Nuestro oficio es levantar piedras, si debajo lo que hallamos son monstruos, no es nuestra culpa. (José Saramago)
La memoria es la piedra más viva. Es el baúl de cosas y de gentes, de historias congeladas en algún lugar y solo necesitas sacarlas al sol para secarlas, airearlas y tonificarlas. Darle el color y la espesura que deseas. Eso pienso hacer en las siguientes líneas.
Lo recuerdo como ahora. Éramos jóvenes y creíamos que, en Managua, Nicaragua, aquel julio de 1979, había triunfado el sol de la justicia, de la democracia, de la libertad en toda su maravilla conciencia, que no eran las manidas frases cohetes que todos conocemos, que la revolución del Frente Sandinista de Liberación Nacional y la quincena de comandantes amorosos y victoriosos nos habían hecho el mejor de los regalos: no más oprobios, no más abusos y no más un líder, devorado por la egolatría, decidiendo el destino de nosotros, pobres mortales para luego hacer lo que le da la gana a nombre de una ideología, una religión, un capricho de su ego.
Y sigo aireando la historia congelada. Yo también me coloqué la pañoleta rojinegra del FSLN para recabar fondos antes y después de la revolución triunfante. Yo también, junto a otra “compañera”, hicimos una yuca en las puertas del antiguo Supermercado Dominicano de mi sector. Queríamos que la clase media nos hiciera caso y compartiera sus recursos con lo que había pasado en un país de Centroamérica. Recabamos recursos, antes, para derrotar a Somoza de un solo zarpazo; y después, para iniciar la construcción de una Patria de Sandino más fuerte y decidida” a cambiar el rumbo de la Historia”“para que la clase obrera, estudiantes y trabajadores por fin conozcan el Paraíso”. Al final, verdaderas y dolorosas frases cohetes.
Ahora que viene Don Sergio Ramírez, escritor, ensayista y Premio Cervantes de Literatura y ex vicepresidente de Nicaragua, al Festival Centroamérica Cuenta, se hace necesario que sea recibido con la más alta estima por los dominicanos. Le acaban de negar la vida, me atrevo a decir.
Es necesario que lo escuchemos hablar sobre la monstruosa decisión que lo expulsa de su historia y de su tierra, de sus raíces, que no es un juego. Recordemos el caso Padilla, obligado a la humillación de testificar contra sí mismo en nombre de la "Revolución", y al propio Don Juan Bosch haciéndose gigante en tierras ajenas.
Hablamos de alguien que creyó en la Managua de julio del 79 y que ahora ha sido desterrado, sacado a patadas de su país por los ególatras enanos de un régimen que ronda la esquizofrenia y el taca taca de feroz autoritario.
El autor de novelas como Margarita está linda la mar, Castigo Divino y ¿Te dio miedo la sangre?, es la Palabra, la piedra viva de la memoria de un pueblo valiente cuyos mayores esfuerzos se pudrieron al paso del tiempo y de las peores circunstancias.
El propósito de distinguir a Don Sergio en Santo Domingo debe ser demostrar que la Palabra puede más que los largos colmillos y el peine de balas en la cintura.
Nicaragua, Nicaragüita no les pertenece a los Ortega Murillo. También es la tierra de la irreverente y maravillosa poeta Gioconda Belli, de Don Sergio y de cada uno de los nicaragüenses.
Solo recordar aquí un trozo del discurso de Don Sergio al recibir el Premio Cervantes 2018:
“A través de los siglos la historia se ha escrito en contra de alguien o a favor de alguien. La novela, en cambio, no toma partido, o si lo hace, arruina su cometido. El vasto campo de La Mancha es el reino de la libertad creadora. Un escritor fiel a un credo oficial, a un sistema, a un pensamiento único, no puede participar de esa aventura diversa, contradictoria, cambiante, que es la novela. Una novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas…No hay nada que pueda y deba ser más libre que la escritura, en mengua de sí misma cuando paga tributos al poder el que, cuando no es democrático, sólo quiere fidelidades incondicionales. Somos más bien testigos de cargo. Nuestro oficio es levantar piedras, decía Saramago, si debajo lo que hallamos son monstruos, no es nuestra culpa”.