Una cosa son los acontecimientos históricos y otra son sus interpretaciones que nunca son ingenuas, la inocencia siempre está ausente porque están relacionadas directamente con los intereses del Poder, con la dominación, sobre todo cuando los protagonistas son los sectores populares en gestas libertarias.  La historia se convierte en subversiva, en ejemplo contestario, donde nacen epopeyas, héroes y leyendas,  tentación para la rebeldía y la liberación.

Por esta razón, siempre hay un proceso de desmitificación y tergiversación de los hechos donde la élite gobernante  construye una historia oficial, que es siempre “una historia al revés”, acorde con sus interpretaciones ideológicas que definen una desnaturalización de los acontecimientos, una minimización y una tergiversación de las gestas y de los héroes para minar la imagen que ha construido de ellos lo imaginario popular.

En la historia oficial que se enseña en las escuelas, colegios y universidades prevalece la descripción de los acontecimientos sin dimensión crítica y siempre como una expresión del pasado sin conexión con el presente en la metodología del Cidí, donde la memoria sustituye a la criticidad,  enseñando a repetir y no a pensar.

Pero además, hay contenidos que se tergiversan, incluso hasta que se inventan como la “Batalla de Santo Cerro” que nunca existió,  aunque entre en contradicción con la propia visión tradicional católica del apoyo divino a los oprimidos y no a los opresores, ignorando adrede temas fundamentales como la trascendencia de la esclavitud en la formación de la sociedad dominicana, la identidad nacional y la cultura popular.

Lo abstracto juega un papel ideológico fundamental por la ausencia de cuestionamientos, los estudiantes no visitan con la magnitud de la necesidad a ningún museo, como por ejemplo, el Museo de la Resistencia, el Museo del Hombre Dominicano o el Museo de Historia y Geografía. Además, para casi la totalidad de los docentes, el espacio natural donde ocurrieron las acontecimientos son ignorados, no importan su importancia como por ejemplo el ingenio azucarero Boca de Nigua, donde se originó la rebelión más trascendente de este lado de la isla, el Diego Caballero, el primer ingenio hidráulico de América o la magnitud del Palacete de Engombe o de Palavé, en San Cristóbal.

Hay además hay una política del olvido y del silencio oficiar, donde  los medios de comunicación del Estado y sectores privados, realizan esporádicamente exaltaciones convertidas en espectáculos  de “fechas patrias”, que en realidad son velas romanas para deslumbrar con una ausencia de sistematización en espacios  mínimos dentro de las programaciones generales. La desinformación es lo cotidiano por la falta de revalorización oficial y privada, aún en los ciudadanos de ciudades, pueblos y comunidades donde la historia tiene representación.  Por ejemplo, en Gaspar Hernández, existe la Plaza de los Hnos. Domínguez, Silvio y Hugo, héroes locales  de la gesta inmortal del 14 de junio del 59, declarada por ley patrimonio nacional, con un imponente monumento colocado en el parque central del pueblo, era totalmente desconocido por todo el mundo y por el resto del país.

La osadía o la ignorancia histórica-antropológica son más impactantes cuando provienen de autoridades o de instituciones oficiales que deben velar por la revalorización y por la memoria histórica.  Por ejemplo, en Bonao, un busto del “indio Bonao”, presidía el parque central.  Lo remodelaron para “modernizarlo” y darle un toque patriótico, para hacerlo más acogedor y bello. Para esto se lo dedicaron a Duarte, padre de la patria, olvidándose de Sánchez y de Mella, pero en vez de colocar el busto de Bonao, el símbolo indígena de ancestro e identidad en una parte del parque, lo tumbaron y lo mandaron para el Museo del Hombre Dominicano, borrando las dimensiones  emocionales  de generaciones, mostrando una falta de respeto de la simbolización de las raíces y de la denominación del pueblo.

La férrea y sanguinaria tiranía trujillista con casi 30 años de opresión, parecía inexpugnable. Los mecanismos  de opresión y de terror estaban en su plenitud con total impunidad, pero al mismo tiempo el disgusto era mayor en la sociedad y al máximo el repudio internacional.  Al inicio de la primavera de la Revolución Cubana, con la euforia del triunfo, el exilio dominicana encontró una ventana para enfrentar a  la dictadura con el único camino que había: La lucha armada.

La generosidad dejó de ser una tentación y militantes revolucionarios dominicanos e internacionalista de varios países dijeron presente para ser realidad la decisión de derrumbar la dictadura y plantar las banderas de la libertad y de la democracia. Elaboraron un programa político mínimo de reivindicación popular y de dignificación de la patria, que todavía es válido.

Eran revolucionarios y no ilusos, con conciencia de la gravedad de esta empresa, sabiendo la fiera que enfrentaban y las consecuencias de esta osadía, teniendo presente la gesta de Luperón. Pero su generosidad no tenía límites, su amor a la Patria y a la libertad era determinación de vida y vinieron, se inmolaron, pero su sangre bendita produjo frutos de concientización que hizo posible que soñadores y soñadoras decidieron seguir su ejemplo y nació el glorioso movimiento clandestino del 14 de Junio, con Manolo y Minerva, como símbolos, el cual logró integrar diversos movimientos de células antitrujillistas a nivel nacional en momentos histórico diferentes.

La revolución de abril del 65, honró las simbolizaciones libertarias y las esencia populares de la   gesta de la Restauración, donde un pueblo enardecido enfrento dos imperios con armas en la mano y “estrellas en la frente”. El pueblo dominicano demostró su valor y su patriotismo de vencer o morir en la defensa de la libertad y la dignidad de luchar por la soberanía nacional, pero con ambas epopeyas hay una conspiración de silencio jugando al olvido, descodificando sus esencias a las presentes y nuevas generaciones.

Por eso, es preciso crear espacios vivos de presencia, hora de hacer un museo de la gesta de junio del 59 y del Movimiento Clandestino del 14 de Junio. De igual manera, en el edificio Copelo, es necesario hacer otro museo a la Revolución de abril del 65,  para revalorizar estas gestas gloriosas de la patria, recobrar su simbolización y luchar contra el olvido.