El calendario católico presenta un listado de celebraciones a importantes santos y vírgenes de su santoral durante todo el año manteniendo viva la tradición y la fe de sus creyentes y la reproducción de un antiguo esquema de celebraciones conocida en sus inicios como el calendario gregoriano que surgió como contrapeso al llamado calendario pagano que terminaba con el nacimiento de una figura trascendente del paganismo europeo en diciembre, sustituida una vez instalado el poder del catolicismo apostólico y románica, para construir otros referentes religiosos desde el mundo cristiano, como lo fue el nacimiento de Jesús.
No solo este paralelismo se siguió reproduciendo en el mundo europeo por mucho tiempo, sino que una vez en América, siguió jugando un papel en el proceso de cristianización desmontando o mestizando creencias de otros sistemas religiosos como los procedentes de África y también los amerindios.
El santoral católico en Europa fue una manera de descartar las celebraciones del paganismo, muy fuerte en esos años, y al mismo tiempo, facilitar el acomodo de un referente cristiano que sustituyera los dioses paganos por santidades y celebraciones cristianas, produciéndose una imposición paulatina de los cambios de mentalidades, formas de pensar, cosmogonías y celebraciones.
Una vez en América, este rol ideológico siguió siendo usado con las mismas intenciones, solo que esta vez impactaba sobre nuevas cosmogonías: la africana y la amerindia, pero en el marco del mismo proceso de imposición y sustitución de iconos sagrados que permitiese un mayor y mejor proceso de dominio de las mentalidades, por tanto, del modelo colonial de dominación.
Es así como podemos encontrar en estos tiempos modernos, celebraciones de un santoral católico oficial e institucionalmente dominante, en paralelo al que podían tener las culturas dominadas que se vieron obligadas a ajustarse dentro de un sincretismo violento, a acomodar sus deidades al santoral católico y cuando no, a participar dentro de estas celebraciones, conjugando, sus creencias originarias acompañadas al catolicismo, en esas celebraciones.
Esta combinación festiva en el mismo instante originó lo que se conoce como sincretismo religioso, que es a su vez, parte del mestizaje que América fue aportando al resto del mundo, del cual no escapa la dimensión sagrada.
Todo ello explica por qué este mes de septiembre, el calendario católico gregoriano nos destaca dos de sus más importantes celebraciones religiosas: la Virgen de las Mercedes, el 24 de septiembre en el Santo Cerro de la Vega Vieja, y la del 29 de septiembre en homenaje a San Miguel, cuya historia destaca su papel al vencer a santanás en la lucha entre el bien y el mal.
Específicamente una de estas celebraciones expresa las formas concretas en que se manifiesta el catolicismo popular en nuestro país, pues esa celebración se convierte en una verdadera feria cultural donde es posible encontrarse con una muestra variada de la culinaria dominicana popular, formas variadas y expectantes de cumplimiento de promesas, presencia rica de artesanía popular, música, danza, y formas particulares de manifestar el sentimiento sagrado entre sus participantes, a veces, muy alejada de las formas ortodoxas de sus promotores, pero profundamente vivas, de gran contenido sagrado y con gran significación de fe.
Esta convocatoria, la del 24 de septiembre en homenaje a la Virgen da las Mercedes, venida desde el mundo colonial de los primeros encuentros entre españoles y aborígenes y más tarde los africanos, nos narra una historia condicionada de una batalla desigual en número, entre españoles y aborígenes y a favor de estos últimos, pero que terminó con el vencimiento de los españoles, superiores en pericia militar y tecnológica, quedando en la interpretación histórica como un mito, que el triunfo se debió, a que la virgen de las Mercedes se posó en un árbol de naranjo del lado español por lo que esto definió la confrontación a favor de los conquistadores por cierto, de las pocas batallas de esa magnitud registrada en suelo nuestro.
De su lado, el 29 de septiembre se celebra la derrota de satanás por parte de San Miguel, narrativa de gran significación para el mundo católico por expresar el poder del bien sobre el mal, y desde muy temprano, hacia el siglo VII de la e. C., se construyeron estas leyendas sacras, para disminuir la influencia pagana.
La relación de esta batalla entre el bien y el mal hizo posible igualmente, que la iglesia aceptara el carnaval como celebración pagana, pero burlando al diablo como figura principal en esta catarsis, por eso la figura del diablo terminó representada por un cuasi hombre, con cachos, barba y cejas marcadamente elevadas y curvadas, además de un rabo.
Hoy, San Miguel en el mundo católico es considerado un santo patrón de los militares por ser un guerrero, como deja ver claramente su espada, y en lo que se conoce como adecuación de las religiones africanas a su nueva realidad americana, este santo en la religiosidad popular dominicana, específicamente en el vudú, y por el estudio entre correspondencia de los santos católicos y las deidades africanas a partir de las funciones ejercidas en uno u otro de los mundos de procedencia, este santo católico reiteramos corresponde a Belié Belcán, guerrero también, pero que para sobrevivir a la imposición de la cristianización, hubo de moldearse y representar, en igualdad de simbolismo y ritualidad, al santo San Miguel, por ello, este día se hacen muchas celebraciones en el vudú dominicano, en homenaje a esta deidad, y de su lado, la iglesia católica ofrenda ceremonias y misas en honor a San Miguel. Los militares por su lado hacen fiestas y actividades seculares y rituales rindiéndole homenaje.
Estas dos celebraciones retratan fielmente el sincretismo religioso dominicano, la manera en que se han acomodado a través del tiempo esas dos cosmogonías, produciendo a través del tiempo histórico de más de cinco siglos, una nueva manera de asumir lo sagrado, enriquecido por la conjunción de dos miradas de lo sagrado, que se han encontrado en estas tierras americanas, sin dejar fuera, obviamente, la aborigen, y todas ellas conforman un mosaico ritual, ceremonial, de fe y prácticas, profundamente mestizadas y de gran simbología ritual y espiritual que explica la diversidad cultural de nuestro pueblo y sus múltiples formas de asumir su cotidianidad, incluida la sagrada y la fe.