El excelso poeta dominicano Domingo Moreno Jimenes (1894-1986), cumplió 130 años de su nacimiento, el pasado 7 de enero de 2024, pero no fue conmemorado ni recordado por las autoridades del Ministerio de Cultura, que por lo poco que han hecho, solo existen en la nómina del Estado. No es posible que un poeta que exaltó la dominicanidad en su poesía, con un altísimo aliento universal, no fuese recordado en su país de origen. Desde luego, eso no pasa en una nación donde la cultura sea un eje trascendental para su desarrollo creativo e intelectual.
Domingo Moreno Jimenes es uno de los cinco mejores poetas dominicanos, por lo que se convierte en un Patrimonio Cultural de la Nación, a quien debemos leer y recordar con respeto y devoción. La poesía es la patria de la lengua y la creación; nada es mejor para concretar la cultura de un pueblo que su poesía.
Cuantos millones de personas no hemos ido a Chile, pero hemos leído y nos regocijamos con la poesía de Gabriela Mistral (1889-1957), Vicente Huidobro (1892-1948), y Pablo Neruda (1904-1973), para solo citar tres aedas, que ya son Momumento Cultural de la Humanidad.
En el caso nuestro, se debe a un mal que viene engendrado, desde la superestructura del poder económico y político. Ni uno ni otro, ven la literatura y la cultura como una vía de desarrollo. A sabiendas, de lo que estableció en la década de los 90, el presidente Javier Pérez de Cuéllar de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la Unesco: «Todos estaban convencidos de que la cultura es una variable fundamental para explicar las distintas pautas del cambio y un factor esencial, cuando no la esencia misma, del desarrollo sostenido, en la medida en que las actitudes y los estilos de vida determinan la forma en que administramos nuestros recursos no renovables» (Cuéllar, 1997, págs. 14-15).
En esta cita, queda resumida, la razón de los atrasos de nuestro país, no le damos prioridad ni a la cultura ni a la literatura, dejamos atrás los valores y recursos intangibles, fuera del desarrollo de la nación. Hemos tenido presidentes recientes, que nunca pronunciaron en su gestión la palabra cultura ni literatura, incluso ni siguiera los escuché citar un libro. De ahí, sus fracasos gubernativos en el área de la cultura, porque ni siguiera pueden nombrar a una persona calificada en la materia. Toda esta situación, me hace sentir y sufrir un malestar en la cultura, como el famoso libro de Sigmund Freud: El malestar en la Cultura (1966), un año después, Guy Debord publicó: La sociedad del espectáculo (1967). En ambas obras, se fundamentó Vargas Llosa para escribir: La civilización del espectáculo (2012).
El pasar por alto, la fecha del nacimiento de Domingo Moreno Jimenes, nos vuelve a recordar la lectura de obras: Tiempos líquidos. Vivir una época de la incertidumbre (2017), del connotado sociólogo y filósofo polaco Zygmaunt Bauman (1925-2017), igual al sobresaliente filósofo y ensayista surcoriano Byung-Chul Han (1959-), La sociedad del cansancio (2012). Estamos cansados de que nuestros escritores, intelectuales, y artistas dominicanos sean marginados e ignorados por el Estado. Como lo acaban de hacer, con el poeta del Postumismo, movimiento literario de vanguardia de la literatura nacional, que afianzó y elevó el versolibrismo en la República Dominicana, a pesar de la vieja y debatida discusión, de quién verdaderamente lo introdujo en la poesía local.
Moreno buscó en su universo poético el acento emocional de la expresión, por el de la rima tradicional del verso, como expresó: «Decidí originar una nueva fórmula lírica en la cual toda la prosodia estuviese basada en un acento emocional que, sustituyendo la rima, contribuyera a darle un influyente caudal de expresión al idioma. Lo conseguí (…); pero yo no me quedé ahí; y casi a continuación produje una poesía enteramente regida por las emociones, donde los prejuicios de forma y fondo desaparecen» (Santos, 2021).
Esto, podemos aplicarlo a otro de los principales poetas dominicanos: Manuel del Cabral (1907-1999), nacido en Santiago de los Caballeros, que en 1945 publicó su conmovedor poema: Chinchina busca el tiempo, es un intenso viaje poético de su hija, de igual nombre, cuando apenas contaba con solo 7 añitos. El poeta describe y plasma las andanzas juguetonas y los objetos del entorno, de la niñez de ella, en un excelente poema en prosa, con una altísima preciosidad lírica.
Considero que cada poeta tiene su gran poema, que trata de una manera única, a cualquier otro autor. En el caso que nos ocupa, Domingo Moreno Jimenes también lo consiguió en La hija reintegrada (1934), en nuestra historia poética maravillosamente. Me atrevería a decir, que todavía no he encontrado en ninguna lengua dos poemas parecidos. El de Domingo es sobre la muerte de su hija, hasta uno siente y su lectura. Cada vez que lo leo, se me estremece el corazón, y mis ojos comienzan a derramar lágrimas de sal. Son de esos poemas que nos transforman y nos cambian la vida, jamás volvemos a ser el mismo.
Con relación a ello, el propio poeta lo explica, en la entrevista que le realizara Guillermo Peña Contreras, en su formidable obra Doce en la literatura dominicana (1982): «̶ Una de mis hijas murió en una época en que ya yo no era muy joven; de manera que la única forma de escape que encontré para esta terrible realidad fueron algunas cuartillas de papel». De ese corazón y manos adoloridas, surgió un poema que registra para la eternidad la tragedia, de un padre que solo fue un poeta que aceptó la poesía con dignidad, siendo su único sustento familiar: «Otro factor, además, fue la precariedad económica en que vivíamos mi familia y yo pues no tenía empleo ni nada que me respaldara económicamente que no fuera la poesía» (Contreras, 1982, pág. 49).
Existe un libro que inicia, enteramente, la biografía de un poeta dominicano: Domingo Moreno Jimenes. Biografía de un poeta, primera edición (1976), de José Rafael Lantigua. En ella, el autor también explica: «Para Moreno Jimenes, padre indiscutible del movimiento Postumista, la poesía fue principio y fin de su vida. Se podría decir con justicia y en verdad que vivió de ella y por ella, y que allí donde la vida tiene sus comentos más crueles, sus desasosiegos más largos y el temple parece que decae, la poesía fue el vehículo para doblegar las circunstancias y hacer que resurgieran una nueva motivación, un nuevo sentimiento, nuevas esencias» (Lantigua, 2006, pág. 18).
José Rafael lo llama «padre indiscutible del movimiento Postumista», aunque lo fundó conjuntamente con Rafael Augusto Zorrilla y Andrés Avelino, muchos consideran a Jimenes como el verdadero Pontífice del Postumismo, mientras que el último fue reconocido como el teórico del mismo. Algunos poetas y escritores locales, al querer demeritar la gran obra poética de Moreno, Lantigua resarce: «La vida y obra de Domingo Moreno Jimenes ha sido objeto siempre en nuestro medio de constantes reparos. En más de una ocasión incluso, se le quiso despojar de méritos que obtuvo el poeta, después de años y años de duro batallar en su amplísima labor literaria. Nada más ingrato. Moreno Jimenes es, hoy por hoy, el poeta dominicano de mayor consagración y de más fuerte carácter lírico y humano» (pág. 19).
Domingo Moreno Jimenes nació el 7 de enero de 1894, en Santo Domingo, fueron sus padres Antonio Moreno y Dominga Urdaneta, ambos de origen venezolano que vinieron a vivir aquí. Su abuelo fue Juan Isidro Jimenes (1846-1919), quien, en noviembre de 1899, se convertiría en presidente de la República. Él era el poeta que algunos escritores nuestros entendían, según la insistencia de Manuel Rueda, que había nacido en Santiago. Lo que es verdad es que él duró un tiempo viviendo y escribiendo en la Ciudad Corazón, desde donde vendía sus libros, como otrora lo hiciera el poeta popular Juan Antonio Alix (1833-1918). Incluso, ambos escribieron poemas a la ciudad y a la provincia, dejando testimonios del amor y gratitud que sentían por ella.
El poeta tuvo que trabajar con su obra y trayectoria para ganarse en el sitial que merece en nuestra poesía, pese a que constantemente sus pares continuaban demeritándolo, hasta porque usaba palabras criollas en sus creaciones. Otros plantean que no fue él quien introdujo la poesía libre en el país, sino Otilio Vigil Díaz (1880-1961), con su poema en prosa «Arabesco» en 1917, mientras que «Psalmos» fue en 1913. Vigil creó el movimiento Vedrinismo, en honor al piloto francés Jules Védrines (1881-1919), quien hacía piruetas en su aeronave; eso mismo haría el movimiento literario en la poesía, siendo logrado más por su único miembro y discípulo Manuel Zacarías Espinal (1901-1933).
Otro movimiento poético del país fue La poesía sorprendida, que tuvo como su gran maestro a Franklin Mieses Burgos (1907-1917), y aunque Domingo comenzó a publicar en su revista, algunos de sus miembros empezaron a criticar su poesía… El dilema era la poesía con el hombre universal, en cambio la de Jimenes era la poesía con lo nacional y lo póstumo. En la entrevista de Peña Contreras, lo explica: ̶ «Al principio yo quise hacer una poesía nacional, dominicana, y después, por extensión, una poesía americana» […]. ̶ «El origen del vocablo es porque mi poesía, siempre, trata el tema de la muerte, desde que yo comienzo. Luego fui ahondando más en ese tema y como lo póstumo es lo que va después de la muerte… Aunque para mucha gente es que no se reconoce la poesía de un postumista hasta que éste no haya muerto. Pero no es así. Es, sencillamente, una poesía que va más allá de uno, es la voz del hombre» (págs. 48-49).