El caballito de mar es llamado hipocampo. Esta palabra proviene del griego hippokampus, que se compone de hipos (caballo) y kampos (monstruo marino) (mitad caballo y mitad pez). En la mitología griega se asociaba con Poseidón (dios de los mares, ríos y océanos), que con su carro recorría los mares tirado por veloces caballos como si la superficie de las aguas oceánicas fuera la tierra. Existe una semejanza entre esta criatura con una partecita del cerebro humano que también es llamada hipocampo.

VLA.

Barcos naufragados en el fondo del mar

El cerebro humano posee hipocampos en ambos hemisferios. Forman parte del sistema límbico y asocia emociones a los recuerdos. Esa parte del cerebro tiene ese nombre por el parecido que tiene con el caballito de mar. La denominación de hipocampo (lo nombraremos en singular) a ese pedacito de cerebro fue dada por Giulio Cesare Arancio. ¿Qué relación tiene un caballito de mar con la memoria y el lenguaje? Una pregunta parecida la hacíamos con temas anteriores, en los casos de la relación del lenguaje con un pez, una luciérnaga, un dragón, una mariposa, y ahora, con un caballito de mar. En este caso, es obvio que este análisis vaya más allá de la explicación del parecido que tiene la estructura de esa parte del cerebro con el pez marino aludido.

En el texto El libro de la memoria, buceando en busca de nuestros recuerdos (2019) de Hilde Østby e Ylva Østby, se analizan algunas similitudes entre el caballito de mar y el hipocampo (del cerebro), dice: “De la misma forma que los caballitos de mar machos incuban los huevos en la barriga hasta que las crías puedan salir al mar y valerse por sí mismas, el hipocampo también incuba algo: nuestros recuerdos” (pág. 8). También, los autores aseguran que “Un caballito de mar sería la clave de muchos misterios del cerebro” (pág. 17). Por otro lado, queremos rescatar la opinión de J. G. Ballard, quien dijo sobre los recuerdos, que estos “sobreviven décadas escondidos en las aguas más profundas de la memoria, como barcos naufragados en el fondo del mar”.

Algunas preguntas

En el presente texto nos interesa hacer comparaciones entre el caballito de mar y el lenguaje. Empero, tratar el concepto de lenguaje, no sería posible si no estaría vinculado a la memoria y los recuerdos. No hay lenguaje sin memoria y sin recuerdos. De tal forma que, manejaremos los tres conceptos con sentidos vinculantes. Aquellos estudios avanzados de las funciones del hipocampo en la acumulación, procesamiento y transformación de los recuerdos son conocidos en círculos de investigaciones científicas.

Como bien asevera el texto antes mencionado de Hilde Østby e Ylva Østby, ciertos estudios actuales arrojan datos sobre el comportamiento de esta parte del cerebro, pero todavía hay mucho por recorrer en las investigaciones. Muchas preguntas surgen como hipótesis desconcertantes: ¿podemos pesar los recuerdos? ¿Existen patrones que respondan a la conformación de estructuras cerebrales creativas, a partir de los recuerdos? ¿Qué hay más allá del proceso creativo en el cerebro humano? ¿Cuáles diferencias existen entre el proceso creativo de tipo poético y prosaico?

Los recuerdos se incuban por medio de imágenes y experiencias sensibles, externas e internas. Al percibir un olor, un color o un sonido, sacamos de “los vagones de la memoria” ese patrón bioloelectroquímico de células nerviosas, que pueden generar memoria de corto o largo plazo de duración, según la estimulación neuronal y reforzamiento por medio de las sinapsis.

Ya se ha estudiado la capacidad del hipocampo de almacenar recuerdos. Aunque no es el único lugar del cerebro donde se realiza este acto, los resultados de ciertas investigaciones arrojan resultados congruentes con esta tesis.

El caballito de mar, por su forma, se diría que es un pez extraño, porque su forma, en vez de pez, se parece a un equino, como ya se ha referido en el presente texto. Utilizan su cola para anclarse o aferrarse en suelos marinos.

Por su lado, el hipocampo es un repartidor de los contenidos de la memoria a diferentes partes del cerebro. De forma simbólica, también los recuerdos suelen fijarse en el hipocampo generando una memoria de corto plazo, de ahí transferirlos al neocórtex y amígdala, donde se registra la memoria a largo plazo. Se reconoce el dinamismo de los ganglios basales, cerebelo y de la corteza prefrontal, donde entran en actividad los recuerdos implícitos y la memoria de trabajo a corto plazo, respectivamente. La memoria está hecha de lenguaje y este, a su vez, permite el pensamiento.

Mar y cerebro profundos

La vastedad marina con secretos aún indescifrables; el cerebro humano, con tanto por conocer todavía, semeja a dos universos gigantes y en cada uno el caballito de mar (hipocampo) está presente. Uno con esa capacidad de asirse a las cosas, a los restos marinos, en aguas poco profundas y templadas, manglares y arrecifes. El hipocampo del cerebro se encuentra en el lóbulo temporal, o sea, en la parte baja o basal del cerebro. Allí ejerce su función de almacenar (asir) informaciones, donde pueden durar tiempos relativamente cortos y largos hasta que son despedidos y fijados en la memoria permanente localizada en el córtex, producido por señales eléctricas.

No toda la información es convertida en recuerdos completos; estos se fragmentan y se distribuyen en el córtex. Imagine el mar y al caballito. Hágalo también con el cerebro y la región del hipocampo. En el primero, el mar es como el cerebro, y en el segundo, el cerebro es como el mar. Los caballitos de mar, que han incubado sus crías, lanzan cientos y cientos de alevines hacia el agua; estos se dispersan para su nuevo hábitat. Estas criaturas no vuelven a la bolsa de donde salieron. Así, en el hipocampo se incuban las informaciones que son “disparadas al córtex” y convertidas en recuerdos segmentados, que, en la generalidad de los casos, no vuelven al hipocampo, como creen los especialistas.

Fragmentos de memoria

Ninguna experiencia sensorial, externa o interna, es recordada de forma completa. Son retazos de ellas los que permanecen en la memoria; incluso muchas son modificadas, cambiados los escenarios, las imágenes, el lenguaje. Lo que se queda es como una paráfrasis de la experiencia, a veces con manifiestas contradicciones. Esto se debe a las implicaciones en la actividad neuronal del individuo. Ahora me pregunto: ¿qué recuerdo de toda la lectura que hice a los veinte años de la novela Ana Karenina, una novela de León Tolstoi extremadamente larga, o de Crimen y castigo de Fedor Dostoievski? ¿Qué dicen en las páginas 100 o en la 200 de ambos libros? Casi imposible de recordar después de más de 40 años de la lectura. Quizá lo que se dice en ambas páginas de las novelas citadas no lo recuerde, porque las conexiones neuronales no hayan recibido los impulsos nerviosos (producidos por la actividad bioquímica) para crear las estructuras del recuerdo, activándola en el córtex. Ahora bien, si leo las novelas y revivo las experiencias, seguro que los recuerdos fragmentados (de argumentos y episodios) empezarán a aflorar. Esto será así según la capacidad memorística que posea al instante de la lectura.

Comparaciones y simbolismos

Imagine ahora que cada caballito de mar que ha salido del saco donde se incubó se disperse en la vastedad marina y se haga una analogía con las neuronas del cerebro humano. Encontraremos cómo sucede todo lo diferente en ambos medios (mar y cerebro). Los caballitos de mar debían juntarse y formar colonias, vivir en comunidades, y no es así. Aunque viven en espacios próximos, estos animalitos tienen la especialidad de ser monógamos, viven en pareja de por vida, sin separarse. No forman redes de caballitos con alguna función biológica, como es el caso de las neuronas, que sí lo hacen y conforman los recuerdos.

Aunque hemos citado este simbolismo en otro texto, deseo retomarlo porque lo considero enriquecedor. Vámonos al relato bíblico de la Torre de Babel, del origen de las lenguas. Imagínese el acto de confundir las lenguas habladas entre los constructores de la torre. Al no entenderse, estas lenguas se dispersaron por todo el mundo. Un caballito de mar simboliza una lengua, quizá un código, un signo, una palabra, una sensación, en las aguas del mar. Una neurona, al vincularse con otra, hace viajar el impulso nervioso y, por ende, construye el lenguaje en el universo cerebral por medio de redes neuronales.

Esta comparación entre el hipocampo y el caballito de mar, permite la reflexión sobre el lenguaje humano, capaz de ser una de las maravillas de la naturaleza.

Domingo 9 de febrero de 2025

Publicación para Acento No. 137

Virgilio López Azuán en Acento.com.do