En una inusual manera de abordar el comentario de una exposición sobre arte, esta vez, El alma de las cosas, de Herminio Alberti, decidí romper el protocolo normativo usual para estos casos y sentarme a conversar con el artista sobre su proyecto, luego de haber visto a vuelo de pájaro en su inauguración y cargada la noche de muchos visitantes, más de 70 fotografías bellamente montadas por el artista, Ana Agelán, curadora del MAM, junto a las hijas de Herminio.
Asimétricamente concebida la distribución de la muestra, lo cual le dio un juego y movimiento particular al concepto expositivo de por sí llamativo y atractivamente envolvente en sus diferentes instalaciones, y nos cuenta Herminio que el celular fue inicialmente su instrumento de fotografía para las fotos macro. Decía Alberti en la conversación, que cada cosa tiene vida…
Este dialogo, más que una entrevista, versó sobre muchas cosas que en 40 minutos pudimos descubrir de este artista, sus méritos, destrezas, versatilidades de oficios y temas de interés que van desde la arquitectura que comenzó a estudiar fuera del país y un amor dejado en el terruño, lo devolvió a la isla y cambió su vida dejando buenos frutos hasta hoy, donde construyó un nido familiar y desarrolló muchas facetas profesionales, técnicas, oficios y la habilidad del ojo artístico de la fotografía desde los 13 años. Cineasta, escritor, productor artístico, mercadólogo, entre otras de sus ocupaciones e intereses.
La macrofotografía, esencia visual comunicativa esta vez en el Museo de Arte Moderno, es su exposición cumbre, su Gioconda o Monna Lisa, su estrellato, su Oscar, su trofeo que, dicho por él, en los últimos números, la exposición, habría de superar los 5 mil visitantes a la fecha, el domingo 21 de agosto, levanta vuelo esta importante muestra en el Museo de Arte Moderno.
Muchas cosas y recorridos hicimos por su vida, su ejercicio de consulta empresarial, artista a la que dedica muchas horas de trabajo y de vieja, pues, la fotografía hay que salir a buscarla, aun sea en tu propio hábitat inmediato, pues decía Herminio en un principio elemental de la filosofía, que una cosa es mirar y otra observar, y la técnica introducida como desafío fotográfico y muestra expositiva, jugó con ella magistralmente, haciendo que se explorara y descubriera en cada foto, el alma de las cosas fotografiada.
Es así como, para el artista, cualquier elemento tiene un alma o tiene vida, y yo agregaría en un principio de la antropología religiosa, un ánima, y es ese detalle, esa cosa que produce el alma o diálogo comunicativo con los públicos que creó, sin temor a equivocarme, que cada visitante lo define a su manera, en la experiencia vivida ante la obra de arte. Dice el artista que la foto macro te hace ver más de lo que normalmente miras en la vida real…te permite, dice Herminio, la fotografía macro, soñar con el objeto, y él contigo dialogar, y el alma, dice, el artista… es lo que cada uno interpreta.
Lógicamente, donde la cosa no está expresamente detallada, el artista logra una composición abstracta o relacionada con la cosa, capaz de configurar un ambiente escénico agradablemente estético y hace con sus habilidades, provocarnos con una sutil estética que logra Herminio en algunas de estas fotografías apoyándose fundamentalmente en una composición, que solo estructura el ojo de un artista del lente, categoría esta vez alcanzada por Herminio Alberti en algunas fotos de su exposición, sobre todo, con las que logra crear nuevos desafíos comunicativos a lo largo del recorrido.
El título sugerente del artista a su exposición, entre lo poético y lo filosófico, es tan simple como la complejidad de las cosas, pues para los griegos en su manera de estructurar el pensamiento abstracto que moldea al mundo occidental, la filosofía, la cosa es todo y es nada, cosa en la tradición del pensamiento filosófico, es un concepto que puede referirse al cosmos, la nada, el ser, la naturaleza y como hizo igualmente el artista en esta exposición, convertir cualquier cosa del entorno, no solo en alma comunicativa y sensorialmente provocativa a explorarla, sino en una obra de arte.
También estas composiciones alcanzan un valor estético agregado, según las propias palabras del autor, su más grande obra artística, esta exposición, integró como modalidad interesante, textos de José Mármol, el poeta que le acompañó en esta travesía, y con una cantidad de más de 970 fotos, se apoyó en una curaduría de sus hijas y Ana Agelán, logrando transmitir el sentido e identidad que el artista quería comunicar con sus cosas.
El alma de las cosas, debe circular otros espacios para ganar más adeptos y comunicar desde una epistemología y desde una narrativa estética, temas cotidianos como son los tubos de PVC, hasta una flor, un fruto, un rostro, una simple hoja, a cuyas cosas Herminio le dio alma, a través del lente macro que busca en la cosa: una piña por ejemplo, los detalles micro que, agrandados, la ponen a hablar, aunque no lo podamos ver desde la mirada normal en cada una de las cosas con las que diariamente nos relacionamos.
Son estos detalles expuestos con elegancia, precisión y valor artístico que nos producen, lo que ya muchos teóricos han comentado, la catarsis que eleva el espíritu y nos hace ver cuán pequeños somos, pero que tanto podemos comunicar.
Fue de mi interés, el matrimonio de Herminio con la macrofotografía, y como todo artista que sabe agradecer, vincula o deduzco lo hace, cuando comenta las dos circunstancias, una relacionada a su Maestro y admirado fotógrafo de Santiago Domingo Batista, que un día le dijo, tu podrías hacer una buena macrofotografía , ponle atención… y la otra, a la pandemia que nos obligó a encerrarnos y su alma inquieta lo puso a buscar detalles de su alrededor, descubriendo o complementando, lo que ya le había recomendado el gran Maestro, Domingo Batista y a quien dedica precisamente la exposición.
Disfruté de nuevo el recorrido más tranquilo luego de la conversación con Herminio, en una detenida atención no condicionada, para tener mi propia mirada, y con sorpresa descubrí nuevas valoraciones de ese producto expositivo que contó con la colaboración del sector privado que acogió a través de la empresa Lanco, la iniciativa, pero que en mi cercanía sistemática con la exposición, me llamó la atención los públicos que la visitaban, sea por iniciativas de la Empresa, lo cual no es malo, o por amigos, allegados, artistas, que encontraba con frecuencia en el MAM.
Conversamos sobre esa modalidad de gestión de público con Herminio, nos afirmó que también debe tener el artista, los diálogos que acompañaba cada vez con sus visitantes que hacía que personas poco asiduas a las exposiciones, descubrieran intereses nuevos y la exposición y el artista lograron esas sinergias y resultados en intensas jornadas de interacción con los públicos, de todo tipo, clase social, formación intelectual, edades y géneros, alcanzando la exposición niveles altos de empatía, tanto, que algunos rostros de personas sugerentemente no invitadas, se encarnaron en esas cosas allí, según experiencias místicas contadas, convirtiendo las cosas de Herminio, en almas, pero espirituales. Concluyo con una frase final del cierre de la conversación con Herminio Alberti: El alma de las cosas, encontró cuerpo y rostro, entonces es más que filosofía, es más que estética, es más que poesía, es también misterio.