La guitarra antes de ser instrumento fue árbol y en él cantaban los pájaros, la madera sabía de música mucho antes de ser instrumento.’ (Atahualpa Yupanqui)
Su alocución es un cosmos en el que se nos llama a consentir un convenio como ruta de entrada. Es un inusitado convite, un edén intimista que da la impresión de una fiesta donde todos absortos brindan alzando sus copas llenas. Sé que no he nombrado el sujeto, sin embargo, por el título de seguro ya están advertidos, y redundado un poco, interesa en este texto mostrar mi valoración del discurso del escritor y poeta Basilio Belliard, porque creo en el valor y la resistencia que tienen las palabras para el cambio, así como afirma Úrsula K. Le Guin “[…] la resistencia y el cambio tienen a menudo su inspiración en el arte y, especialmente, en el arte de forjar las palabras”.
Cuando leo a Belliard navego por los intersticios de una poética que se caracteriza por tener matices musicales, diáfanos y pulcros: «[…] a la línea del mar, nos refugiamos a oler la savia del aire embriagado de espuma»
Este autor descose la canción, la épica y la reflexión en su discurso. Viajar en su retórica concita que los sentidos encuentren el verso dulce cantor. En mi exploración pude percibir otros planos del saber y la sensibilidad. ‘’El caminante capta el trinar del mundo y el murmullo de la luz’’. En sus letras la forma en su conjunto converge entre sí.
Aristóteles aseguraba que la retórica es un arte auténtico, un tema de normas que guía a la acción del ingenio. La actividad oral sugiere la naturaleza de los valores encaminada al entendimiento y a la apreciación. Para el filósofo helenístico el arte es mímesis como trazo para la inventiva. El ensayista Belliard, nace de sus lecturas filosóficas y poéticas. Constatando lo anterior cito la siguiente frase del autor en cuestión: “Se puede hacer poesía con aliento filosófico y filosofía con aliento poético”
Basilio Belliard en su disertación dice sólo lo que él puede proclamar. Su universo engloba una hermosura distinta y que trasciende. No en balde Borges siempre lo seduce: “la lírica es conocida como inteligencia, mérito del discernimiento donde se recupera el mundo en su apariencia intrínseca” Borges.
Mirar el río hecho de tiempo y agua/, y recordar que el tiempo es otro río/, saber que nos perdemos como el río/ y que los rostros pasan como el agua. Fragmento del poema Mirar el río hecho de tiempo y agua de Borges (1977).
Cada escrito de Belliard comprende una poética. Su lirismo llega guiado por su propio instinto. Su léxico semántico abarca todo. Suscita exaltación. La determinación enérgica de su arte traspasa la peculiar destreza ocular del lector. Su vocablo desprende un encanto que genera deleite, no escribe para perderse, sino para encontrarse: ‘’Inicia una senda que lo orienta a su análogo. Al dédalo de lo trashumante.’’
Su universo semántico invita al igual que el de Horacio a regocijarse con la estabilidad. La afinación y la hermosura incitan al placer y a la catarsis del espíritu, ya que la poiesis horaciana al igual que la del autor en estudio corre del hábito que encumbra en la partida de innovación y ahonda en su método lírico.
Adentrarse en la cosmovisión de su estética y sublimidad es un viaje pletórico hacia una prosa llena de efluvios trascendentes que nos sumerge en una configuración de símbolos. La agitación implícita en su vocablo motiva una sensación alígera. Constantemente permite la posibilidad de introducirnos en un orbe de magia. Su Leitmotiv es logos.
Basilio Belliard es un escogido que nos interna en una ruta donde la palabra poética es luz y el verso en su voz. Sus formas y su sonoridad atrapan el equilibrio desde la complejidad de los elementos. Su experiencia artística siempre tiene esa relación con el deleite estético: ‘’Dejo que el alma transite dirigida por el ánimo de las apetencias’’.
Ese filosofar desde el núcleo de la metáfora bien cimentado elabora un enunciado donde idea y forma se unen. El contenido y la estructura se asocian con solidez. Leer a Basilio es una experiencia espiritual. Ahondar en su contenido, en su espacio escritural es saber que todo es posible. El texto introduce la pauta. La comunicación lingüística en su talento propicia un estado de placer que reside en la percepción y el olfato de la buena literatura.