Que el gran humanista y crítico Pedro Henríquez Ureña exaltara, esencialmente, las virtudes de la cosmovisión intelectual y literaria de Domingo Faustino Sarmiento, conlleva a preguntarnos, forzosamente, lo siguiente: ¿Debe, acaso, el crítico contemporáneo rechazar la postura del Maestro dominicano, respecto a la ideología deshumanizante en la obra del escritor argentino?
Respaldando la propuesta del Maestro, podemos conceder que Facundo: civilización y barbarie (1845) constituye, dentro de la tendencia llamada romanticismo americano, un “libro esencial de la lengua castellana” por exponer la rica cultura gauchesca, la temática del nacionalismo, la identidad nacional y el debate social. No obstante, asumir dicha obra, dada su connotación indiscutiblemente racista, como una instancia paradigmática del romanticismo social, podría desembocar, dada la connotada visión humanista de don Pedro, en una ostensible posición incuestionablemente contradictoria, analizable dentro de los parámetros, si se nos permitiera aplicarlos, de la disonancia cognitiva.
Bien visto el punto, Sarmiento, igualmente educador y político, recurre a un evidente expediente ideológico para definir algunas presuntas características repugnantes del gaucho. Observa él: “la sangre es lo único que tienen de seres humanos estos salvajes”. Rompiendo así, el también autor de Recuerdos de provincia, con la tradición de una vital y vibrante tradición de múltiples escritores y luchadores del movimiento romántico, quienes defendían a los desheredados de la tierra.
De hecho, en el llamado Continente Americano surgieron voces en defensa de las culturas y tradiciones americanas, las cuales expresaban los anhelos de las jóvenes naciones americanas. Escritores tales como el cubano José María Heredia y el argentino José Hernández estipulaban preservar las culturas endémicas de la región, aunque en un ambiente paradójico debido a que ya no era posible abrazar lo “auténtico americano” sin tomar en cuenta la profunda influencia europea.
Esos escritores, discípulos de una nueva vertiente en América llamada romanticismo, buscaban no solo la emancipación social y política respecto, fundamentalmente, a la “Madre Patria”, España, sino que también perseguían, al mismo nivel, la independencia literaria. Cada escritor, fuera poeta, cuentista, ensayista o novelista, buscaba la identidad americana dentro de una matriz de idiosincrasias entre diversas naciones. Tanto Hernández como Sarmiento enfatizaban el nacionalismo, buscando en él la singularidad latinoamericana.
No cabe duda que Faustino Sarmiento, en su obra maestra, Facundo: civilización y barbarie, trata de exponer las “cualidades humanas” de la cultura gauchesca como un subcomponente del nacionalismo argentino. En tal caso, intenta analizar, entender e interpretar la realidad argentina y por extensión americana. Pero el caso de Sarmiento es único, pues mientras que su compatriota Hernández valoraba al gaucho en su magnífico poema épico y popular Martín Fierro (1872-79), el expresidente argentino ve al gaucho como un impedimento, un obstáculo que interrumpe y estanca el progreso. De ahí que el escritor de marras exprese, revelando su arrogancia y falsa premisa de superioridad europea, una evidente “admiración” por las habilidades físicas del gaucho. Así que, en su obra, el literato argentino retrata las destrezas del baqueano y el rastreador. Pero, fundamentalmente, es el gaucho malo que encarna el verdadero carácter gauchesco, “malo sólo por ser gaucho”.
En virtud de lo más arriba citado, ¿Podrá mantenerse la condición de humanista que se le ha otorgado al Maestro Pedro Henríquez Ureña?
O, en todo caso, ¿Habrá diferentes prototipos de humanistas?