En medio de la polémica que se desató en España contra el Naturalismo, Benito Pérez Galdós publica La de Bringas (1884), novela realista que se centra en un personaje femenino para caracterizar, con humor e ironía, el anhelo de aparentar de un amplio sector de la sociedad española, durante los años del reinado de Isabel II previos a la Revolución de 1868.
La mujer, en la que este autor suele fijar el centro de atención, se describe aquí con minuciosidad en sus aspiraciones y debilidades. Con ella se muestran los afanes por aparentar de una pequeña burguesía asalariada, pero con escasos recursos. Francisco de Bringas es un funcionario de segundo orden en la Real Comisaría de los Santos Lugares. Vive con su esposa y sus tres hijos en las dependencias del Palacio Real, donde se aloja un séquito de empleados al servicio de la Corona. Su cargo le permite, sin embargo, acudir a reuniones sociales o asistir al teatro, lo que obliga a Rosalía, su esposa, a inimaginables malabarismos para ostentar una elegancia en el vestir que supone imprescindible.
Galdós nos instala en un pintoresco lugar del Palacio Real, una segunda ciudad donde se juntan la aristocracia y la clase media con gentes del pueblo llano. La vida transcurre entre las intrigas de las mujeres que intercambian información sobre nobles arruinadas, funcionarios influyentes, usureros y comerciantes. En esa mezcla de personas, que no son lo que aparentan, la fuerza del “querer ser” lleva hasta el límite a personajes, como la de Bringas. Esta empeña la escasa fortuna familiar para adquirir sedas, mantillas, sombreros, y todo tipo de adornos para ir a la moda. ¿Qué ocurre entonces en un hogar donde el marido es un ahorrador meticuloso, mientras la esposa sufre una pasión por el lujo que la lleva a traspasar fronteras peligrosas? Una catástrofe que amenaza con la ruina, que puede arrastrar a la deshonra y coloca en peligro la estabilidad del hogar.
El marido no sospecha lo que ocurre a sus espaldas entre su benefactor, Manuel María José del Pez, y Rosalía, su esposa. Ésta, rodeada de amigas que despiertan en ella la vanidad y el gusto por las nuevas modas, compra telas lujosas e, incluso, les presta importantes sumas de dinero sin exigir garantías. Todo ello la conduce a endeudarse para evitar ser descubierta por el marido. Cuando se ve entre la espada y la pared, Rosalía prueba a desplegar sus encantos con el influyente Manuel María José del Pez, el amigo de la familia que la corteja. De él espera obtener el dinero que la salve, pero éste se aprovecha de ella y, acto seguido, le niega la cantidad que pretendía obtener de él.
El lector concluye que, en la España de Pérez Galdós, en el Madrid cortesano, quienes más ostentan buscan estafar a los otros y, por aparentar, hay quienes arriesgan cuanto tienen. El argumento de la novela se instala en una coyuntura histórica en la que el sistema político se derrumba y obliga a la reina a huir al exilio. Entre la confusión y el caos, los políticos de distintas tendencias buscan asegurar su posición en el nuevo régimen. Las familias medias, como la de Bringas, pueden caer en desgracia y perder mucho más que su posición social.
El marido se queda ciego y Rosalía, que no admite pertenecer a la clase trabajadora pretende, sin embargo, levantar el hogar en ruinas. La única opción que vislumbra posible es ofrecer su cuerpo a hombres acomodados, como ya hace su parienta Refugio, no menos sabia y entendida en asuntos mundanos que la de Bringas.
Pérez Galdós no necesita acudir al cientifismo naturalista para explicar la génesis de esta enfermedad social llamada “vanidad femenina”. Su mirada penetrante basta para explicar las pasiones humanas en su contexto político e histórico. De ahí la importancia de los agudos paralelismos que muestra entre la introducción en el comercio de bienes de lujo extranjeros y el afán social de aparentar.