En su enfoque prescriptivista de la lengua, el profesor universitario de Lengua y Literatura, Domingo Caba Ramos, arremete contra el uso cotidiano, tanto en la comunicación oral como escrita, de “irregularidades léxicas, fonéticas, semánticas, sintácticas y morfológicas” en nuestros medios de comunicación. De hecho, califica como “desatinos” el empleo habitual por radio, prensa escrita y televisión de “vulgarimos, novismos, el estilo coloquial y frases que se apartan por completo del registro estándar”. (Domingo Caba Ramos, “El uso de la lengua en los medios de comunicación, Almomento.net, 05-11-2022).
En ese sentido, el catedrático Caba Ramos rechaza “inconductas verbales” tales como “no joda ombe…coño…se va a joder el programa…yo me cago…malditos…jijos e putas…comemierdas, etc. Además, reprocha a un comunicador de Santiago de los Caballeros, a quien se le escuchará decir “calimbaron a un ladrón” en lugar de “mataron a un ladrón”, “la camioneta iba timbó de personas”, en lugar de “la camioneta iba llena de personas”, y “le cantaron bingo” en lugar de “le robaron”.
En ese tenor, ¿cómo explicaría el profesor Ramos, de acuerdo a su modelo lingüístico, que roto sea, intrínsicamente, mejor que rompido, coconete en lugar de conconete, pocilga en vez de pocigla, carta mejor que caita, cogollo en lugar de cojollo, revolú en vez de revulú, o esparadrapo en lugar de esparatrapo? Presenciamos aquí, más bien, objetos abstractos que coexisten dentro de una comunidad lingüística determinada, sin la obligación de recurrir, para su uso, a la potestad autoritativa de los círculos indefectibles de la Lengua de Castilla.
De igual manera, en una campaña electoral pasada se pretendió descalificar a un candidato presidencial por el uso de términos como boroneo y pichirrí. Sin embargo, alegábamos, en ese entonces, que las susodichas críticas gravitaban “sobre la implícita postulación normativista de una variedad dialectal estándar como la forma correcta y propia del habla, versus cualquier otra variedad dialectal complementaria –léxica, fonológica, morfológica o sintáctica- que se coloque al margen de la norma arbitrariamente prescrita”.
Por consiguiente, “En términos lingüísticos contemporáneos, ningún modelo dialectal de la lengua es más correcto, mejor, puro, o más lógico que alguna otra forma dialectal de la lengua. Es decir, todas las formaciones dialectales son formas igualmente efectivas en virtud de que cualquier idea o deseo que pueda ser expresado en un dialecto también puede ser legítimamente expuesto en otro…Fue a la antropología lingüística que le tocó demostrar la inconsistencia de la cosmovisión europea en cuanto a considerar las lenguas indígenas -y sus hablantes- inferiores a las de origen indoeuropeas”.
Por otra parte, consideramos que la propuesta del profesor Caba Ramos, más allá del recomendado español estándar, asimismo se aviene a determinados parámetros de orden moral, preceptos y reglas de conducta. A ese respecto, critica, con sobradas razones, los “insultos y términos descalificadores” utilizados por el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez contra el sacerdote Mario Serrano, quien ha sido un defensor de los hijos de los haitianos indocumentados que viven en la parte oriental de la isla. Estas expresiones son, incluso, propias del llamado español estándar: “chusma”, “estúpido”, “perverso”, “lacra”, “cretino”, “pelafustán”, “vil”, “bestia” e “inescrupuloso”.
Ahora bien, entendemos como legítimas las preocupaciones del profesor Domingo Caba Ramos en cuanto al uso de la lengua tanto hablada como escrita a través de los medios de comunicación. Sin embargo, mis objeciones consisten, fundamentalmente, en su estrategia general y reguladora de la lengua en base a un determinado y único “registro estándar” de corrección y propiedad. En realidad, ¿cuál uso de la lengua debe seguirse? ¿Existen usos alternativos igualmente válidos? En todo caso, los medios de comunicación constituyen el efecto de una causa superior: nuestro malhadado sistema educativo, reflejo, en cierto modo, de la miseria integral que nos arropa.