Los reveladores datos de firmas evaluadoras de la educación en América Latina y el Caribe después del impacto de la pandemia Covid-19 y la reapertura de las clases presenciales nos presentan una educación agravada después de años en crisis. Según la UNESCO ya desde el 2013 no se registran avances destacables en la región. Recientes estudios indican que “el 44.3% de los estudiantes de tercer grado está en el nivel más bajo de desempeño en literatura y el 47% en el más bajo en matemáticas.” En este texto deseo fijar la atención en los temas de educación y literatura.

El escaso dominio de la lectura y la escritura reduce de alguna forma la comprensión lectora del estudiante. De esa forma la creación de imaginarios, el conocimiento de la realidad, el desarrollo creativo y la innovación en los saberes se pueden ver afectados. La elaboración de un relato literario, la capacidad ficcional y de abstracción serían limitados.

Los primeros años de aprendizaje son vitales para el desarrollo del niño o niña. Se activan todos los procesos para la generación del lenguaje, de la imaginación y los complejos mecanismos para articular aprendizajes científicos. En esa etapa la alimentación es de suprema importancia, las políticas educativas para el nivel, las metodologías de aprendizaje, la socialización y la inclusión, son acciones y actividades básicas, que no pueden faltar.

Según expertos, si en la educación inicial y básica no se cumplen con las necesidades biológicas, sociales, educacionales y motivacionales del estudiante, eso le afectaría a lo largo de su vida en su formación integral. Bajo esas condiciones desfavorables es difícil producir literatura con calidad.

Leer un libro de 200 páginas para un estudiante del nivel medio de nuestro sistema educativo dominicano, es peor que un castigo.

En América Latina y el Caribe, las políticas públicas en educación, la condición de pobreza, la mala alimentación, la escasa formación del profesorado, entre otros indicadores, arremeten en contra de una buena formación del estudiante. Ya en el preuniversitario la cosa se complica un poco más para que alguien decida dedicarse profesionalmente a los estudios y ejercicio de algún género literario.

El pensamiento actual del desarrollo del neocapitalismo liberal que resulta brutal y excluyente, que privilegia minorías, induce a que las sociedades y universidades apunten a preferir estudios dentro de las áreas económicas, de negocios y tecnológicas las cuales tienden a generar más dinero. Las carreras en las áreas de las humanidades están quedando fuera del negocio. La crisis y fin del humanismo en los sentidos clásico, el liberal y el comunista; la desacralización de las cosas, desde principio y mediados del siglo XX aportan miradas diferentes a la sociedad llamada posmoderna, que es más que un camuflaje de valores del modernismo para reciclar otras formas de dominación.

Ya hacer literatura no es atractivo para el interés de estados ni de gobernantes que utilizaban a los poetas y juglares para perpetuar su historia y que de ellos hablaran futuras generaciones. Ya los capitales, repito, no se invierten en poeta y filósofos, incluso muchas religiones están pasando difíciles momentos por la falta de recursos.

Leer un libro de 200 páginas para un estudiante del nivel medio de nuestro sistema educativo dominicano, es peor que un castigo. Incluso, uno de los castigos que infringían profesores (ojalá no lo sigan haciendo), era que ponían al alumno frente a sus compañeros y de espalda a la pizarra, a leer un fragmento del texto. También,  que le llevara al maestro un resumen de una obra literaria leída, cuando en realidad, muchas veces, el maestro ni había leído dicha obra. Se imprimió una cultura antilectura, de la cual nos  referiremos en un próximo artículo.  Entonces… ¿Qué esperar? (Continuará).

*El autor es escritor y académico.

6 de mayo del 2022.

Virgilio López Azuán en Acento.com.do