Doña Bárbara, del venezolano Rómulo Gallegos (1884-1969), se edita en España en 1929. La obra alcanzó gran repercusión internacional por su tratamiento de la naturaleza americana, por su poderoso carácter mítico alegórico y por la riqueza de su lenguaje. Relato telúrico, novela de la tierra, como se designa a este subgénero en el que se inscriben obras como La vorágine (1924), del colombiano José Eustasio Rivera, o Don Segundo Sombra (1926), del Argentino Ricardo Güiraldes, nos instala en el llano venezolano. En aquella infinita extensión se impone una economía basada en la ocupación de la tierra, en el hato de ganado, en la hacienda donde el patrón representa la ley. Este ha tenido que enfrentarse a los indígenas, a quienes somete o aniquila, pero también a todo aquel que atente contra sus intereses.

Bárbara, como autoridad absoluta en aquella región atravesada por el río Apure, invierte el orden establecido. Es una mujer ambiciosa, vengativa y cruel, que impone su ley y se convierte en el principal obstáculo a la hora de llevar la civilización en aquellas feraces e indómitas tierras. Como su nombre sugiere, representa la barbarie que debe ser combatida para construir una nación moderna. Figura mítica, Bárbara es hija del mestizaje: “Fruto engendrado por la violencia del blanco aventurero en la sombría sensualidad de la india”. Criada entre aventureros, contrabandistas sin escrúpulos y proxenetas, padece en su temprana juventud el suplicio de una violación en grupo. Despojada del único amor que pudo redimirla, es rescatada por el indio Eustaquio que la protege. En alianza con los indígenas, Bárbara aprenderá rituales y supercherías para minar las fuerzas de sus oponentes. Con la ayuda de cuatreros y brujos impondrá un régimen despótico, ampliando sus dominios.

Doña Bárbara. Primera edición, 1929.

Del reto que constituye fundar una nación ya había dado cuenta el argentino Domingo Faustino Sarmiento en su paradigmática Civilización y Barbarie (1845) donde un caudillo déspota se presenta como el mayor obstáculo para el desarrollo del país. Rómulo Gallegos ahonda en las razones de la barbarie explicando los orígenes de su protagonista Bárbara. Vejada, sometida y humillada, la mujer se levanta con la fuerza del odio y el deseo de venganza. Su belleza y poder siniestro atrae a los hombres, como Lorenzo Barquero, a quien despoja de sus tierras, y con el que tiene una hija, que ella repudia. Dominando a los hombres, Bárbara se convierte en la cacica de la región, imagen demoniaca, alegoría de la naturaleza salvaje, que debe dominarse para instaurar un nuevo orden. Diosa de la venganza, Bárbara es una anomalía y es preciso someterla o destruirla en el avance civilizador del país.

Santos Luzardo es la otra cara de Bárbara, un héroe idealista que regresa de la ciudad a la tierra de sus antepasados. Lo inspira la esperanza de prosperidad, con la ley en la mano. Pero este hombre también es descendiente de llaneros nómadas, que recorrieron con el ganado las inmensas praderas, que mataron a los indígenas, y que se enfrentaron violentamente a sus parientes por el predominio de la heredad. De modo que el héroe tendrá que enfrentarse a sí mismo para vencer el centauro que lleva dentro.

Entre estas dos fuerzas que representan Santos y Doña Bárbara se encuentra Marisela, la hija de Bárbara, quien encarna la naturaleza virgen, la promesa de un mundo nuevo, en un horizonte en que América se percibe como promesa en el imaginario de intelectuales y políticos. Santos encuentra a Marisela en su estado primitivo; ella es la alegoría de la tierra no violada; no está contaminada por el bien ni el mal, y habita cerca de un pantano donde nace los lirios, lo que la cubre de atributos míticos. Salvaje, en cuanto pura, bella e inocente, como una virgen, es el ideal al que aspira el hombre que penetra en el misterio de la llanura. Marisela contribuye a esta transformación que se propone Santos añadiendo belleza y armonía al entorno.

Marisela es el premio que alcanza Santos Luzardo después de vencer al dragón que es doña Bárbara. La civilización, según plantea el autor, sería este noviazgo de la tierra virgen con su colonizador. Mujer, naturaleza y cultura se funden en Marisela, gracias al amor, ya preparada por su conquistador para cumplir con el papel que se le asigna.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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