Soñar faculta a quienes desarrollan la competencia de escribir, crear mundos alternativos donde se expatrie el sufrimiento, revelar espacios injustos, teletransportarse a contextos en los que el ser humano no tiene que ajustarse a prototipos que impone el poder; mostrar escenarios que potencien la imaginación y conduzcan a nuevos saberes, inducir al lector a través de la trama a volver la mirada a sectores discriminados por tener un color de piel distinto al que prefiere la clase dominante, esto último, fue el recurso empleado por Harper Lee en su novela Matar a un ruiseñor (1960)
La autora se inspiró en el recuerdo de un conflicto racista del que fue testigo durante su infancia, en la comunidad de Scottsbor y que ocasionó un escándalo en la sociedad estadounidense. Atticus Finch funge como defensor de un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca; los hechos ocurren en una comunidad del sur de Estados Unidos, durante la década de 1930.
La obra es narrada desde la mirada de una niña atípica, educada sin esos prejuicios existentes en la mayoría de los pobladores de Alabama, donde la clase blanca era la dominante y los negros tenían muy pocos o ningún derecho civil. Lee muestra la discriminación racial como tópico principal; exhibe una narrativa en ocasiones un poco monótona, pero con poca dificultad en la comprensión para un lector con interés, los protagonistas modelan valores, antivalores y situaciones que reflejan de una u otra manera la brecha de la marginalidad entre la población negra y la blanca de Estados Unidos.
Las figuras principales forman parte de una familia monoparental, donde los infantes asumen la cotidianidad de manera libre, relajada, sin ningún peligro en el entorno, la lectura es la actividad mejor valorada, vista como una forma de diversión para viajar a espacios lejanos, vivir historia creadas en el pasado, pero que se pueden recrear en el presente que vive quien lee, del mismo modo, la perciben como una aventura sin censuras, así lo dejan ver los personajes que disfrutan leer en contexto que describe Harper. El lector puede inferir en la actuación de los personajes un sin número de cualidades propias de ámbitos más desarrollados poco posible por las limitaciones socioeconómicas de Alabama, Estados Unidos.
El respeto, la justicia social y la solidaridad se modelan a través del personaje de Atticus Finch, padre de Scout y Jem, del mismo modo, la humildad, la inocencia, y la equidad de género, el proceder autócrata de un sector de clase blanca que impone las leyes del poder civil, el machismo de la mayoría de los pobladores hombres, el nivel educativo en los sectores rurales emerge entre los habitantes de la comunidad, los pocos recursos educativos para quienes podían enviar sus vástagos a la escuela, el trueque como forma de pago producto de la depresión económica que se vivía en el entorno, estos y otros tópicos muestra la narrativa.
La lectura de esta obra podría detonar reflexiones, especialmente, a las generaciones más jóvenes que desconocen las crueldades ocurridas en el pasado, en la que se contextualicen los hechos, realizar análisis de manera interdisciplinaria desde el rol que desempeñan los personajes, impulsar actividades en las que se elaboren propuestas a partir de nuevos cánones, donde no exista ese gran abismo de desigualdad entre el color de la piel, que no es elegido por la persona, sino que viene como sello indeleble de acuerdo a la etnia de procedencia.
Y, que resulta inadmisible que, en momento de tanto desarrollo, donde la ciencia cada día aporta nuevos descubrimientos, se siga solapando la crueldad, bajo prejuicios racistas ancestrales, que no convierte a una persona en mejor o peor, sino que incidirá la formación que reciba y el entorno en que crezca.