La vida breve de Delimira Agustini (Montevideo, 1886-1914) pasa por la historia de la poesía en lengua española como un destello de luz que hirió muchas sensibilidades al tiempo que iluminó su horizonte. Con cuatro poemarios, El libro blanco (Frágil) (1907), Cantos de la mañana (1910) Los cálices vacíos (1913) y Los astros del abismo (1924), publicado póstumamente, se inscribe dentro de la estética modernista, aunque rompe con todo aquello que considera superficial. Si bien da una vuelta de tuerca a la, ya en su momento, manida retórica de cisnes, hadas, ángeles, joyas, velos y decorados orientales, construye un mundo propio y llega a expresar la sentimentalidad amorosa desde un yo femenino, algo muy novedoso por entonces. Como subrayaría el propio Rubén Darío en su presentación de Los cálices vacíos, “esta niña bella” fue capaz de decir “cosas exquisitas que nunca se han dicho”.

Mirta Fernández dos Santos, profesora del Departamento de Estudios Portugueses y Estudios Románicos de la Universidad de Oporto, ofrece en esta edición claves para entender el universo poético de Delimira Agustini. Destaca desde el primer libro su sorprendente estrategia de apropiarse de la perspectiva masculina al abordar temas como el amor y el erotismo; así como el paso que va de su rebajamiento como sujeto lírico hasta referirse a sí misma como poeta.

Se añaden a esta edición poemas que la autora publicó en revistas literarias de la época, y que no llegaron a integrarse en sus poemarios, así como otros incluidos en antologías. Fernández dos Santos da cuenta de lo que fueron las preocupaciones estéticas de esta poeta uruguaya, los primeros tanteos literarios, a los que ella misma no quiso darles mayor importancia, pero que permiten comprender su proceso de escritura. Incluye, además composiciones reeditadas con correcciones de la propia Agustini, en los ejemplares de su obra ya impresos. El resultado es un texto final cuidado, fiel al original que agradecemos, ya que fija una cronología y explica en su estudio crítico, temas, procedimientos retóricos, símbolos, circunstancias y fenómenos de recepción, afinidades o rechazos, de quien fuera admirada y censurada, a la vez.

Precursora de otras voces poéticas femeninas, Agustini es contemporánea de Juana de Ibarbourou, de Gabriela Mistral y de Alfonsina Storni; compartió con ellas el difícil reto de afirmarse en un terreno predominantemente masculino en el que la mujer era objeto, más que sujeto poético. De tan pesada carga cultural se liberó por la gracia de la poesía, como sugieren estos versos del poema “La ruptura” incluido en Los cálices vacíos: “Érase una cadena fuerte como un destino, / Sacra como una vida, sensible como un alma; /La corté con un lirio y sigo mi camino / Y la frialdad magnífica de la Muerte…Con calma”.  Tal fue el impacto de la elección de su propio camino, que perseguida por las imposiciones sociales, los prejuicios y los mandatos culturales, Delmira Agustini pago con la vida el precio de su libertad. Atada por el marido a la cadena de un matrimonio no deseado y asesinada por él, precisamente, el mismo año que en su país se aprobaba la Ley del divorcio. Quizás estos versos del poema “Boca a boca”, recogidos en Los astros del abismo, refieran los sentimientos que atraviesan la carne al concebir otras caras del amor: “Pico rojo del buitre del deseo / Que hubiste sangre y alma entre mi boca, / de tu largo y sonante picoteo / Brotó una llaga como flor de roca.”

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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