Con la hazaña del “descubrimiento” de América, el Gran Almirante Cristóbal Colón dividió la historia de nuestro continente en un antes y en un después. España se constituyó en el centro del mundo occidental y en el espacio más importante del Poder en el Nuevo Mundo.
La llegada de los españoles al nuevo territorio implicó un encuentro étnico-cultural desigual con los aborígenes, donde la diversidad fue responsable del surgimiento de un proceso sincrético creador, enriquecido posteriormente con la llegada de esclavizados africanos, responsables importantes de lo que somos nosotros los caribeños y los dominicanos en términos de identidad.
El encuentro del oro de aluvión en las ricas y hermosas tierras del Cibao en la isla de Santo Domingo, trajo como resultado los primeros cargamentos de este valioso metal a España y cuando su declinación se hizo una realidad, este ciclo socio-económico fue sustituido por la producción de caña de azúcar, originándose el surgimiento de la Industria Azucarera, cuya existencia trajo consigo la articulación del negocio de la trata negrera por parte de los europeos y la traída forzosa al nuevo continente de inmensos contingentes de africanos en calidad de esclavos para definir el episodio más vergonzoso de la historia del descubrimiento y colonización de América, junto con el genocidio de los aborígenes de estas tierras recién “descubiertas” por los europeos.
El esclavizado africano fue destinado al trabajo esclavo de los ingenios azucareros, las minas, los hatos ganaderos, las estancias y los servicios domésticos, siendo discriminados por su procedencia y por el color de su piel durante años, en un proceso racista, a pesar de sus extraordinarios aportes en la construcción de nuestras sociedades y de manera muy especial en su espiritualidad, la música, la danza, el canto, la gastronomía, la farmacopea, la medicina popular, expresiones folklóricas-culturales y sus importantes participaciones en las luchas independentistas y revolucionarias del continente americano.
A pesar de eso, elites racistas elaboraron una mitología discriminadora del esclavizado africano de que era un ser inferior, salvaje, bruto, sumiso, cuando la verdad histórica fue otra, la cual tenemos que reivindicar, ya que por ejemplo, la primera rebelión de esclavizados africanos en el Nuevo Mundo se originó en la isla de Santo Domingo, para algunos el 24, pero para Oviedo fue en el segundo día de la Natividad del Señor, el 21 de diciembre de 1521, cuando 20 esclavizados del ingenio azucarero de Diego Colón, hijo mayor del Gran Almirante, decidieron alzarse y pelear por su libertad, los cuales fueron perseguidos y masacrados en casi su totalidad.
Históricamente fueron derrotados, pero no vencidos, ya que el cimarronaje como respuesta de construcción de palenques o manieles siguió durante varios siglos. La rebelión más importante en el Santo Domingo español, fue la de Boca de Nigua, el 30 de octubre de 1796 en un ingenio localizado en esta localidad, en las cercanías de la ciudad de Santo Domingo, el cual tenía una dotación de 200 esclavos, los cuales, según el investigador Carlos Esteban Deive, “el plan definitivo y más ambicioso era el de hacer una revolución como la haitiana e implantar en la parte española un gobierno dirigido por negros”. A pesar de sus intenciones y su lucha, fueron sometidos, asesinados y desterrados, aunque el espíritu de rebeldía nunca pudo ser extinguido.
La isla de Santo Domingo fue el escenario histórico determinante en la presencia de primacías con relación a la introducción de esclavizados africanos al Nuevo Mundo, el surgimiento de la industria azucarera, la primera rebelión de los esclavizados y, sobre todo, donde se dio la revolución más fascinante de la historia de nuestro continente, como fue la revolución haitiana, cuando esclavizados rebeldes enfrentaron y vencieron a un ejército francés mil veces mejor equipado y organizado, para decirle nunca más a la esclavitud, redimiendo con esta acción a la humanidad y proclamando en 1804 la primera Independencia de América.
En el proceso del cimarronaje, limitadamente estudiado, se originó un sincretismo cultural, ya que los esclavizados que huían a las montañas en la búsqueda de su libertad, construían sus escondites de sobrevivencia perdurables, algunos, según Carlos Esteban Deive, tuvieron duración de más de 50 años. Allí, se producía un profundo sincretismo, porque la huida implicaba la pertenencia de una diversidad de etnias y de culturas.
Otros se integraron a la sociedad, como fueron los cimarrones del Maniel de Neyba, en el Naranjo en las cercanías de Cabral y de Barahona. El impacto y la trascendencia del cimarronaje a la cultura popular dominicana es un desafío para los historiadores dominicanos.