Todo empieza con el cielo…

"Esta muerte tuya, esta muerte mía, esta vida de otros y de todos, porque sucede que a veces Dios rehúsa la hermosa condición  de no ser nombrado." (Freddy Gatón Arce).
"Tus cielos deliberan su temblor" (Freddy Gatón Arce)

La naturaleza ha estado presente en la poesía como la poesía misma. Desde tiempos que se pierden en lo profundo del pasado, los elementos que componen la esencia vital del mundo, han vestido la piel de la inspiración del poeta.

Desde la creación del poema más antiguo conocido hasta la fecha, Gilgamesh,  hasta la literatura poética contemporánea, el hombre se ha mantenido unido a ese ciclo que,  como el cielo, la lluvia, la tierra, el aire, es parte de su entorno y  de lo que ha llamado vida.

En Mamá Tingó en temblor de agua, escrito por el maestro Luesmil Castor Paniagua , éste explora la naturaleza como un poeta auténtico. Sus versos están ligados a nuestra misma supervivencia. Desnudando cada sombra que se interpone ante el poeta y su decir. Utilizando lo natural como arma letal que va dejando sin vida las páginas en blanco.

Todo empieza con el cielo: " sostiene la levedad sinuosa de un canto; desde el azul moribundo de un cielo cómplice."(Pág. 17, poema 1). Aquí, el poeta, convierte en testigo omnipresente a la expansión infinita, de lo que va a suceder en las siguientes estrofas.

La complicidad involuntaria de ese atardecer que se  invade  así mismo de una tragedia impropia, sirve de escenario para que la poesía de Castor logre expresar la impotencia de lo natural ante los embates del abuso de poder que aún sobrevive en los tiempos actuales.

El dolor traspasa los años y el poeta siente en carne propia el suspenso que genera la espera de una acción que todo  lector, conocedor o no  de la historia, no sabe aún cómo terminará. Entonces, las notas agudas de una banda sonora imaginaria  se crea en la mente de nuestro autor y nos narra:

"Te sigo tras las torcidas huellas, como el portazo en la mirada clavada en el corazón del cielo"  Pag.21, poema 2.

Cómo no estar inmerso ante tanta magia. Lo que logra nuestro autor es llevarnos a un pasado que al mismo tiempo es presente. Pero, que también es futuro. Los tiempos no son estáticos, se mantienen en movimiento dentro del poema como un cumulo de nubes, un manojo de colores, un arcoíris:

"El temblor de agua Tingó, arrastra en tus ojos cardúmenes de peces regresados del arcoíris que atrapa el cielo en su alma" Pág.25, poema 3.

En ese cielo que viste cada metáfora del poema, donde pernoctan los dioses que se entretienen con nuestras intrigas, Luesmil crea un complejo rompecabezas repleto de formas y contornos que el lector trata de armar. Sin embargo,  lejos de lograrlo, engendra preguntas que quedan sin respuestas. Pero, que al leer los siguientes versos, los deja totalmente libres entre las arrugas aguerridas de Florinda:

"Hago mitológico  este leer al cielo de los duendes, mientras tiemblan las ágatas islas de tu cuerpo de desnudo patrio, como los versos de Walt Whitman" Pàg.34, poema 7.

Si, como ese Walt Whitman, que, aunque a medias, clamaba por los derechos de los afroamericanos. Ese que liberó los versos de cadenas retrógradas que intimaban la creatividad y que le dio un par de alas. Alas que hoy les da el poeta a Tingó, a su espíritu, a su memoria, a la sonrisa juguetona e infantil de sus momentos íntimos, lejos del machete:

"Tolérate los ruidos de agonías;saltas, que el cielo sólo es un punto en tu epicentro" Pág. 46, poema 13.

El cielo es, como mencionamos al principio, la cámara oculta que revelará a las nuevas generaciones, las cavilaciones y componendas de grupos políticos y económicos que se aprovechan de coyunturas sociales para amedrantar la voces que no han podido ser acalladas y que hoy, el poeta, no deja pasar por alto, conmemorando ,a cielo abierto, el heroico surco de la azada de Tingó:

"Nuestras manos llenas de piedras marinas y topacios en madrugadas por donde velorios de sol corroen desde los cielos las alturas que irrumpen en el aproximar de las costas."  Pag.56, poema 18.

Tierra y hacha. Tierra y azada. Azada y tierra. Tierra, pan y libertad.

El cielo mira desde lejos, pero  la tierra vive en carne propia la acción, porque es una extensión de la piel de la víctima y el estandarte de la bota asesina. La tierra nunca está sola, siempre hay sombras que se apropian de lo que es de todos. La tierra se extiende más allá de nuestras venas, por eso la sangre regresa a ella:

"Tú, Florinda en aplausos de agua, Soriano en clave de sol, sombra y Caribe adentro, tú,  a moño duro Muñoz hiciste temblar las aguas que chorrearon por tu cuerpo en sudor de tierra y hacha, canto de convite y machete." Pág. 63, poema 21.

Todos nos sumamos a un canto que resurge del poema. Que nos mira a  los ojos y nos hace despertar de esta irrealidad que nos invade  antes de leer cada verso. Es un sentimiento de apego el que nos lleva a amar cada estrofa. Que nos hace reflexionar, preguntarnos, autocriticarnos: por qué? Y entonces, reaccionamos y coreamos junto al poeta:

"No calles, no dejes de elevar tu grito de tierra sobre su nombre, que teman, que lloren, que huyan de sus propios muertos, que mueran en sus propias muertes ensuciadas de rencores." Pág. 61, poema 20

Uno de los versos de Aida Cartagena en su libro Vísperas del sueño recita lo siguiente: “La tierra, el mar, nosotros: ¡Lámparas que vacilan!" Esa luz que se hace dueña de nuestros sentidos y que se transforma en tierra, en mar, en cielo, en poesía, es la que se adueña del espíritu de nuestro autor y lo hace reflejar la brillantez y el talento consumado de nuestro Luesmil de construir  metáforas sin tapujos. Va directo al punto, como su estudiado,  Ezra Pound y regresa al regazo de los clásicos, reinventando, nueva vez, nuestro idioma…

"Semblantes forrados de miedos invaden el sueño donde cuelga el insomnio de la noche y recluido el sol sobre tu pecho como la tierra que defendiste vendrán por tus párpados con lámparas húmedas de la luz de los pueblos." Pàg.50 poema 16

Sí,  de los pueblos, Mamá Tingó, es presencia, es esencia, es ese puño alzado que defiende los intereses en cada rincón  del planeta. Castor hace un recuento histórico de los gritos de lucha que han llegado a la madurez, que por años se han dejado escuchar. Y se involucra en esa reclamo constante con el arma que más él, magistralmente, sabe usar… la palabra…

"Por las mil voces pubescentes y el plomizo ropaje de los días de tierra firme viniste y caminamos por estas avenidas infernales plantadas en esta África Caribe" Pág. 39 poema 10

Como bien menciona en la introducción del libro, el poeta César Sánchez Beras, dice de Castor lo siguiente: "es un poeta a contracorriente. Audaz e irreverente, dueño de la palabra poética y del fervor luminoso que solo tienen los artistas verdaderos".  A nuestro gran poeta no hay forma de encasillarlo en ningún movimiento. Salvo que sea en el inconformismo, siempre está buscando la forma de innovar sus expresiones pero con la gran humildad que le caracteriza como persona y como profesional de la palabra.

Ese diálogo sencillo, del que se adueñan los recuerdos, las anécdotas, las complicidades, entre el poeta y nuestra heroína. Nos hace ser partícipes de hechos que para la nueva generación son completamente desconocidos.

Nuestro escritor conversa coloquialmente, como un enamorado, como un pretendiente que tiende una hilera de pétalos en el camino de la pretendida, pero es un amor fraternal. Un hijo adulto que le rinde culto a una madre abnegada y que para animarla a seguir adelante se vale de la naturaleza para concebir un manojo de  metáforas…

“Ven de risa, de virgen y desnuda tierra" pág. 37 poema 9

Pero también se desviste en la tristeza y ve sus deseos sucumbir en la impotencia…

"Pese a ello, desandan por los surcos de tus manos esquizofrénicas temblores de recuerdos al sentir la tibiez de tus besos dados a la tierra, suspendidos en la nada del delirio." Pág. 31, poema 6

Luego despierta y convierte la desdicha en una antorcha que enciende las llamas de la esperanza y abraza el recuerdo de su amada que ahora es una bandera gigante que agita para que el mundo se levante ante la injusticia. Su reclamo ahora es de todos. Tenemos un rostro que mostrarles a los poderosos. Un símbolo de igualdad. Una Mamá Tingó…

"Tu cuerpo yace en la misma tierra que reclamaste y por la que moriste, pero tu voz sigue viva convertida en un himno de lucha universal." Pág.30, poema 5

"Los mares serán mármoles"

En este verso, Aida Cartagena Portalatín nos regala una tumba, pero una tumba llena de vida que nuestro poeta Castor acoge y desborda en las costas de nuestra isla, bañando el cuerpo de la mujer universal que clama por los desposeídos:

"Consciente  de que todo desborda por el mar de calor en la isla de tu piel; sí, bajo aquel sol que domaste" pàg.22 poema 2.

Ese mar, que arropa a San Rafael Del Yuma por  tres de sus puntos cardinales, es el que Luesmil traslada al norte de Santo Domingo, haciendo de Villa Mella, una nueva bahía, donde las olas caribeñas bautizan el nacimiento de una lucha que navegará hasta los confines del mundo. Desde nuestra isla, ese picante azul marino, verterá en otros mares, en otros ríos, en otros océanos distantes, el clamor incorruptible de una pragmática dominicana,  que sin importar su analfabetismo,  su inteligente accionar llevó a la realidad  lo que para muchos, eran solo teorías irrealizables.

El poderoso temblor de sus pasos, de sus pancartas, de su mirada que llegaba más allá de un simple deseo, abría surcos entre la injusticia y sin portar herramientas sofisticadas, hizo la mejor cosecha inimaginable con tan solo su machete y su azada:

"El mar tiembla cual estanque de agua colgado en las colinas de tus ojos, Florinda  tiemblan las aguas cual zigzaguear de machete en tus rudas manos, Tingó." Pàg.26 poema 3 2da. Parte.

El poeta continúa desplegando su magia y se entrega en cuerpo y alma a la tinta de su lápiz. En un dios creador de mitologías y leyendas. Y como un ajedrecista experto, va utilizando estrategias para que cada pieza esté en el lugar adecuado para un eventual e impresionante jaque mate…

"Mírame, cual ciclope que vigila perenne la sublevación de los sexos o por donde nacen las sinfonías de los mares por los escrutados desborde del vértigo." Pàg.42 poema 11

Se transforma en Poseidón. Luesmil transmuta a la ciudad de Santo Domingo a un puñado de arena. La levanta y la posa suavemente en el Mar Caribe y con ella a su gente. Nos bautiza con salpiques de sal, ahora somos olas con fuerza suficiente para golpear los abusos del poder político, económico y militar.

"Tocándonos a distancia, Tingó,  en una esquina del mar estaciono en una curva del recuerdo este accidente colonial" Pág.45, poema 13.

Esos encuentros de la tierra y el mar , del cielo y la tierra,  del mar y del cielo, hace del poema, dividido en veintiún partes, una especie de arca donde vemos volar murciélagos, barrancolíes, cocuyos, ciguas, pájaros carpinteros, palomas mensajeras, colibríes, pericos, lechuzas, búhos, mariposas, cotorras, pelícanos y cigarras. Y esa misma vida que vuela por los cielos se posa en la tierra y se adueña de los bosques  de ébano, de los ríos, de las flores silvestres, de las lilas,  las orquídeas, de los nardos y las rosas,  de jazmines, algas y algodones. Y luego llega el mar repleto de peces de colores, de corales y caracolas, el mundo ahora es un recipiente lleno, hasta el tope, de poesía:

"Y el cofre de agua salpicado de pececitos en colores que me mira como si fuera el mar nuestro." Pág. 48 poema 15

Hoy, nuestro poeta nos hace reflexionar, nos entrega a los cobardes en el siguiente verso:

"Ahora aquí tan lejos, con mares y fronteras de por medio me vuelvo de la imaginación de ese cuerpo mulato herido dos veces por Durín desde su escondite de miedo." Pág. 52 poema 17

Y no preguntamos:

¿Yo soy Mamá Tingó?