-Ilustraciones de Odalís G. Pérez-

 En mi participación durante la conmemoración del centenario del nacimiento de Ángel Hernández Acosta (Quinito), me correspondió exponer sobre la simbología en la literatura del sur, por lo que seleccioné  la obra "Tierra Blqnca", de Ángel Hernández Acosta  ("Quinito") y la obra "Dile adiós a la época" (Editora Búho, República Dominicana,  2002) del escritor neibero Manuel Matos Moquete, Premio nacional de literatura 2019.

-Foto de la portada del libro "Dile Adiós a la Época".

En una narración, hay un decir que permite al lector hacer suyas las experiencias o las vivencias del otro o de los otros. En una narración Hay un contar situaciones en un tiempo y un espacio determinados. Ese contar puede ser real o totalmente ficcional o irreal.

La vida misma es una intensa narrativa, donde, nosotros, somos los sujetos actuantes. Allí, los contextos, son partes de los espacios de nuestras acciones cotidianas.

 En el caso de "Dile adiós a la época", del doctor Manuel Matos Moquete, se trata de una novela que, aunque su tema central está sotuado en las vivencias de un narrador que nos cuenta su vivir o su trajinar por los vericuetos de la política y sus ideales progresistas, marcados por los tildados ideales de izquierda, es como una confesión de las experiencia asumidas por el autor, en el traginar de su vida en nuestro país y en su exilio político, ya sea en Francia o en Cuba, transfigurado por su potencial creativo o imaginarivo.

Foto de la solapa de la referida novela, con datos biográficos sobre el doctor Matos Moquete.

 Estamos tratando una obra que es como una íntima confesión, donde el narrador se asume como un pretexto, para, desde el otro,  contarnos su realidad, como personaje protagónico, en esta novela.

 Contrario al discurso narrativo de Ángel Hernández Acosta, el lingüista, poeta y narrador, Manuel Matos Moquete, nos pinta con palabras la realidad política del país, los doce años de Joaquín Balaguer y la vida de dificultades y/o persecusiones, chivateos y asesinatos, contra el pueblo dominicano, sin olvidar aquellos referentes simbólicos de su tierra natal, Tamayo, o sin dejar de plantearnos sus recuerdos y vivencias de San Cristóbal o del pueblo de Cabral, en el Sur.

 Hay en esta obra un panorama que nos es muy propio, desde la memoria o el recuerdo de un narrador omnisciente que vive y sufre, junto a su gente o junto a su vecindad cotidiana, la melancolía  que genera el transcurrir bajo la amenaza, contra a la libertad y la integridad humana del sujeto.

 "Dile adiós a la época", es la novela que nos induce a nuestra propia historia, como dominicanos. Y sin olvidar el Sur y sus tabardillos, nos permite ubicarnos en el centro de lo que somos, como sujetos dominicanos y como caribeños.

 Es esta una novela-documento para escucharnos, vernos y sentirnos, como parte de un micromundo que nos pertenece, en esta tierra.

 

Hay aquí una panorámica simbólica que trasciende nuestra ruralidad y la incorpora sobre los linderos de las miradas cosmopolitas, sin dejar de ser lo que somos, sujetos de falencias espirituales, rodeados de innombrables maravillas espirituales, desde lo ambiental, lo arqueológico, lo agrícola y lo cultural.

 El tiempo y el espacio, son para este narrador, dos arquetipos simbólicos que le permite dar una mirada crítica a su pasado, para incorporar al presente su sentir o su vivir.

 La simbología que recorre esta narrativa, no está enmarcada en la acción montonera y rural de Ángel Hernández Acosta, no, por el contrario, aunque son vinculantes, el panorama que nos proyecta el narrador en "Dile adiós a la época", es el de la trágica épica pueblerina que discurre entre la esperanza y los desencuentros.

 Es la imagen del panorama sombrío de una sociedad que se desintegra o la desintegran, desde su propia epidermis, desde su propio centro existencial. Lo simbólico es parte integral del discurso narrativo que circunda el contexto y el accionar, en esta obra.

 

Aquí, los personajes andan y desandan sus propios caminos, sin rumbo…como quien desconoce lo que quiere, teniendo la impostergable necesidad de tenerlo. Es una novela que, el día que no nos sirva de recreación latente, ha de servirnos para vivir y analizar nuestra historia contemporánea, como país marcado por el subdesartollo, impuesto por el pensamiento neoliberal.

Nosotros, desde nuestra dominicanidad más dolida, como sujetos apegados a nuestro presente y a nuestro pasado, como sujetos en movimiento y como entes políticos, somos el más imborrable símbolo humano y literario, en esta novela.

Se trata de una narrativa testimonial que, traslimita el marco territorial, y que va más allá del reducido universo insular, para el esparcir sobre el mundo, nuestro transcurrir, como sociedad que se reinventa, en procura de permanecer reclamando su existencia, a pesar de los Judas que traicionan su apego a vivir en democracia.

Las descripciones nos conllevan a descubrir colores y olores que entran a formar parte, del contexto vivencial de los personajes que interactúan en esta obra.

He aquí, una novela rodeada de una narrativa simbólica, donde el Sur, como región, traslimita su marco geográfico y se integra a formar parte de una discursividad poética y política, que va más allá de los límites de nuestra sociedad, porque su proyección narrativa y simbólica, queda situada en los linderos de un narrar, hacia la reintegración del Ser, desde lo  humano, con sentido de universalidad.