La travesía ha sido larga, entre piedras y espinas. El punto de partida de la educación formal quedó plasmado desde el mismo origen del poblado en la sabana Juan López, frente al mar Caribe, que luego han llamado Pedernales, en la frontera sur de República Dominicana.
El plan gubernamental de dominicanización de la frontera sur para el primer asentamiento civil concretado en 1927 por el gobierno de Horacio Vásquez, consignó la construcción de una casa escolar para los hijos de los colonos. Y la hicieron. Según las autoridades, en vez de una, tuvieron que hacer otra por la demanda de espacio.
Un año antes, el secretario de Agricultura e Inmigración, Rafael Espaillat, había nombrado al culto Sócrates Nolasco (esposo de la escritora Flérida Nolasco), como encargado de colonizar en el plazo trazado la frontera del extremo sur para preservar el territorio dominicano, conforme el oficio o 1523 del 13 de abril de 1927. Los haitianos tenían parajes desparramados desde la misma línea divisoria hasta Barahona, al oeste.
Servio Tulio Mancebo, hijo de una de las primeras familias de la comunidad, empresario y catedrático, sostuvo hasta su muerte que la idea de fundación de la colonia provino de Espaillat y la gerencia de la ejecución de las obras fue responsabilidad Sócrates Nolasco.
En Listín Diario del 25 de mayo de 1976, Mancebo escribió sobre los preparativos para reclutar las familias en Duvergé, provincia Independencia.
Refiriéndose a Nolasco, plantea: “Saturnino Moquete, amigo de Manuel Henríquez y Carvajal, prócer de la Restauración y padre de Flérida Nolasco, le recibe con Nicolás Féliz y le asiste en la labor de reclutamiento de las familias”.
Para el Gobierno, urgía formalizar poblados en la franja fronteriza. En ese propósito, la piel “blanca” era uno de los criterios de selección.
Reclutaron siete familias de Trujín (Luego Oviedo), una de Barahona, una de Barbacoa (Villa Jaragua) y 40 de Las Damas (Duvergé). Y en diciembre de 1927 ya estaban ocupadas 49 de las 50 casitas de tejamanil que formaban el redondel. En madera de clavó, construyeron las casas de administración de la colonia, oficinas y almacén para guardar aperos de la colonia. La mayoría de las personas reclutadas cruzó a lomo de mulo la agreste Sierra de Baoruco, por Puerto Escondido, hasta la llanura sur.
La oferta gubernamental consistía en casas, potrero de 25 tareas, un potrero para el pasto de los animales del Gobierno, canales riego (rigolas), novillas de vacas, gallinas, cabras, una iglesia para evitar que los niños fueran bautizado e indoctrinados en Haití, una casa para el oficial del Ejército, un horno para hacer panes, “barcos” (goletas) para transportar sus productos libre de pago de flete, escuela y maestros para sus hijos.
El 1 de mayo de 1928, Nolasco concedió una entrevista a Listín Diario y habló acerca de la ejecución de las obras desde mayo del año anterior. Eran tiempos en que “el mejor camino era el mar”, por donde llegarían desde Barahona y Santo Domingo, en goletas, los materiales para la construcción y los obreros.
“… A principio de agosto quedaron fabricadas hasta 50 casitas techadas de zinc con su cocina y letrina cada una, más una casa escolar que luego resultó pequeña para la gran cantidad de niños de la colonia, siendo necesario construir una más vasta…”
De brinco en brinco
La escuela originalmente estaba al lado de la casa de administración de la colonia (hoy 27 de febrero con Genaro Pérez Rocha) donde vivió la pareja Bienvenida Trujillo-Aquilino Collado con sus hijos, y funcionaron una bodega, la fábrica de hielo y el hotel El Palomar.
Luego operó en la casona del cabo de la Policía Paulino, uno de los hijos de la pintoresca Chevé Bello (Chevebello), en la hoy Mella casi esquina 27 de febrero.
Más adelante funcionó en el solar donde existía la iglesia de madera clavó con un campanario al que se subía por una escalera también en madera, paralela a la hoy Braulio Méndez esquina Juan López, el pasillo hacia el altar y la puerta de entrada y el campanario hacia la Juan López.
Un ciclón la tumbó y en su lugar fue construido el edificio para las oficinas públicas con paredes de concreto y techado de zinc, que luego destruyó el huracán Inés del 29 de septiembre de 1966. El gobierno presidido por Joaquín Balaguer construyó un nuevo edificio para las oficinas y lo inauguró 7 de septiembre de 1968. Sigue en pie pero con evidentes señales de ruina.
Las vigentes edificaciones de la escuela (en la Duarte, camino a la playa) y el colegio (luego llamado liceo), en la Libertad, fueron inauguradas junto a las viviendas, el hospital (demolido en 2016 para edificar uno nuevo), la iglesia y demás obras construidas por el hoy héroe nacional ingeniero Wascar Tejeda Pimentel por encomienda del gobierno presidido por el tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina en el marco de las celebraciones de la fundación de la provincia, el 1 de abril de abril de 1958, creada mediante la Ley 4815 del 17 de diciembre de 1957.
Miguel Pérez nació en Pedernales en 1941, gracias a una partera porque mujeres, como Consuelo, Alejandrina y Valencia, hacían de “gineco-obstetras”. Músico y técnico en motores Diesel graduado del Loyola, debutó como estudiante en tiempos duros en que la comunidad se limitaba a un redondel de casitas.
“Yo solo estuve como estudiante en la escuela que estaba al lado de los Collado (Bienvenida Trujillo y Aquilino Collado)… La comunidad de Pedernales en ese tiempo era un puñito, nos conocíamos todos, eran unas cuantas familias; el pueblito estaba delimitado por rigolas: la de Minita, que era la misma de Isabel (Isabel Regola), la de Esperanza… En la periferia del pueblito estaban Genaro, Esporminio Heredia, Pilín, Cayán… Uno caminaba el pueblito en un ratito, el límite era más o menos ahí donde está la iglesia. Estaba la fortaleza y detrás, solo conucos, protreros y las casitas que le pasaban por el lado (la de Chevé, Esperanza, Lilito)… Era el redondel, en el medio estaba el play y después hicieron la casa consistorial (ayuntamiento, el partido dominicano, tesorería) y al lado el Juzgado de Paz. Mucho tiempo después construyeron el local del Partido Dominicano (en el presente ocupa el local el Club Social Cultural) y el edificio de la Gobernación, y las casitas que hizo Wascar. Era un puñito pero había una juventud floreciente, aunque, por la pobreza, después fue emigrando y otros enganchándose a guardia. Las muchachas se casaban, la mayoría, con guardias. Eran los que ganaban cheques, ganaban RD$27.80 y los empleados públicos ganaban poco, pero tenían sus mujeres”.
Tony Bretón, 75 años, es ingeniero civil, evoca sus días de estudiante en el pueblo.
“La escuela a la que asistí solo unos días, en 1955, con el profesor Guzmán y el director Francisco Cabral, estaba en una casa de madera de clavó techada de zinc en la 27 de febrero, a media cuadra, al lado de la casa de Bienvenida Trujillo y Aquilino Collado (la de administración de la colonia del 27). Fui como un mes. Recuerdo que tenía detrás una letrina. El ciclón Katie la destruyó (1955). En enero o febrero de 1956 pusieron la escuela en una casa de madera en la Mella con 27 de febrero. Ahí asistí al segundo porque mi prima hermana Eunice Félix Cabrera me había alfabetizado. Recuerdo que ahí aprendió a leer Linda Cumbero. Ella se hizo famosa porque no leía, sino que deletreaba. Conocía todas las letras. La escuela estuvo allí estuvo hasta que, en septiembre de 1956, construyeron un edificio de un nivel en la calle Braulio Méndez esquina Juan López. Ahí asistí a los cursos de tercero, cuarto y quinto con Falia Sena y Ruperto Vólquez Medrano. Esa escuela siguió siendo escuela primaria hasta 1966. Pero el quinto, sexto y séptimo comenzaron a impartir en septiembre de 1959 en el “colegio” de las altagracianas Viviana, Carmela y Josefina, solo en 1959 y 1960. Trujillo las expulsó y ahí comencé el séptimo con Heráclito. De los edificios construidos, uno en la Duarte y otro en la Libertad frente a las casas de los empleados mensuales de la Alcoa, sólo fue ocupado el de la Duarte; el de la Libertad operó como residencia de las religiosas hasta 1963”.
Elsa Pérez expresa que “Ruperto Vólquez Medrano fue primero profesor de Juanín y luego mío en la escuela de block techada de zinc de la Braulio Méndez con Juan López, que tenía unas cuatro aulas… De esa escuela recuerdo a la profesora Petra, quien me alfabetizó, a Inés Rivas, a Denia… En el 60 pasamos a la otra escuela a la Hernando Gorjón (la actual). De esa última recuerdo a Nelo, Denia, Heráclito, Mon, Luisa, Fanny…”
La otra vida de Hernando Gorjón
Las autoridades nacionales la designaron Escuela Primaria e Intermedia Urbana Hernando Gorjón, un perfecto desconocido en las aulas y en la provincia, por ser dueño de un supuesto humanismo y aportes a la educación que el reconocido historiador dominicano Emilio Cordero Michel desmontó y le calificó un hombre de empresa y de presa, un pillo auténtico, evasor de impuestos y esclavista.
En una conferencia pronunciada en la Academia Dominicana de la Historia, el 21 de marzo de 1996, el investigador y catedrático planteó: “Al español Hernando Gorjón se le ha conocido en la historia colonial de Santo Domingo como un hombre piadoso, protector de la enseñanza y la cultura y amigo de los pobres, por donar sus bienes para la erección de un colegio, un hospital para indigentes y una iglesia. En realidad, Gorjón fue un hombre de empresa y de presa que, como “señor de ingenio”, estaba en la bancarrota, lleno de deudas y que, por ello, dio su unidad productora de azúcar, ubicada en la villa de Azua, junto a sus tierras, cultivos, hatos, equipos, instrumentos y esclavos, a manera de evitar la manera de evitar que sus acreedores le ejecutaran dichos bienes. Después de su muerte, acaecida en 1547, los bienes fueron vendidos en pública subasta, pero sus adquirientes (miembros del cabildo eclesiástico, regidores y funcionarios burocráticos), no pagaron los tributos e intereses que se obligaron a satisfacer y, con la galopante depreciación de la moneda, el colegio tuvo corta vida y el hospital para pobres y la iglesia, jamás se construyeron”.
Puntualizó que Gorjón actuó más por el interés de mantener su posición económica y de lograr el prestigio social que no tenía por estar excluido de la cúpula de la oligarquía esclavista colonial.
En su ponencia, Cordero Michel destacó que Gorjón nació en 1482 en las Cumbres de San Bartolomé, Huelva, Andalucía, y en 1502, con 20 años, llegó a Santo Domingo acompañado de Nicolás de Ovando.
“Con toda probabilidad participó en la pacificación del cacicazgo de Jaragua, formando parte de las huestes de Diego Velásquez, se avencindó en la villa de Azua y en 1514, conforme al Repartimiento de Alburquerque, le fueron encomendados 51 aborígenes, bajo el cacique Gonzalo de Nica, entre ellos, 30 de servicio, 7 naborias (sirvientes de la aristocracia), 8 viejos y 5 niños. Es decir, que ya en 1514 explotaban indios bajo al brutal encomienda…”
Durante aquellos años de la Era, la educación estaba en manos de la Iglesia Católica.
“La escuela primaria funcionaba en lo que hoy es el edificio de oficinas públicas. Con el ciclón Katie (1955) se destruyó casi todo el pueblo. Eso dio lugar a la construcción dela iglesia, la fortaleza (actual), las viviendas, el hospital y las dos escuelas. La escuela Hernando Gorjón pasó a ser lo que le decíamos el colegio, donde se impartía docencia desde el quinto hasta el octavo curso. El personal docente eran las españolas altagracianas Viviana Ripolle, directora y profesora de octavo curso, Carmela, Mary y Gollita. La escuela vieja fue construida y ahí se impartía clases desde el primero hasta el cuarto”, narra Elsa Pérez.
Y enfatiza: “Con el conflicto de Trujillo con la Iglesia, las españolas fueron sacadas y la escuela vieja se trasladó hacia el local de la Duarte, frente al hospital, entre 1959 y 60, para dejar el local a las oficinas públicas. Es ahí donde se formaliza la escuela primaria completa, mientras el local de la avenida libertad (luego liceo) permanecía cerrado y solo se usaban un aula para dar las clases de Economía Doméstica, impartidas por la profesora Irlanda Hernández. Luego pasó a ser el Liceo Secundario Pedernales, que se había iniciado en la escuela Hernando Gorjón, pero de manera nocturna.
“Petra (Petra Emma Álvarez Pérez, 88 años, primera profesora graduada de la provincia) fue mi profesora, fue quien me alfabetizó. Tenía una excelente voz y fino trato, muy dulce con las personas. La recuerdo bien porque siempre iba a donde sus abuelos Memén y Atina, en la Juan López esquina Libertad, al lado de mi casa. Luego casó con un médico del hospital Elio Fiallo, el doctor Miguel Reyes (fallecido), y se fue a vivir a Haina. Siempre iba de visita a Pedernales con su familia”.
Una nueva batalla
Diferente a Gorjón, los maestros y las maestras del Pedernales de aquellos tiempos se entregaron con “alma, corazón y vida” para formar jóvenes no solo con el objetivo de pasar de curso, sino en valores para afrontar los desafíos ético de la sociedad.
La profesora Eunice Félix Cabrera sería importada desde Salcedo por su tío Rubén Bretón, presidente del Partido Dominicano, para convertirle en la primera directora del centro, tras la expulsión de las altagracianas españolas por el régimen de Rafael Leonidas Trujillo Molina, que ya se tambaleaba y escenificaba el conflicto con la poderosa Iglesia Católica.
El cuerpo docente había llegado de Duvergé. Lo integraban Milcíades Mancebo (Lupito), Inés Verónica Rivas (Inesita), Luisa América Perdomo (luego gobernadora provincial), Fania Mercedes, Ramón Emilio Suberví Pérez, Denia Mercedes y Heráclito Ducledes Peña Adames.
Otros profesores ampliarían poco después el equipo que dejó hitos en Pedernales: Firgia Maritza Méndez (Tismary), Magnolia Guzmán, Manuel Peña Lurita, Ana Deidamia Pérez, Isabel Báez, Geremias Adames Vólquez y el profesor de Educación Física, Olmelio Méndez (Melito).
El inspector de Educación en la provincia era el damero (Las Damas o Duvergé) Fernelis Bienvenido Mercedes.
El plantel original es un edificio de dos niveles al cual le agregaron dos pabellones, uno al norte y otro al sur.
“La relación entre profesores y con las familias era como si fuéramos hermanos”, puntualiza Heráclito Ducledes Peña Adames, 85 años, quien llegó a Pedernales desde Duvergé, el 4 de mayo de 1961 y, antes de ser pensionado, en 2004, ejerció como profesor y director. Es abogado.
Narra que “vine a Pedernales como desafecto del régimen de Trujillo. Yo era miembro de la Aviación Militar Dominicana. Y el sargento Dalmiro O’Neil Adames Moquete, tío del senador de Independencia Dagoberto Rodríguez Adames, dirigió el complot de los sargentos para eliminar a Trujillo… Chichí Hernández fue dado de baja de la Aviación por ser primo hermano de ese tío de Dagoberto, y no lo fusilaron porque era secretario de Ramfis. A los 26 días de yo llegar a Pedernales mataron a Trujillo. Me trajo el gobernador doctor Manuel Eugenio Pérez Peña (Liquito), que era mi primo. En la escuela Hernando Gorjón fui director hasta 1970 cuando me fui a Jimaní. En el 1965 comencé el Liceo Secundario con varios profesores: Jaime Cornielle González, Vetilio Peña Mercedes. La escuela funcionaba hasta el séptimo curso. En esa época no había liceo secundario”.
Nelo Adames Heredia ha cumplido 89 años. El peso de los años ha erosionado un poco su ímpetu de los días de escuela. Está en Nueva York con los suyos. Duró un cuarto de siglo como maestro de la Gorjón. Alternó como maestro de primero de primaria e intermedia y director. Se retiró de la docencia cuando logró el título en Derecho
“Yo primero fui maestro en Duvergé, luego en La Descubierta y, cuando tenía como 25 años, entonces me trasladé a Pedernales. Me nombraron allá el 21 de septiembre de 1962”.
Cuenta su experiencia. Celebraban los días Maestro, Duarte, Sánchez, Mella, las Madres. Para el Día de las Madres hacíamos rifas pro recaudación de fondos para regalarles. “Yo jugaba con los muchachos, les enseñaba cantos, pero era muy recto con ellos”, precisa.
“La sociedad de Pedernales casi siempre nos tenían mucho respeto… Aunque uno a veces tiene reveses, los niños me respetaban, y hoy me respetan. Pero allá no se reconoce a quien debe reconocer, yo no tengo ningún reconocimiento por haber sido profesor de 30 y pico de años allá. Al contrario, había gente que me repudiaba, pero yo me mantengo, siempre he ido por lo correcto; si no es correcto, no lo hago”.
Danubia Pérez, 81 años, es la segunda profesora graduada de Pedernales. Comenzó a impartir docencia en 1967, a la edad de 22 años. Está jubilada desde 2017, luego de 30 años de duro batallar en las aulas. Desde 1970 hasta el 80 impartió en la escuela primaria Hernando Gorjón, y luego en el Liceo.
“Ahora hay una discriminación… Los que nos hicimos profesionales de verdad, estamos muy abajo. Fui maestra del campo, estuve en la Hernando Gorjón, donde fui directora (1985) y profesora del Liceo Pedernales, y mis últimos años como técnica digital en el nivel inicial”
Isabel Báez ha cumplido 84 años. Una y otra vez le ha hecho maromas a la muerte. Su esposo, el legendario profesor Lupito, falleció en 1991, a los 59 años.
“Yo impartía en el primer curso y en el liceo séptimo”, responde escueta con la mediación de su hija Anny Mancebo, 50 años.
La siempre risueña profesora Geremias Adames Vólquez ejerció casi por un cuarto de siglo hasta 1986 en que fue jubilada. Falleció en 1999 a los 65 años.
Su hija, la médica Taty Hernández, le recuerda impartiendo docencia en Pedernales, desde el segundo hasta el sexto grado, y luego en la capital.
“A nosotros, los hijos -Pedrito, Cecilio y a mí- nos exigía mucho más en el cumplimiento escolar, pero al mismo tiempo nos daba cariño y valores. Hoy muchos profesionales de Pedernales le recuerdan y valoran”.
Firgia Maritza Méndez Fernández fue una maestra emblemática de la escuela Hernando Gorjón. Impartía primero y segundo cursos y visitaba a padres y madres para contarles sobre el desenvolvimiento de los hijos y saber sobre las faltas de algunas. El 8 de mayo de 1980, activa aún, murió junto a su esposo durante un accidente de tránsito mientras viajaban por la carretera Duarte hacia el Cibao. Había comenzado a impartir docencia en 1967. Una escuela del municipio lleva su nombre.
Ostrín Pérez y Pérez, 77 años, fue profesora en la Escuela Bienvenido Morillo, donada por el Club de Leones a inicios de los años 70; en Liceo Pedernales y en el municipio de Oviedo, donde tuvo como alumnos a “medio pueblo#, incluidos políticos muy conocidos en el país. Fue estudiante de Heráclito y Mon Suberví.
Rafael Berroa, 70 años, es pedernalense y es buena muestra de la calidad camada de egresados de la educación de aquellos tiempos. Fue profesor de Geometría en el Liceo Secundario Pedernales (hoy Pastor Roberto Méndez, con 19 aulas). Tiene fama en el pueblo de “comerse las matemáticas”.
“En ese tiempo había que tener siete años para ingresar a la escuela y ser dominicano, no había haitianos… Se llegaba hasta el octavo grado y ahí tenías que transportarte a Enriquillo o Barahona. La escuela funcionaba bien, perfectamente, los maestros no tenían otra cosa que hacer, solo la educación. Además se daba comida (cafunyí); la cocina estaba ahí mismo. Los estudiantes tenían respeto extraordinario con los maestros. El maestro además era como un segundo padre. En ese tiempo, aunque los maestros tenían menos nivel, tenían más respeto, más autoridad. Anteriormente los maestros eran más unidos, eran como familia, se ayudaban unos a los otros. Estaban obligados a rendir más. Ahora es un bureo. Los estudiantes lo que van a la escuela es a comer. Y los maestros, en su desunión y en una competencia unos con otros, hacen que todo sea más difícil. De aquellos años recuerdo a los profesores Lupito, a Danubia, Denia, Mon Suberví, Heráclito, la profesora Eunice, que fue directora”.
Marifinga, trigo, avena y arepitas
En aquellos tiempos, Romelia, Andrea Beata y Rubia, mujeres empobrecidas del pueblo, cocinaban alimentos para los alumnos en grandes calderos sobre fogones a leña debajo de una enramada rústica en el patio oeste de la escuela.
Las cocineras no tenían sueldos. Para sostener a sus familias, recibían a cambio de su esfuerzo, una bolsa con alimentos y algo de dinero producto de las rifas pro recaudación de fondos, asegura el exdirector Adames Heredia.
El locrio de trigo con “pica-pica” (sardinas enlatadas) o vacío; el cafunyí (harina de maíz sazonada), marifinga (maicena) y, a veces, las arepitas eran manjares esperados.
Cada estudiante llevaba su plato. Todo era en orden. Los cursos debían hacer fila frente a los calderos. Las cocinadoras, cucharón a mano, iban sirviendo y despachando a cada discente con la comida caliente. Eran comunes los cabildeos de los muchachos para que les reforzaran las porciones.
“Por lo lejos que me quedaba el plantel, mis padres, muy pobrecitos, me daban dos centavos para comprar chucherías. Por lo general compraba maní tostado. En la escuela nos daban un trigo muy bueno en unos platos que eran como unos cuesquitos, también avena y unas arepitas muy buenas”.
El exdirector Nelo Adames refiere que hacían rifas y realizaban otras actividades pro recaudación de dinero y comprar alimentos, y hacían huertos detrás de la escuela. “
“Hacíamos rifas para conseguir dinero y hacerle la comida a los muchachos. Con ese dinero le pagábamos a la señora que nos cocinaba. Cuando fui a la capital, llevé semillas de Agricultura e hicimos unos huertos ahí atrás. Sembrábamos tomates, rábanos, berenjenas, unas berenjenas grandotas, de las negras… era una hortaliza muy bien organizada para darles a los estudiantes, y la disfrutábamos”, asegura.
A la escuela eran enviados desde Educación trigo, aceite y otros productos donados por la Alianza para el Progreso, un programa de “ayuda económica, política y social de los Estados Unidos para América Latina, efectuado entre 1961 y 1970, por iniciativa del presidente John F. Kennedy en su discurso para los embajadores latinoamericanos en una recepción en Casa Blanca, el 13 de marzo de 1961”. Fue un proyecto que contemplaba una inversión de 20 mil millones de dólares en 10 años (Wikipedia).
El Estado dominicano, en 2022, invirtió 24 mil millones de pesos en el Programa de Alimentación Escolar (PAE), de acuerdo a datos del Gobierno
El ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Pavel Isa Contreras, declaró en noviembre 2023 que el PAE del Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie) redujo en 2% la pobreza (456 mil personas) monetaria del país. La pobreza habría sido superior al 27.7 % registrado el año anterior.
Relatos desde el presente
Ricardo Estévez (Cano), agrónomo, fue inscrito en 1971 en la escuela del barrio Las Mercedes, frente al cementerio municipal, al noroeste de la ciudad. Bordeaba los seis años.
“La escuela fue fundada alrededor de 1968 y solo contaba con dos maestros: la profesora Reyes y el profesor Chelito. En ese tiempo se terminó de construir la escuela Bienvenido Morillo (cerca de los 70) y nos trasladaron para estar más cerca. En el casco urbano solo había de dos profesors que impartían educación básica o inicial. Eran esas dos escuelitas que impartían primero y segundo. Y la principal, que es la Hernando Gorjón, que impartía desde el primero hasta el sexto grado. Las dos escuelitas solo tenían dos aulas cada una. En la nueva Bienvenido Morillo, hecha a inicios delos 70, los primeros maestros que yo recuerdo eran: Ostrín Pérez y a José Oignes Adames Conrado, apodado Detodo, menos tamaño… “
“Cuando hicieron la Bienvenido Morillo (en Campo de Aviación, Duarte arriba) y nos trasladaron para que estuviéramos cerca de nuestras casas, todos los mozalbetes como yo, rebozamos de alegría. Teníamos miedo porque la escuela queda frente al cementerio. Los maestros de la escuela del barrio Las Mercedes, doña Reyes y don Chelito, se incomodaron porque los estudiantes del barrio Las Mercedes eran más…”.
Travesuras de muchachos
La profesora Reyes, de la escuelita del suburbio Las Mercedes o La 40, sufría de ataques de tos persistente en plena hora de clases.
Los estudiantes –cuenta Cano Estévez- se atragantaban contiendo las carcajadas. Ella era recia y “no comía cuentos ni creía en relajos”. No soltaba una regla, el terror de los mozalbetes. “No nos atrevíamos”, acota Estévez.
Cuando llegaba la hora del recreo –a media mañana- Cano, Mejía y otros aprovechaban para pasar al cementerio municipal, al cruzar la calle. Y requisaban tumba por tumba.
“Además de flores y luz (velones), las familias dejaban a sus deudos monedas de uno, cinco y hasta diez cheles. Y los muchachos, especialmente Manuelcito Mejía, quien recogía muchos cheles allí (parece que ya tenía instinto de rico), los recogían todos. Yo tenía mucho miedo… La estaba en una comunidad de gente muy pobre”, relata Cano y ríe.
Sobre su alfabetizadora Ostrín Pérez, entre risas, le recuerda cuando llegaba en su camionetica Datsun 1,200.
“La camionetica decía en la puerta: Ella es. Mi profesora llegaba tumbando matas de bomba. En ese tiempo no había verja. Ella siempre me distinguió porque decía que yo era buen estudiante, de los más inteligentes, y yo también a ella, la estimo mucho. Ella iba con Zadhee en un coche y ponía a atenderla. A Zadhée la tengo como una sobrina. Para esa época eran riquitos. Esposa de Belén, hija de don Curú, hombre de gran respeto en Pedernales. También recuerdo al profesor Detodo, menos tamaño”.
Cano reconoce que fue y es rebelde, “jodón”. “Ya en quinto curso, yo comenzaba a ser revolucionario, jodón… Recuerdo cuando decían: ¡Ahí viene el inspector! Era el inspector de Educación, Fernelis. A esa gente había que demostrarle disciplina. De manera que por mis travesuras, el director Nelo me dio dos buenas pelas con un palo seco de una especie vegetal que le decimos bomba o algodón de seda”.
Nelo Adames Heredia explica que “cuando yo llegué a esa escuela de Pedernales, era un desorden. Había muchachos ya de 18 años que estaban en primer curso, las maestras les tenían miedo. No estudiaban, no hacían nada, no pasaban. Y cuando yo llegué, un muchacho le tiró una piedra al profesor Lupito, eso fue en el otro colegio. No eran fácil. Un muchacho llamado Negro le puso a la gorra muchas puntillas hacia arriba. por si yo le daba un cascazo se me clavaran las puntillas en las manos. A mí me respetaban, pero a mi respetaban”.
Recuerda los pleitos a la salida de la escuela, todas las tardes, y cuenta cómo los paro en seco.
“Los niños, al salir de la escuela en la tarde, peleaban. Eso era todas las tardes, todas las tardes, todas las tardes un pleito. Yo no encontraba cómo corregir eso; entonces, decidí a agarrarlos al día siguiente cuando regresaban a la clase y los llevaba para la Dirección y, allá arriba (segundo nivel), los desnudaba y los ponían a pelear hasta que se cansaban. Primero les quitaba la ropa para que no se les rompiera porque los papás y las mamás se iban a dar cuenta (risa). De esa forma acabé con los pleitos de los niños necios. Jamás pelearon. Más nunca”.
No olvida pese a las décadas, las travesuras de estudiantes aquella vez, cuando llegó a la escuela y tuvo que sustituir a Heráclito y Ramón Suberví, quienes habían salido hacia la capital.
“Yo siempre me quedaba con los cursos de ellos. En el séptimo de Heráclito había unos muchachos ya hombres que se ponían necios. Tenía que darles sus reglazos porque se ponían por detrás, me daban la vuelta a la escuela y se ponían a batir las persianas y las puertas… Los dejaba quietos y, cuando volvían, a veces agarraba a algunos y les le jalaba las patillas porque eso les dolía”.
Anny Mancebo: “Yo entré a la primaria como en el 73 a dar carrera, caramba… Recordar eso, a uno se traslada lejos. Me sentía protegida por ellos, por mi papá Lupito y mi mamá Ysabel, que impartían clases… Elisia, la hija de Librado, y Jacke, la de Titío, éramos tres amigas inseparables, siempre compartíamos en la escuela, cada una llevaba algo de comer. Si no, juntábamos dinero para comprar y nos sentábamos detrás de las aulas y hacíamos comelonas, hacíamos cuentos, como si no hubiera más niñas… Discutíamos, peleábamos, pero siempre amigas. Fue bien bonita la experiencia. Me tomaban mucho para subir la bandera, yo decía que no siempre. Usábamos medias casi hasta la rodilla, con unos zapatitos muy brillosos porque de la casa no se podía salir con ellos sin brillo. Cada vez que había un recreo le dábamos la vuelta a mi madre y a Denia… Nelo era el director. Yo tenía que coger Economía Doméstica obligada por mi madre. No todas las niñas lo cogían. La profesora era Irlanda, la esposa de Marión (dirigente del PRD). Aprendíamos a cocinar con Mayra Néspran, además de la tejedera y bordadera. Hoy día hago billetes con mis manos y eso lo aprendí de esas profesoras”.
Quiere dejar constancia de su agradecimiento a la Escuela de Economía de Pedernales, dirigida por la profesora Irlanda Hernández. “Tengo una página en Instagram, que se llama Anny Bordados donde están expuestas las bellezas que hago fruto de esa escuela doméstica que había en la escuela”.
Inolvidable es para Anny aquel en que “toqué la campanita que tenía Nelo en la Dirección, sin ser hora de recreo, y todos los estudiantes salieron. Me llevaron a…”.
El presidente Luis Abinader, en su discurso de toma posesión del segundo cuatrienio en la sala Eduardo Brito del Teatro Nacional, este 16 de agosto de 2024, ha reiterado que Pedernales es la apuesta del Gobierno con el proyecto de desarrollo turístico. Y ha resaltado el inicio de la construcción del aeropuerto internacional en el área de Tres Charcos y Manuel Goya, Oviedo, segundo municipio de la provincia.
Hay otras obras en ejecución, como par de hoteles, terminal turística, acueducto y planta de tratamiento de aguas residuales. Carretera Pedernales-Enriquillo, ralentizada en extremo. El tramo Barahona-Enriquillo asfixiado por “El Derrumbao”. Renovación del tendido y alumbrado del municipio, en cero; profunda crisis eléctrica que Edesur ha prometido resolver en tres meses. Carretera hacia Puerto Escondido, Duvergé, por el Baoruco, y frente marino, sin comenzar.
Pedernales experimentará con otro modelo económico y social. Las autoridades han prometido turismo sostenible con participación de la comunidad para lograr el bienestar general.
La vieja Escuela Primaria Intermedia Urbana Hernando Gorjón de hoy está dirigida por Wilton Alberto Féliz Pérez. Funciona con 21 aulas, déficit de cinco; 26 maestros y maestras. 713 estudiantes. Los muchachos urgen una cancha para practicar volibol y baloncesto.