"El ave rasga su memoria" (Poemas-2014), de Valentín Amaro, es un libro de poemas, impreso por Editorial Isla Negra, Puerto Rico. 62 págs. Colección Filo de fuego. www.EDITORIALISLANEGRE.COM.
Tiene diseño de interiores y de cubierta, a cargo de José María Seibo. Corrección a cargo de Luis Amaury Rodríguez. Foto de solapa, a cargo Diego Felix, con imagen de cubierta, "Ramdom Thiugh 2″, de Raluca Deca. En la contraportada del libro, hay una nota de la autoría de la poeta, Claribel Díaz.
El libro consta de un prólogo, a cargo de Doris Melo (Págs. 11/15, obra citada)y está dividido en tres (3) partes. La primera parte, bajo el título de "El ave rasga su memoria", título de la obra, está integrada por un poema que consta de dos partes (Págs. 17/20).
La segunda parte, bajo el título de "Volviendo al espejo", consta de un extenso poema, integrado por veinticuatro (24) bloques (Págs. 21/46). La tercera y última parte de este libro, bajo el título de "Otros poemas" (Págs. 47/60) y el índice (Págs. 61/62).
Entrando al corpus poético de esta obra, me permito plantear que, en el discurso poético que discurre en estos poemas, hay un Yo poético melancólico y lírico que manifiesta la mirada de angustia y el silencio que el sujeto-autor sitúa sobre la metáfora que encubre su discurrir sobre el espacio que acoge su sentir.
Cuando la soledad se extiende sobre su voz, es el silencio, entonces, y la memoria, los que se revierten sobre la angustia del poeta.
El recuerdo y las cotidianidades, se exponen aquí como el ritual del confesionario de quien se ve tentado a desnudar sus recuerdos ante los otros.
Hay un otro yo que, desde el poema, no puede aislarse de lo que en el día a día, se convierte en motivo poético, para el desahogo espiritual del sujeto que aquí nos cuenta la historia de una parte de su vivir.
Desde el inicio, hay una voz de angustia… atravesando la epidermis de estos cantos. Veamos:
I
"Desde la fría estación del barro
el ave rasga su memoria,
te grita en lo oscuro de su eterna soledad,
un azar de lluvias terminó su vuelo,
el deambular,
su acoso innumerable.
Padre,
a veces sorprende
la comodidad del cieno,
el desdén de los ojos,
la mano sin temblor,
y esta indoblegable columna
a pesar del polvo".
II-
Señor
afuera una mujer seca y tortas
habla en lenguas,
desgrana su corolario de abejas,
su cavidad de penumbra y muerte,
un pesar de lluvia y tiempo.
Ambos conocemos de sombras,
del tambor en nuestras manos
y los enormes factos de nuestras carencias".
(Poema que encabeza el título del libro, "El ave rasga su memoria", págs. 18/20, obra citada).
La "fría estación"/ "te grita en lo oscuro" su eterna soledad" (…)/ "el desdén de los ojos" (…)/ "y esta indoblegable columna"/ "a pesar del polvo"//. En estos registros iniciales que fluyen de la voz interior del poeta, hay una expresión de dolor y de ausencia o vacío espiritual que, por más que se quiera envolver en la rítmica cadencia del verso, brota y se deja percibir, desde los márgenes de su base estética.
Mal haría yo, como lector y como transcrítico literario, si nasa más escucho y los acordes de angustias que transitan sobre la imagen y los tonos del recuerdo del poeta, en este libro, porque, más allá de su cotidianidad vertida en este narrar poético, subyace también una armonía interna en su poética, haciendo del verso decir rítmico de vivencias imborrables. Veamos:
(…)
por el amor que le tuve a Margarita Polanco
y que tampoco dije,
por los tigueres en la esquina de Chua,
por Perico leyendo la Biblia en las mañanas
y saludando como un patriarca,
por Melaza que se llevan a los muchachos descalzos,
por los Padrax en polvo que me dio Torres
para matarme las lombrices,
por Orfelia que aún sigue pidiendo bola en la carretera,
por el Maco Penpén,
por la rubia Anyelina que aún me espera en El Plaza,
por Bulla y el Loco Lamber escuchando a Paniagua
mientras íbamos a Moca
por los ojos café de una mujer que amé en el Cantonal
porque siempre quise ir al Viejo París
y partir una botella en un rebú,
por el miedo que algún día le tuve a Gallo Loco,
por Langosta,
Moreno el de Cocola, la loca de Maraca,
por Masó y Kin Kin,
por Carlito el de Dedé buscando sueños en el mar,
por Fátima, Rá, Roberto Rivas, Goyo, Yani
y todos los que un día me vendieron sueños,
por la loca que perdí en el Semillero,
por mi Rio Joba que vive y muere cada año,
por el Borinche que me dijo un día: "Todavía estoy vivo",
Por esto y más, pueblo mío,
dulce temblor en mis costado,
sobresalto de mis noches,
¿Cómo olvidarte?,
¿cómo deshacerme de tus nudos
y de la alada invasión de tus sueños perenne?
Pueblo mío,
desesperado rumor que traduzco en estos versos
salobres,distantes, cotidianos
como la inmensa canción
que un día me diste".
(Ver poema "Oda a Gaspar Hernández", págs. 58/60, obra citada).
La mirada en el recuerdo y sobre los caminos transitados, es un tránsito hacia la huella marcada en el territorio de nacimiento, apegado a la cotidianidad vertida en el día a día, con la gente de la vecindad, entre sueños, son marcas temáticas convertidas en versos, para fijar el inolvidable retorno a la esperanza.
Está aquí plasmada la remembranza del vivir del poeta entre los suyos, desde su infancia… entre sueños.
He aquí también, el pentagrama de una estética que marca la melancolía de la memoria que invade el sentir del poeta, para hacer de sus versos, la ruta hacia una elegía del silenció, del sueño y la angustia.