Las efemérides son los sucesos políticos, económicos, culturales o científicos dignos de ser recordados o celebrados por una comunidad determinada. Pueden ser universales, como la Revolución francesa (1789); continentales, como el aprismo de Haya de la Torre, peruano de ideas debatidas en América; y regionales, como la creación en Asunción del Mercosur (1991). A estas se suman las efemérides patrias, que se limitan a un país en particular y se proyectan con carácter nacional y local. Casi siempre se establecen partiendo de las fechas en que inician los hechos, sin perder de vista que se refieren al hecho en sí, a su comienzo, desarrollo y conclusión. Por ejemplo, para el dominicano común, la Guerra de la Restauración sucedió el 16 de agosto, muchos no tienen idea del sentido y dimensión de lo que sucedió en Capotillo en 1863.

Recrear ciertas efemérides siempre será importante para la preservación de la memoria histórica, para alimentar la identidad y formar en valores. Esa será la cosecha cuando se aborden en actos oficiales, sin afán de promoción ni relumbrón; cuando se trabajen en el ambiente escolar y universitario, sin desfiles que recuerden los desafueros de dictaduras pasadas. Para su adecuada asunción, que también cuenten la familia y los canales formativos de la sociedad de la información. Actuar en contrario es contribuir a que sólo contemos con efemérides invisibles, pues se recuerdan en una fecha, pero sus lecciones se quebrantan todo el año. En muchos casos, aunque nos las recuerden, no recordamos nuestras efemérides. Así lo muestran los sondeos de opinión.