Camina lento y sosegado, desde su tiempo extendido anda y ahonda todo su saber. Delgado y sostenido, camina hacia la valiosa presencia de su legado viviente. Se alimenta de la humildad de los grandes maestros de la antigüedad, habla y piensa desde las interioridades ocultas de las cosas. Es un revelador de lo irrevelable, porque busca la esencia intima de lo que lee, para entonces penetrar y asimilar el texto, sin importar su naturaleza.
Su memoria es vivida y textual, con la cual siempre transita a cuestas para continuar su legado cultural y magisterial. Es un especialista de las técnicas narrativas, que decidió estudiar en sus caminos más entrañables: es el único escritor -que hasta ahora conozcamos- que ha emprendido tan loable misión a través de la historia de la literatura.
Conocerlo y estudiar en uno de sus cursos, es realmente un banquete humanístico que todos debemos disfrutar, porque es un caso único y verdadero para robustecernos y encaminarnos hacia el arduo cono-cimiento literario. Además de ser un ejemplo notable de la narrativa contemporánea de nuestra lengua, también es un Maestro de la enseñanza que enaltece el maravilloso y misterioso mundo de la literatura.
Desde sus propias circunstancias ha podido penetrar la eterna presencia de las cosas sensibles y terriblemente vividas, desde un entorno ético y moralmente incuestionable, porque ha hecho de su vida un templo literario y existencialmente aleccionador para las presentes y futuras generaciones.
De Eduardo Heras León, nos dice el destacado escritor cubano, Francisco López Sacha: «La delgada, sutil, sinuosa línea que divide la vida y la creación desaparece un día cuando el texto deja de ser un artificio y pueda sostenerse por sí mismo con aquellos valores que provienen de la experiencia, la observación, la madurez y el arte. Después de una obra ejemplar, con más de siete libros publicados, dos antologías personales, la mejor compilación teórica sobre la narrativa en idioma español, un centro de formación literaria, único en el continente, y centenares de páginas dedicadas a la crítica, la valoración y el desempeño artístico, Eduardo Heras León no puede pensar como escritor, ni siquiera como escritor vivencial, sino exclusivamente como artista. Desde luego, ser artista significa vivir en el peligro, someterse a la tensión de lo que el crítico José Antonio Portuondo definió con el concepto de heroísmo intelectual. Participar de esta condición implica, siempre, asumir la voluntad y el riesgo o el fracaso de la obra, buscar, en cada texto, la posibilidad de un camino, quedarse solo sin otra compañía que la página en blanco. La tentación, en este caso, es la aventura, y, naturalmente, el ejercicio de un esfuerzo sobrehumano para el cual no hay recompensa, con el fin de indagar, interrogar, y transformar en arte esa materia colocada entre el idioma, la imagen y la vida». (Cuentos completos, página 13. Ministerio de Cultura 2012, Rep. Dom.).
Hablar con Eduardo Heras León es como conversar con un fragmento de humanidad, porque lo contiene todo. Con él iniciaremos este diálogo para los lectores de Santiago y el país, que abordara sus investigaciones narrativas, sus obras literarias, sus amigos escritores y personalidades históricas, sus dotes magisteriales y sus labores como periodista y crítico.
Enegildo Peña.: – ¿Dónde y cómo surgió la necesidad de contar o narrar en la naturaleza humana?
Eduardo Heras León.: – Desde que el hombre tuvo la necesidad de agruparse para defenderse de los peligros de una naturaleza agreste y llena de peligros, incluso cuando pensamiento y lenguaje transitaban por caminos diferentes, el hombre necesitó informarse, necesito establecer comunicación entre los miembros de ese grupo primitivo, y esa información la obtuvo en algún momento de su desarrollo de alguien que se la facilito. A ese hombre me atrevería llamarle el primer narrador de la historia, y ese primer narrador produjo un verdadero milagro: fundó el estatuto inicial de la ficción: alguien narra, los otros escuchan y creen, así, a ese primer momento de fundación del acto de narrar, me gusta llamarlo “un acto de fe”.
E.P.: – ¿Existe otra criatura viviente qué pueda hacerlo?
E.H.L.: ¡Quién sabe! Hay estudiosos de la vida de las abejas, los delfines y otros animales que se agrupan como lo hicieron los hombres primitivos, que al parecer se comunican, poseen un lenguaje, aunque no hemos podido descifrarlo. Quién sabe que se dicen en esos fenómenos de comunicación entre sí.
E.P.: – ¿Qué significa el género narrativo para usted, como escritor consagrado y maestro del mismo?
E.H.L.: – Para mí, la narrativa es una manera de conocer el mundo, tanto exterior como interior del hombre, de obtener conocimientos de mis semejantes, de enriquecer mi capacidad de imaginación, mi capacidad de asombro ante la vida, de establecer comunicación con otros seres humanos de distintas culturas, de ampliar mis horizontes emocionales y espirituales a través de la palabra. Es difícil decirte todo lo que representa para mí, porque es una parte esencial de mi vida.
E.P.: – ¿Quiso usted, cambiar la historia de la narrativa, estudiándola a través de sus técnicas?
E.H.L.: -No. Me parece que hubiera sido un atrevimiento de mi parte. Estudiando la historia de la literatura, se me ocurrió la idea de que tal vez fuera posible explicar la evolución de la narrativa a través de la evolución y desarrollo de las técnicas de narrar. Solo eso.
E.P.: – ¿Qué descubrió en sus investigaciones?
E.H.L.: -Bueno, por la lectura de las obras narrativas desde los comienzos de la civilización occidental (léase desde Grecia) hasta hoy, observé como en cada etapa de desarrollo de la narrativa, en cada escuela literaria, en cada período histórico-literario, se iban sumando nuevas técnicas, nuevas maneras de narrar, que iban enriqueciendo el bagaje técnico a disposición de los narradores: se producía un desarrollo técnico considerable, que hacía evolucionar el arte de narrar hasta el día de hoy, en que prácticamente aquel acto primitivo de fe, se ha convertido en un acto de libertad a la hora de narrar.
E.P.: – ¿Podría hablarnos un poco sobre las técnicas narrativas? Usted lo clasifica en cuatro partes: problemas del oficio, categorías de la ficción, los métodos de la narrativa y los procedimientos narrativos.
E.H.L.: -En realidad, así es como mi experiencia de profesor de técnicas narrativas me ha llevado a dividir el programa de los cursos que impartimos en Cuba en el Centro Onelio Jorge Cardoso que yo dirijo. Es simplemente una cuestión metodológica.
E.P.: – ¿Cuáles han sido los escritores y las obras técnicamente más importantes, a través de la historia y la evolución literaria?
E.H.L.: -Mira, en realidad esa respuesta exigiría no menos de diez páginas, lo que sería imposible. Pasando la vista por esa relación, pudiera hablarte de la Iliada y la Odisea, Las mil y una noches, las novelas de caballería, El Quijote, por supuesto, la novela picaresca, el Decamerón de Boccaccio, las novelas de aprendizaje como el Werther de Goethe, la novela epistolar, Balzac, Stendhal, Poe, y sobre todo Flaubert, después Zola, Maupassant, Dostoievski, Chejov y ya estamos en el siglo XX: Proust, Kafka y Joyce, Faulkner y los escritores de la generación perdida norteamericana. Agrega a los latinoamericanos Borges, Cortázar, García Márquez y sobre todo Vargas Llosa. Pero esta lista es muy incompleta y se escapan muchos narradores que también dejaron huellas en las técnicas de narrar.
E.P.: – ¿Por qué los grandes maestros no suelen hablarnos de ellas?
E.H.L.: -Porque a muchos no les gusta revelar los secretos del oficio; otros son egoístas; otros confiesan que no les interesan las técnicas narrativas y algunos, aunque las emplean, no son conscientes de ello.
E.P.: – ¿Todos los narradores o novelistas las utilizan conscientemente?
E.H.L.: -No todos. Algunos las tienen asimiladas por lecturas, aunque no puedan definir-las teóricamente.
E.P.: – ¿Conocerlas es significativo para los escritores?
E.H.L.: -Me parecen de una utilidad extraordinaria para los escritores: es enriquecerse con el caudal de la experiencia y el oficio de innumerable cantidad de escritores a lo largo de la historia de la literatura.
E.P.: – ¿Se puede robotizar un escritor por su uso excesivo?, ¿conoces algún autor u obra que le haya pasado eso?
E.H.L.: -No creo que la palabra robotizar sea la más adecuada. Más bien ese escritor se vuelve un esclavo de la técnica, en detrimento de otras partes esenciales del discurso narrativo.
En la introducción de esta entrevista, citamos a Francisco López Sacha, quien realizó uno de los mejores estudios sobre su narrativa, de su primer libro La guerra tuvo seis nombres (1968), del cual nos expresa: «La guerra tuvo seis nombres se convertirá en un libro singularísimo en el panorama de nuestras letras, porque su conflicto esencial no será el desequilibrio de fuerzas entre las partes en pugna, sino el comportamiento de los hombres en el combate, los costosos errores de la impericia bélica y el desangramiento psicológico de los soldados ante el miedo» (pág. 15).
E.P.: -Su primer, La guerra tuvo seis nombres, es un libro singular y particularmente muy desgarrador, dentro de la narrativa cubana, donde parece que el narrador explica una experiencia personal…
E.H.L.: -Sencillamente porque participe como combatiente en la batalla de Playa Girón y ese libro relata una parte de mis vivencias. Ese acontecimiento de mi vida me cambio para siempre. Te puedo decir que mi vida se divide en dos partes: antes y después de Playa Girón. ¿Y sabes por qué? Porque le vi de cerca la cara a la muerte, y te confieso que no es una cara muy agradable.
E.P.: – ¿Ya había estudiado y aplicado sus conocimientos técnicos?
E.H.L.: -No, de técnica conocía poco. Mis modelos por esa época eran Quiroga, Hemingway, los escritores soviéticos de guerra (Sholojov, Alexander Bek, Konstantin Simonov, y de los latinoamericanos, ya había comenzado a leer a Cortázar, Borges y Abelardo Castillo.
E.P.: -Después de todo esto, ¿qué nos puede decir el autor?
E.H.L.: ¿Crees que se puede añadir algo después de esos generosos criterios de Sacha?
E.P.: -De sus siete libros publicados, ¿qué significó haber escrito Acero?
E.H.L.: -Acero fue escrito en un momento bien difícil de mi vida, provocado por la injusta recepción (no literaria sino ideológica) que tuvo mi libro anterior, Los pasos en la hierba, y es un homenaje a los obreros de mi país: son como siempre vivencias personales, y fue bien recibido por algunos y despreciado por otros como un ejemplo del llamado realismo socialista. Fue, en ese sentido, el primer libro de temática obrera de la narrativa de la Revolución y creo que pude reflejar decorosamente algunas zonas de la clase obrera. Para los detractores de ese librito, tengo un escudo: la opinión de Julio Cortázar, que en 1978, en un taller efectuado en la Casa de las Américas, elogio sin reservas varios aspectos del libro después de hacerme el honor de leerlo con interés, según el mismo confeso.
E.P.: -El Ministerio de Cultura de la República Dominicana, en la persona de su amigo José Rafael Lantigua, en el año 2012, publicó Cuentos completos, donde se reunió hasta la fecha toda su obra narrativa, ¿qué significó eso para usted, que se haya hecho primero en nuestro país, no así en Cuba?
E.H.L.: -Fue un gesto tan generoso, que todavía no encuentro palabras para agradecerlo. Fue una idea enteramente suya, que me dijo: «ya es hora de que el lector dominicano conozca la totalidad de tus cuentos», y sé que mantuvo una preocupación personal para que el libro estuviera publicado para la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2012, a cuya presentación el asistió. Nuestra amistad se convirtió en fraterna hermandad después de ese gesto inolvidable.
E.P.: -En dicha obra, igualmente incluyó en la parte final algo que tituló «Otros cuentos» …
E.H.L.: -En realidad son algunos cuentos que no habían sido incluidos en libros y que decidí publicar en esta edición: así son cuentos verdaderamente completos.
E.P.: -En toda su trayectoria como escritor y en sus diversos periplos por el mundo habrá compartido usted con muchas grandes personalidades históricas y culturales de las que pueda decir que le han dejado huellas….
E.H.L.: -Creo que también la lista sería interminable y algún día aparecerán todos en mis memorias, que estoy decidido ya a escribir. Pero, inevitablemente, guardo en mi corazón las veces que tuve encuentros con el comandante Fidel Castro, sobre todo cuando inaugure el proyecto cultural Universidad para Todos en la televisión cubana, las tres partidas de ajedrez que jugué con el Che en 1963, las clases de artillería que en alguna ocasión le impartí a nuestro actual Presidente Raúl Castro, conversaciones con Juan Almeida y otros dirigentes históricos de la Revolución y en el terreno intelectual, mantener relaciones de amistad con José Saramago, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Mempo Giardinelli, Luisa Valenzuela, Abelardo Castillo, Eliseo Diego, Roberto Fernández Retamar, y haber conocido a Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, entre tantos otros que ahora se me olvidan y con otros desaparecidos como José Antonio Portuondo, Dora Alonso, Cintio Vitier, Y si te agrego los del mundo de la danza, no terminaría nunca, aunque inevitablemente tengo que mencionar a Alicia y Fernando Alonso. Espero en algún momento hablar de ellos y decir todo lo hermoso que se merecen.
E.P.: – ¿Qué piensa de los Henríquez Ureña y de la oportunidad histórica de haber recibido docencia de Camila Henríquez?
E.H.L.: -Fui un admirador de la obra de Pedro Henríquez Ureña, un verdadero sabio; de Max, que incluso fue un profundo conocedor de la literatura cubana; y en el caso de Camila, haber asistido a sus clases creo que fue un privilegio que tuve como estudiante en la Universidad. Escuchar a aquella venerable profesora hablar del Dante es un recuerdo sencillamente imborrable.
E.P.: – ¿Qué valor tiene la cuentística de Juan Bosch y su teoría del cuento?
E.H.L. -Juan Bosch fue uno de los grandes cuentistas de la lengua que tuvo una influencia considerable en algunos escritores cubanos. Y sobre sus trabajos teóricos acerca del cuento ya he publicado un extenso artículo en la revista País Cultural donde explico la relación que tienen sus ideas y las ideas de Cortázar sobre el género, y la influencia de esos criterios de Bosch sobre el mismo Cortázar, algo sorprendente para algunos.
E.P.: -Finalmente, ¿podría referirnos brevemente su rol como fundador del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en Cuba, así como de su labor periodística y crítica?
E.H.L.: -El Centro Onelio ya tiene dieciséis años, con más de 800 alumnos que han transitado por sus aulas. Puedo decirte que es como un hijo que ha crecido en el corazón de los jóvenes narradores que han recibido sus cursos, muchos de los cuales se han convertido en grandes escritores, ganadores de los más importantes premios literarios del país pero que no han perdido el vínculo visceral con el Centro. Creo que si algún merito tiene es el de haber cambiado la cartografía literaria del país. Cuba siempre fue país de poetas. Hoy también es país de narradores y en esa labor hemos puesto nuestro grano de arena, por no decir una parte importante de nuestra vida. Entretanto sigo haciendo periodismo literario cuando el tiempo me lo permite, todavía realizo crítica de danza pues mantengo lazos entrañables con el Ballet Nacional de Cuba y su fundadora, Alicia Alonso. O lo que es lo mismo: sigo escribiendo, que es otra manera de decir que estoy vivo.
Nota bibliográfica:
Eduardo Heras León (La Habana, 1940). Narrador, periodista, crítico literario y de danza. Licenciado en Periodismo y Filología por la Universidad de La Habana. Ha publicado entre otros libros: La guerra tuvo seis nombres (Premio David, 1968); Los pasos en la hierba (Mención única, Premio Casa de las Américas, 1970); Acero (1977); A fuego limpio (1981); Cuestión de principio (Premio UNEAC, 1983, Premio de la Crítica, 1986); La nueva guerra (1989); La noche del capitán (1995); El viejo y el horno (2009); Desde la platea (2010). Fundador, en 2000, del proyecto cultural Universidad para Todos; en 2001 recibió el Premio Nacional de Edición y en 2007 el galardón Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz. Es director del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, es también vicepresidente de la UNEAC. Hace dos años le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura de Cuba. (Cuentos completos, Eduardo Heras León, Ministerio de Cultura 2012).