El misterio y sus consecuencias

Haffe Serulle. Dibujo

Sería casi imposible pensar que el hombre de la carreta conociera el significado histórico de la palabra misterio, que viene del latín mysterium, tomado del griego μυστήριον (mystérion), un derivado de la palabra μύστης, que significa "iniciado". Vaya enredo en el que nos meten los filólogos y del que se escapan hombres como el de la carreta, para vivir y entender la vida tal como les viene, y usar las palabras a su modo, gracias a lo cual se enriquece nuestra lengua.

El misterio puede ser un arma de doble filo. Hay quienes lo relacionan con lo divino en busca de que el hombre se vuelva cada vez más creyente; otros tratan de explicarlo desde una concepción científica, decididos a demostrar que el misterio no es cosa de la Divinidad sino aquello que no está todavía al alcance compresivo del cerebro humano.

Son muchos los misterios que heredamos de generación en generación, y aún nos intrigan. “Misterios de Dios”, dirán los religiosos. “Fenómenos que un día explicaremos”, plantea la ciencia, a la cual me sumo.

Ya en la antigua Grecia, el sabio Aristóteles había negado que en los misterios pudiera aprenderse algo, pero les concedió un valor como experiencia y como preparación psicológica para la vida y para la muerte.

Tiempo después, la filosofía nos explicaría que cuando hablamos de misterio nos referimos “a una realidad que no es accesible a la razón”, criterio que sirve de fundamento sobre todo a la religión cristiana, para hacernos creer que los hechos o acontecimientos inexplicables son obras del Supremo, como por ejemplo el misterio de la Santísima Trinidad, al que tantas páginas dedicara santo Tomás de Aquino en sus escritos Scriptum super libros Sententiarum, Summa contra gentiles, Compendium Theologiae y De potentia Dei. Dios, que es uno en cuanto esencia divina, es comprendido como el subsistens distinctum simpliciter (¿el que subsiste de manera distinta?).

En realidad, el misterio de la Santísima Trinidad es un verdadero enredo, un rompecabezas sin solución hasta para los más inteligentes. Por suerte, el hombre de la carreta nunca pensó, según tengo entendido, en el valor de este misterio porque no le resolvía nada en su diario vivir. Claro, quizá sabía que en este complejo misterio hay tres personas en juego: el Padre, que es completamente Dios; el Hijo, que se encarnó en Jesucristo y que es Dios todopoderoso, y el Espíritu Santo que hace visible esa relación de amor entre el Padre y el Hijo, que también es Dios poderoso.

Tardíamente, la palabra misterio adoptaría también en estas lenguas el significado de cosa secreta, oculta y desconocida que le damos hoy.

Según Tomás de Aquino, las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: el Padre es lo mismo que es el Hijo; el Hijo lo mismo que es el Padre; el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir: un solo Dios por naturaleza.

Que el hombre de la carreta supiera o no acerca de esto, no es el caso, porque explicar cómo este personaje resolvía sus horas de vida, sin piernas ni brazos, y con un solo ojo, como está dicho y repetido, sería más complicado que el misterio referido

A mí se me hace que él se valía de otros para cargar la carreta, unas veces de hierbas; otras, de baratijas. Lo mismo para preparar sus alimentos y hasta para asearse.

El día que estuvo en casa, me dije, cuando lo vi alejarse en la carreta: Un día lo seguiré y descubriré el misterio de su presencia en la tierra. Sabré dónde vive, dónde duerme, a qué hora se levanta, y a lo mejor le pregunte, movido solo por la curiosidad, si sabe leer y escribir, y por qué cuando habla parece un poeta, y nos hace olvidar la deformación de su cuerpo y el abandono de una sociedad a la que él le resulta indiferente: el abandono ha estado siempre relacionado con la historia del sufrimiento, hoy con nuevos matices creados por los avances de la cibernética: medios audiovisuales inauditos, satélites artificiales y el reino de la tecnología cuántica, entre otros.

 

Haffe Serulle en Acento.com.do