Los primeros momentos del “descubrimiento” de América en 1492 implicó un intercambio entre dos mundos con visiones, culturas, creencias, relaciones con la naturaleza y con dioses diferentes. Luego fueron tres.
En términos gastronómicos, las culturas definían la alimentación, la cual habían sido el resultado de la racionalidad de la sobrevivencia de seres humanos como respuestas a las necesidades, que en los intercambios comunitarios, cuando se comparaban entre sí, a cada grupo le parecía absurda la del otro. Los españoles, acostumbrados a comer lechugas, zanahorias, carnes de pollo, vacas, cerdos, arroz, frijoles, etc., les pareció horroroso que los grupos indígenas que encontraron tuvieran una dieta en base al cazabe, jutía, batata, guayiga y que comieran hormigas, gusanos, cocodrilos, culebras, lagartos y arañas.
En su segundo viaje, el almirante Cristóbal Colón al embarcarse con 1200 hombres traía comida española limitada para su alimentación en la empresa colombina y al mismo tiempo traía semillas, aves y animales para su reproducción. Algunas de ellas se prendieron, se adaptaron y se dieron tan exuberantes como en España, pero la falta de dedicación de los españoles y la ausencia de productores, ante la desaparición de los indígenas por la explotación a que fueron sometidos, trajo ciclos de hambre y de miseria en la isla, teniendo que apelar los españoles al cazabe para sobrevivir.
En términos de animales, los españoles trajeron vacas, cerdos, ovejas, gallos, gallinas, cabras, gatos, perros, etc. La presencia del chivo es un punto de debate entre los historiadores, tema de otro trabajo.
Lo cierto es que el chivo se tornó importante, porque era rica su carne, se utilizaba su cuero, así como las bolitas que expulsaba diariamente para abono, teniendo la ventaja de que se adaptaba a todos los ambientes, sin importar lo inhóspito que fuera, casi no necesitaba agua, comía lo que hubiera y reinaba sin importar lo arisco que fuera el terreno. ¡Era un rey!
El chivo se caracterizó por su temperamento y por su comportamiento particular: Era arisco, juguetón, bravo, independiente, se metía donde quería, no respetaba nada, hacia el amor donde quería y siempre era él. El chivo se convirtió en un estereotipo cultural y en un excéntrico rebelde.
A nivel cultural, cuando una persona andaba rápido, sin respetar nada, “andaba como chivo sin ley”; cuando estaba esquivo, “estaba chivo”; cuando había un delator, “ese es un chivato”; cuando un jugador de dominó lograba introducir una ficha que no correspondía: “metió un chivo”, al igual que un estudiante al examinarse en la escuela o en la universidad.
Cuando alguien había sido denunciado: “fue que lo chivatearon”; cuando una persona se metía de contrabando a un lugar que no ha pagado o ha sido invitado: “entró de chivo”; cuando hay una mujer vivaracha o coquetiadora: “estaba chivirica”; cuando pintando alguien se le quedaba un espacio sin hacerlo, “se le quedó un chivo”. Cuando una persona huelía mal, en voz baja se comentaba, “hiede a chivo”; cuando alguien estaba privando en tener dinero y aparentar lo que no era, se conocía como “un chivito jarto jobo”. Cuando un inocente era acusado injustamente, “era un chivo expiatorio”.
El chivo ha jugado un importante papel en la gastronomía. Encontramos platos como el “sancocho”, el chivo guisado, el chivo liniero, el cual no hay que sazonarlo porque se alimenta con orégano silvestre.
En la construcción de los atabales, de la tambora y los panderos de la música folklórica-popular, es utilizado el cuero de chivo para la percusión. Al escuchar la tambora el poeta Manuel del Cabral, escribió:
“Trópico mira tú chivo/después de muerto cantando”
En la religiosidad popular la sangre del chivo es utilizada en determinados rituales como elixir de purificación y es un plato-ofrenda a los Luases y Metresas (“Misterios”), en especial en honor de Belié Belcán, cuyo padrino es San Miguel y sus colores de identidad son el verde con el rojo.
A nivel danzario, en Samaná, existe una variedad del merengue, “El chivo florete” y con la caída de la dictadura Trujillista, “mataron al chivo”, eternizado por Eligio Pichardo, Vargas Llosa y el comercial de Barceló.
¡El chivo es parte ya de nuestra cultura popular y nuestra identidad!