que merece el reconocimiento de todos los dominicanos. Imaginaos, pues, el terrible sufrimiento que embargaba a Federico García Godoy, y la deshonra que significó esto para él. Con este texto denuncia y recupera la dignidad de la patria, a pesar de todos los vaivenes y las traiciones históricas que hemos tenido que trajinar, desde la colonia hasta nuestros días.

La segunda edición de la obra (1975), fue publicada por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), se conoce y circuló gracias al estudioso historiador y escritor Vetilio Alfau Durán, quien al parecer pudo conseguir y preservar su primera impresión. La que tengo es la que hizo el Ministerio de Cultura en 2017, con el título Biblioteca Dominicana Básica, de la Editora Nacional, dirigida por ese entonces, por el escritor y poeta santiaguero José Enrique García. Con una especie de introducción o prólogo, de nuestra amiga fallecida, la escritora y académica Pura Emeterio Rondón, con el sugerente nombre: Una lección de dignidad, donde realiza un interesante mapeo de la vida y obra, de nuestro autor.  La misma debió ser reeditada en su centenario por el Ministerio de Educación, para ponerla a la disposición de profesores, estudiantes, historiadores, escritores y todo el público lector, por ser una obra paradigmática de la defensa de la dominicanidad duartiana.

Hay libros que son indispensables su lectura, porque son la única manera que tenemos de conocer nuestros intríngulis históricos, como es el caso de Composición Social Dominicana, de Juan Bosch, quien respetó y admiró a Federico García Godoy, por su comportamiento patrio, nacido en la misma ciudad, elegida por Godoy para vivir y morir. El libro de Juan es una biografía del comportamiento de las clases sociales y políticas, que velan más por sus intereses económicos que, por su país. Quizás, El derrumbe sea una de las motivaciones que tuvo Bosch, para escribir el suyo.  José Bosch y Federico García Copley, eran muy buenos amigos y se visitaban uno al otro.  Incluso se dice, que el papá de Bosch, le llegó a entregar algunos textos iniciales a Federico, a través de su padre, para sus correcciones. Godoy nació en 1857 en Santiago de Cuba, fue traído por su progenitor, que era un profesor y hombre de letras, que tuvo la oportunidad de educar a su hijo. Tuvo una vida efímera en la política, siendo diputado al Congreso Nacional por la Vega, donde realizó grandes aportes a la cultura y a la literatura, la gente se extasiaba escuchando sus magistrales conferencias en todo el país. El parque de su comunidad, fue un escenario de sus grandes conversaciones exponiendo sus ideas y criterios, hasta no quiso involucrarse de nuevo en la política ni con la burguesía tradicional, para mantenerse con una voz libertaria y patriótica.

Godoy conoció los vaivenes políticos e históricos de la República Dominicana, entre jimenistas, horacistas y Desiderio Arias. Todo esto produjo «la guerra de Los Quiquises», que fue la escaramuza que utilizó el país invasor, que ya antes Federico lo llamaba Imperialismo Yanqui. A él le bastó 16 breves ensayos para radiografiar, no solo la sociedad de la época, también la actual. Denuncia todas las traperías que hacen los políticos para mantenerse en el poder, igual que la clase burguesa por sus intereses, sin actuar ni pensar en el desarrollo común de su pueblo:

En esos momentos de tribulaciones inenarrables, de extremada tensión espiritual, parece como que la vida, por no sé qué misteriosa vibración recóndita, se reconcentra y cohesiona firmemente, cobra rigidez de acero,  y  desprovisto momentáneamente de su variedad inmensa y prolífica, asume un solo y exclusivo aspecto, condena y totaliza el conjunto de sus facultades en una absorbente visión unilateral, pertinaz y monótona, que nos roba toda legítima satisfacción y pone de continuo ante nosotros horizontes poblados de negruras insondables.[2]

Este es una obra que estimula el patriotismo como dignidad y filosofía de vida, donde el bien común está por encima del individua-lismo antisocial y egoísta, de aquellos que solo piensan y actúan a favor de sí mismos, los cuales son una vergüenza para su suelo patrio. A esos, Federico los denuncia y los enfrenta sin ningún tipo de cortapisas, demostrando una valentía asombra y sin reparo. La dignidad por la nación no se expresa, se practica en los momentos más cruciales, como lo hizo Juan Pablo Duarte, a quien tanto siguió Federico García Godoy, se podría señalar que El derrumbe, sirve como un ejemplo modélico, a los ideales del Padre de la Patria.

En cada capítulo, el autor plantea situaciones y soluciones, siendo apoyado por los mejores intereses, donde la educación juego un rol fundamental para concienciar a una nueva generación de hombres y mujeres, que puedan refundar la República Dominicana, este libro nos puede ayudar para ello.

Soldados de EEUU durante la ocupación de República Dominicana.

Federico le regatea la falta de valentía y patriotismo, al grupo de los malos dominicanos que propiciaron y apoyaron la intervención, olvidándose de los ideales y luchas históricas de nuestro pueblo: los denuncia y los combate con el cincel y la belleza de su pluma. Le dimos a los cubanos, a nuestro general Máximo Gómez para luchar y liberar su país; nosotros tenemos en las letras nacionales a Federico García Godoy: dos dignos ejemplos de la mutua relación histórica y patriótica, de ambas repúblicas. Cuando era -ya- inminente la intervención, devastado, gritó: «Y el golpe esperado y temido vibra aún con resonancia espantable en lo más profundo y sensible de mi alma».[3]  Ante la permanencia de los políticos por mantenerse en el poder, entran en la complicidad y apoyan la invasión, traicionando las luchas libertarias de nuestra sociedad, el escritor e intelectual escribe:

La dilatación metódica, procaz y absorbente, de lo que se ha dado en llamar el imperialismo yanqui, en contubernio con algunos políticos dominicanos sin conciencia y sin escrúpulos, capaces de comerse a sus propios hijos muertos, como el Ugolino del poema italiano, con tal de conservar unas horas más un poder propicio a toda linaje de violencias y rapiñas, ha determinado el rápido desmoronamiento de la nacionalidad dominicana en lo que posee de más peculiar como entidad soberana y árbitra en todo sus destinos.[4]

El hombre verdadero y pulcro pone por encima los intereses de la patria, que los suyos, como lo hicieron nuestros grandes héroes, durante toda su vida. A esos, defiende y elogia Federico en su gloriosa obra, con pasión y empeño, pero también a quienes no fueron capaces de hacerlo. Solo le bastó un libro, según la edición que tengo, de 185 páginas, para mostrarnos nuestras fallas y debilidades. Asimismo, las virtudes de un pueblo que ha venido formándose, dentro de grandes dificultades institucionales y humanas.  El texto está compuesto de 16 breves ensayos, todos de una gran relevancia para conocer nuestro país. De cada uno de ellos, el autor analiza con acertada profundidad situacional e intelectual, haciendo propuestas de soluciones concretas, para sus mejoras y así, poder tener una mejor nación.

Impotente y avergonzado por la indiferencia de muchos dominicanos, Godoy levanta su escritura como su arma para combatir en ultraje, que significó dicho acontecimiento por un imperio extranjero, a nuestra tierra y bandera tricolor: con la confabulación de sectores políticos y económicos, sin ningún sentido ni dignidad de la patria de Duarte, Sánchez y Mella.

El derrumbe es una obra erguida en la defensa de la dominicanidad, que los tres héroes más arriba señalados nos ofrecieron a sangre y fuego, hasta morir aquí y en el ostracismo. García en 16 temas, distribuidos de la siguiente forma: Frontis, Deficiencias del medio, Reformas, Actuación histórica, Imperialismo norteamericano, Ramón Cáceres, La Convención, Previsiones patrióticas (La sociedad nacionalista Patria), Los Victoria, Monseñor Noel, José Bordas Valdés, El Plan Wilson, La escisión, Patriotismo y patriotas, La invasión y Punto final.[5]  En el antepenúltimo trabajo, comienza anunciando la renuncia del mandatario de la época, no pudo parar las asperezas de los conflictos políticos: «La renuncia del presidente Jimenes no resolvió definitivamente el conflicto».[6] Más adelante señala, el autor: «El Senado no debió a mi juicio ni aceptar la injerencia extremadamente abusiva del ministro norteamericano ni la renuncia del candidato Henríquez y Carvajal».[7]

Luego, hubo negociaciones para elegir provisionalmente presidente al estimado médico e intelectual Francisco Henríquez y Carvajal, esposo de la insigne poeta de la patria Salomé Ureña, quienes fueron los padres de los tres más grandes humanistas dominicanos: Pedro Henríquez Ureña, Max Henríquez y Camila Henríquez. Su progenitor, ya había sido ministro en el gobierno de Juan Isidro Jimenes. Todo este proceso, lleva a Federico a indicar: «El sentimiento patriótico, aun en pueblos de larga y gloriosa historia, tiene épocas de disminución, de visible descenso, que aprovechan los observadores superficiales para dar rienda suelta a apreciaciones y fallos infundados del más negro y desconsolador pesimismo».[8]  Mientras escribe el texto, se van produciendo hechos y situaciones, donde el vegano ilustre escribe la lapidaria frase: «Hay un honor nacional como hay un honor individual».[9]  Esa sentencia, representa la vida y obra de Federico García Godoy, de nuestra querida y única patria: la dominicana.

Punto final, es el último texto de la obra, donde el autor resalta la escogencia y elogia a Carvajal: «Después de muchos cabildeos y combinaciones en que sobresalía el juego de mezquinos intereses partidaristas, las Cámaras nombraron, por unanimidad, al eminente ciudadano Francisco Henríquez y Carvajal presidente provisional de la República».[10] El país debe sentirse ennoblecido por contar en su historia con un hombre de las agallas patrióticas e intelectuales de Federico, a quien debería construírsele un museo para honrar su memoria. ¡Como lo merecen otros próceres escritores nacionales!

Obviamente, Federico murió en el mes de febrero de 1924, por eso en sus textos finales celebra la desocupación de la isla, augurando una luz esperanzadora: «Por fin despunta un rayo de esperanza iluminando con vivo fulgor el horizonte ensombrecido».[11] Sin pretender polemizar con nadie, debió aparecer otro intelectual que escribiera el segundo libro de esta estirpe y belleza literaria, sobre la segunda intervención norteamericana de 1965. A propósito de que el 28 de abril se recuerda tal aciago acontecimiento, que enfrentó el pueblo dominicano, con un grupo de valerosos nacionales, encabezados por los coroneles Francisco Alberto Caamaño Deñó, Rafael Tomás Hernández Domínguez, entre otros.

La burguesía tradicional, la Iglesia Católica y los políticos, volvieron a traicionar la patria, dándole un golpe de Estado al profesor y escritor Juan Bosch, quien solo duró tres meses en el poder. Esto generó la Revolución de Abril de 1965, bajo la excusa de que el país no se convirtiera en otra Cuba, por segunda vez fuimos invadidos por los Estados Unidos. Sin querer polemizar con nadie, no apareció otro Federico García Godoy, que pudiese escribir con tanta profundidad y con tal brillantez literaria la nueva invasión de los Estados Unidos. La primera fue de 1916-1922, la segunda de 1965-1966.

[1] Godoy, F. G. (2017). El derrumbe. Santo Dominicano: Editora Nacional. Ministerio de Cultura.

[2] Ibídem, pág. 4.

[3] Ibídem, pág. 5.

[4] Ídem.

[5] Ibídem, pág. 187.

[6] Ibídem, pág. 169.

[7] Ibídem, pág. 171.

[8] Ibídem, pág. 160.

[9] Ibídem, pág. 162.

[10] Ibídem, pág.183.

[11] Ídem.