Rudi Nikel va cargao, caliente en las cuatro equina. Nadie se junta con él, ouoououou, nadie se junta con él. Le pregunté a un policía si lo había visto pasar y me dijo que su radar se le cayó la agujita (Rudi Nikel-Luis Terror Días).

No teníamos cámaras para las selfies y los stories en Instagram. A mitad de los 80, nadie estaba en eso. Ese narcisismo crónico nos era totalmente desconocido, por lo que de esa madrugada no ningún existe testimonio gráfico.  Tampoco existían las redes sociales para compartir el “concierto” gratuito que nos ofreció esa madrugada, uno de los mejores artistas del siglo XX dominicano: Luis Terror Días. Afortunadamente, el mundo era análogo, artesanal y felizmente animal.

Luis llegó a las 3 de la madrugada al apartamento del INVI de los kilómetros, el 202.  Tocó dos veces. Le abrimos la puerta y nos saludó con un seco y cortante “como tamo”.

De inmediato se sentó en un sofá rojo frente a nosotros y se pegó a pico e botella, el primer petacazo de Brugal a lo Andresito Reyna, que eso no se hace Andresito Reyna…

Era el Veterano, entre nosotros, con su poderoso halo de misteriosa y atractiva rebeldía:  camiseta sin mangas que anunciaba algún Festival Internacional de la Juventud de un año cualquiera, pantalón negro, su cola de maratonista del Malecón a las 6 de la tarde, la delgadez de quien vive deprisa y con pocas pausas y la guitarra en su mano derecha y en la otra un litro de Brugal.

Nos cantó durante media hora algo así como un lamento monte adentro que solo él y nadie más que él podría descifrar. Nosotros, paseando a las marías, sentados en el suelo frente a Luis, parecíamos devotos de Krishna frente a una especie de iluminación. Nirvana total.

Las tonadas y sus líricas salían de sus entrañas, sin retorcimientos, sin la ferocidad y la rebeldía de sus movimientos y bailes en los escenarios acostumbrados… No era el Luis de las Ruinas de San Francisco ni de Casa de Teatro. Más bien, un Luis, hombre de campo, refrescando su rostro acalorado con agua del río o el campesino de antes acabado de levantar, taza de café en mano, muy concentrado en observar a sus gallinas picar la tierra buscando algo de comer.

El “concierto” del apartamento 202 en el  INVI de los kilómetros fue para mí su mejor concierto de todos a los que asistí  Desnudó su alma y las razones de su  permanente   inadaptación a una sociedad  que hasta el día de hoy afianza su vocación de conservar desigualdades sin sonrojos ni arrepentimientos.

A catorce años de su partida sabemos que Luis Días sigue cumpliendo su gira celestial. machacando su irreverencia y su verdad a quien lo quiera escuchar en el más allá.  Veterano, aquí se le extraña. Hace falta que usted  haga  rodar su caliente y talentosa bola de fuego entre las  guasábaras de esta ciudad hostil, en este reino pre pago de la anomia consentida.