El Derecho es eso: lo recto, lo correcto. Debería ser además, la verdad, la justicia.

Al abogado le caen por naturaleza todas las papas calientes y esas tienes que reconducirlas al estado de frialdad.

Puedes llevarte de un hachazo a tus padres, tirar a tu novia de un octavo piso o asesinar frente a las cámaras y siempre habrá un inciso que te pondrá una pomada, que la motivación o el contexto o las atenuantes.

O puedes robarte todos los millones del mundo y alegar inocencia, que cumpliste con tu papel a la perfección y entonces el resto, quítame esta paja por favor.

¿Es posible rechazar un caso?

Imposible: los abogados son elegidos divinos. Se sacrifican por las verdades, aunque no se sepa a quiénes les pertenece la misma. Aparte de la íntima convicción estará, naturalmente, el tema de los honorarios, de que tienes que vivir, ¿sabes?, de que me haría falta pagar mi apartamento en alguna torre, ¿sabes?, o pagar la inscripción de los niños en el Carol Morgan, ¿sabes?, o en verdad, necesito mis vacaciones en Katar, porque a Dubai van muchos chopos, ¿sabes?

Desde aquellos fatídicos días de fraude electoral en 1978, cuando los Vincho Castillos comenzaron el asentamiento de sus reinos divinos en materia de litigios hasta la noche de anoche, los abogados se han convertido en las primeras figuras mediáticas.

Hay abogados para todo: para políticos ladrones, homicidas, feminicidas, narcotraficantes, para sólo hablar de los más visibles.

El Palacio de Justicia y los Juzgados de Paz barriales se asemejan a fincas cultivadas con abogados llevando sacos, saquitos, togas y birretes de todo tipo.

Se les ve en picas y diretes, en picoteos y picotadas, hablando con vehemencia, recitando acápites como mantras de monjes tibetanos,  aclarándonos escenarios y ofreciéndonos lecciones gratis y concentradas, como comidas de astronautas, de incisos del derecho australiano salpicadas con alguna historia recuperada de algún bestseller de John Grisham.

Los abogados hablan el mejor castellano del mundo. Marcan las "eses" en sus discursos mejor que un estudiante recién graduado del Colegio Lux Mundi.

Los buenos abogados tienen el encanto de poder cambiar de escenario en cuestión de segundos: pueden defender  la naturaleza de Bahías de las Águilas como justificar los incontables millones sacados del erario público porque sabrás, pequeño saltamontes, que todo es cuestión de cómo armar un discurso.

"Nada es verdad, todo está permitido", escribió William Burroughs y repiten en poesía coreada Jaime Álvarez y sus niños poetas de El Portal.

Sí, James: en el país de Alicia todo está permitido.