La luz a ti debida y la noche infinita se convierten en escenario del ente divino cuya asignatura es jugar a los dados. En el turno de lo ineluctable, la voz incógnita del cantor prefiere que el cuchillo del jifero esté en las manos de aquel que puede disponer la quietud del mar. Ese dios puede estar inseguro de lo que tiene por delante, puede vacilar ante el porvenir, pero es la última oportunidad de enmendar la calamidad de lo causal: a los ocho lados de la suerte nada espera. El fuego y el alba, destrucción y esperanza, tienen la misma genealogía: descienden del dios incierto, indeciso, requerido y poderoso. ¿Valdrá la pena confiarle el porvenir?
La superstición, devenida en argumento ontológico y experiencia poética, ocupa el centro de interés del poeta en Experiencia del misterio. La simbiosis de espíritu y cuerpo, de rito y gozo se convierten en una narración extrema donde zumba la cuaresma de alcoholes y ga-gá: el sobreentendido batey como corazón de un culto antiguo. La descripción de los instrumentos y recursos de la fascinación es minuciosa: Tambores, cascabeles antiguos, brebajes y canciones invocan a los dioses tejiendo una oración. Suben los aceites flamígeros al techo; abren los inciensos fragancias de los cuerpos, y las voces de luases contrarios se conjugan, mientras la bestia grita, la sangre cae al suelo.
Sumergido en una exploración antropológica del sincretismo religioso desde el umbral de su lírica personal, el poeta se ha asomado a la ventana de lo desconocido (¿y hasta temido?). Los inmigrantes llegan a la República Dominicana, cargan sus angustias, utopías y divinidades. Más allá de la mirada material, telúrica, el ojo de la poesía, transversal, quiere quebrar lo obvio y desenterrarle significados. Atrevida empresa, no exenta de temeridad: he desertado ileso del lugar de los poseídos.
La exploración filosófica que Mármol inicia en los años ochenta va de la mano con un examen de la realidad dominicana, sin limitarse a lo que él nombra como ¨la mera evidencia¨, ¨la capa epitelial¨, ¨la pseudoconcreción¨. Su afán es entender la sociedad que habita –desmarcándose esencialmente de las ficciones compartidas del aparato sociológico- para reconocerse con mayor diafanidad en su medida de hombre: animal de lenguaje y símbolos en el trance vital, no reducido al dato geográfico y demográfico. Leopoldo de Luis, hablando de Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, establece que en éste se produce el paso de la visión de la materia cósmica a la visión de la materia humana. Una relación similar, conflicto y armonía entre cosmos y la humanidad, puede verse en las prosas de Mármol, contando en algún caso una historia que no se propone desambiguarse sino realizar una transacción emocional en forma de drama. Lo percibo en varios poemas:
¨Tras largos días de lluvia, bajo el ala izquierda de un amanecer, el Mar Caribe atesta sus densidades negras¨.
¨Es casi mediodía, ya la campiña entera se arrodilla en oración¨.
¨Canturrean los ebrios, fáciles de la sombra lunar, pescadores, rufianes amantes que perdieron el tiempo del amor¨.
¨Bajar por una calle flaca, irresistiblemente colonial¨.
¨Moscú era una extensa geometría en silencio y yo me preguntaba por el sitio del azar. La muchacha rusa me dijo no temas, porque en mi patria se erradicó el azar¨.
El libro Deus ex machina mereció en 1994 tanto el Premio de Poesía Casa de Teatro como el Accésit del Premio Internacional de Poesía Eliseo Diego. Con 34 años, y justamente a una década de la publicación de su primer libro, Mármol ya había recibido numerosos galardones literarios dentro y fuera de la República Dominicana. Plinio Chahín dice sobre este libro:
En Deus ex Machina, el autor asume un género híbrido en el que la conciencia que tiene de sus procesos de pensamiento se entreteje con la transmisión de las visiones, las emociones y los relatos de ese pensamiento. Hay un regreso a esa noción primigenia del poema como canto, leyenda, búsqueda de sentido y explicación del mundo y de uno mismo. El texto es el seguimiento de los tópicos que suscita la inmersión en la realidad familiar y en la del mundo, como leyenda de sí mismo, que se desgarra en el otro.
Ese tono legendario que menciona Chahín se manifiesta en el libro en una modalidad narrativa. Historias que cuenta el ojo, anegado en su territorialidad. Historias de la intimidad erótico-amorosa como en los poemas Epifanía del deseo, Retrato de mujer, Costa del Este, Sin título; técnica mixta, Atina el deseo e Irremisible ardor. Este último, sirviéndose en siete ocasiones de la conjunción condicional ¨si¨, expone algunas de las más espléndidas imágenes tropológicas de su versificación amorosa:
- Si la luz me devuelves la sombra te regalo.
- Si la vida me niegas la muerte se te inflama.
- Si te alejas de mí a tu olvido me adentras.
- Si te quedas sembrada con mis brisas te ocupo.
- Si te hundes en océanos, de cielo me disfrazo.
- Si de vidas vives como sagrada larva, mi vida yo te brindo en cuerpo de cordero.
- Si la luz me devuelves la noche te improviso.
Salvo en el tercer y el quinto de los versos citados, la apódosis -esto es, lo que se cumple en la oración principal como resultado de la oración subordinada inicial (prótasis)- se desarrolla en oraciones sucesivas: se trata de una construcción sintáctica en la que el poeta se ciñe a una estructura convencional de la lengua para sustituir la realidad con transacciones metafóricas. Ofrece una utopía natural, una relación de causa y efecto que solo tiene lugar en su aspiración íntima, pero emerge hacia la disposición verdadera del mundo.