Las ferias de libros son como marejadas, éxtasis, explosiones, ráfagas, donde en un giro más furioso que los de los chicos rápidos y furiosos advertimos que el lector o el posible lector es un ser indefenso que necesita que lo inflen con lecturas, discusiones, exhibiciones, que a los escritores locales los internacionales los toquen con sus varitas mágicas, mientras los editores tratarán de que apuestes por lecturas más que obligatorias de futuras estrellas o galaxias que se devoran en Madrid o Buenos Aires. ¡Lector a la vista! Oh los pobres. Enchufémosle libros, revista, matatiempos, broschures, anuncios, lo que sean, con tal de que rellenen el tiempo libre, ¡que sea un tiempo-libro!
El primer día después de feria del libro es como en el dos de enero. Quedarán sobras en la nevera, buscaremos grandes basureros para todas las cajas deshechas mientras esos globos del viejo Francis Balón irán subiendo y subiendo y pum, explotando el día tres, sentiremos en carne viva -como en la canción de Raphael de España-, que estamos "sin ella", babeando, tratando de pescar dos o nueve actividades de esas 600 que habrá en esos diez días.
El lector es pobre. Oh pobre lector. Y es infeliz. Y es un baby. Oh baby baby. Y hay que guiarlo. Para eso están los funcionarios, los culturosos, los booktuberos, los influencers, los MVP, los Salón de la Fama de las ferias y los festivales, que muchos los hay, léase, los premionacionales, ¡hasta María Asela y su tropa, y a Alofoque que se vaya preparando, que el año próximo estaremos transmitiendo desde el mismo corazón del libro, aunque la puesta en circulación de "Las malapalabras que todos necesitamos para pasar el mejor día de tu vida", que por algo es que se goza.
El lector es un pajarito que espera le traigan la comida y por poco, hasta que se la entreguen molida, para que se evite el esfuerzo de tragar. ¡Glup!
Por las ferias los escritores se pasean como gansos, patos, culebras o pavo reales, depende de los títulos, los bestsellers, los amiguitos que son de los grandes hermanitos, de todo ese coro que se les va armando en su derredor, de los periodistas culturales que nunca leen porque mejor las notas de prensa, de los funcionarios con cara de pastores expertos en el manejo de las reses que se irán con sus libritos bajo el brazo.
¡Y en la última feria tuvimos al poeta y familia como la familia perfecta, todos buenos funcionarios, ciudadanos, intelectuales, ejemplos a seguir, futuros premios de la Juventud y de la Mujer y de Cultura y hasta de la Nasa si es que le cogemos el gusto, y dale mambo!!!
Después de la feria apilamos todos los libros conseguidos, como lo hizo Manuel Betances, como esas fundas que traemos del Bravo o del Nacional de los Alcarrizos.
¡A leer se ha dicho! ¡Oh, hipócrita lector! ¡Gracias Baudelaire! ¡Ei pipo!, como diría Pastor o Pastorcito, y a Belén los pastores. ¡A Belén nos vamos!