En el resumen de su conferencia “Hacia una nueva hispanidad”, en Casa de América, Madrid (Hoy, 7-10-2021), auspiciada por la embajada dominicana ante el “Reino de España”, la historiadora Mukien Adriana Sang apeló a una especie de humanismo anónimo que, mediante los constructos del caudal colonialista, sugiere la idea de que todos somos culpables o inocentes, en el contexto de una “nueva hispanidad”, o reconquista, entroncada, en tanto control cognitivo, a la continuidad interpretativa del modelo hispánico.
En su postura discursiva, dentro del ya manido tramado terminológico, la Dra. Sang, desvinculándose, ratifica, recapitulando la invasión de las huestes españolas al continente de Abya Yala, que la fecha del 12 de octubre de 1492 se denomina tanto en España como en “América Latina” el “Día de la Hispanidad”, y en otros países del “continente americano” se conoce como el “Día de la Raza”. Todo esto, según la historiadora, bajo el “intento” de conmemorar el comienzo del “intercambio de culturas” entre “europeos y americanos”, inmediato a la fortuita llegada [de Cristóbal Colón] a “América”.
Entendemos, sin embargo, que los edulcorantes conceptos historiográficos: “América Latina”, “Día de la Hispanidad” y “Día de la Raza”, fabricados y patrocinados por intelectuales e historiadores españolizantes, rezuman el paradigma cristiano-católico de “civilización occidental” o latinidad, contrapuesto, en este caso, a otras culturas atinentes a las comunidades aborígenes y las poblaciones afrodescendientes. Importante: los referentes históricos demuestran, fehacientemente, que detrás de dichas perífrasis se disimula, hoy como ayer, la impronta de la hegemonía y el exterminio.
En cuanto al concepto “América”, locución referencial de todo un continente, empíricamente no existía cuando el Almirante y sus huestes invadieron los territorios de Abya Yala. Por lo tanto, resulta un contrasentido que mucho antes o en el momento mismo en que el Almirante Cristóbal Colón pisara tierra en Guanahaní, 12 de octubre de 1492, historiadores continúen designando, retroactivamente, los territorios del llamado “Nuevo Mundo” con la expresión “América”. (Luis Ernesto Mejía, Edmundo O’Gorman, de “La Invención de América” y otros objetos, acento.com.do, 24-10-2021).
En un intento crítico-reflexivo, la Dra. Sang, exonerándose de la respuesta, se pregunta: ¿Celebrar que el hispanismo se convirtió en una ideología dominante que resaltaba que los rasgos de nuestra identidad eran predominantemente hispánicos, olvidando a los indios sometidos y subyugados y luego a los negros vendidos como objetos y tratados como animales? Sin embargo, la historiadora no toma partido, como una intelectual crítica, de lo que pretende analizar, reflejando así lo que he acuñado como disonancia cognitiva, la cual, según Leon Restingar y Elliot Aronson, los individuos que sienten un firme nexo emocional con una ideología, creencia, o un líder, consienten que dicha lealtad piense por ellos.
De ahí que esa elusividad, en nada plausible, se convierta en una especie de humanismo anónimo, donde todos terminamos siendo culpables o inocentes. De hecho, la Dra. Sang debió condenar, firme, los inculpados, en pos de la verdad y la justicia. Que la “humanidad” no haya “recuperado la fe en el futuro” y que “todavía… sigamos incentivando el racismo” constituye un juego dulcificante y sutil del lenguaje al margen de los verdaderos culpables de los horrores de la historia: la explotación, la miseria y la muerte. Así lo expresa, en el siguiente verso, el gran poeta Héctor Incháustegui y Cabral, identificándose con el precario mundo de los oprimidos: “Tirar a la cara del culpable el trapo sucio”. Salvando, desde luego, la disparidad cognitiva de su yo lírico, formulado entre su grito exigiendo justicia y su acendrado ideario trujillista.
Ahora bien, si bien es cierto que la Dra. Sang acude a los historiadores Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper y su obra, “La esclavitud y el legado cultural de África en el Caribe”, para dar a conocer las crueldades con relación a las tratas de esclavos por parte de las potencias europeas de entonces, no es menos cierto que la historiadora de marras sigue aferrada, al igual que los mencionados historiadores, a la nomenclatura conceptual y patógena, todavía intacta, reproductora de la ideología dominante. Tal es el “encuentro de dos culturas”, en lugar del aniquilamiento de una cultura por otra, y a la “llegada” de los españoles a “América”, en lugar de la invasión perpetrada. Precisamente, no es lo mismo nombrar simplemente “Fuerte de la navidad” a la construcción que levantó Colón con los restos de la carabela Santa María, que nominarla “Primera base militar imperialista” en los territorios de Abya Yala. ¿Acaso, por lo general, la carga semántica de los “encuentros” no son amistosos y las “llegadas” pacificas?
No basta con “repensar nuestra historia” o “reflexionar sobre la responsabilidad histórica… de las potencias europeas”. ¡No! Hay que denunciarlas. Sobre todo, por su continuidad histórica, aunque con métodos diferentes, respecto al mismo latrocinio, los mismos horrores y atropellos con que sometieron, implacablemente, a los pueblos originarios y a los negros arrancados de África. ¡Ah!, pero el susodicho “repensar” y “reflexionar” a que la Dra. Sang recurre, está sujeto al subterfugio de que la “denuncia de los horrores de la historia” no caiga en el “panfletismo irracional”. ¡Anjá!, ¿Sería “panfletismo irracional” denunciar a los historiadores que tildan de barroco, exagerado, los condenatorios juicios del Padre Las Casas, a pesar del holocausto perpetrado por la pandilla de conquistadores? ¿Sería “Panfletismo irracional” catalogar a Winston Churchill como asesino en masa, durante la ocupación y sojuzgamiento de la actual India, por negarse a proveer de trigo, durante la gran hambruna, a tres millones de personas en Bengala? (Madhusnee Mukerjee, “La guerra secreta de Churchill”.
Finalmente, además de su ostensible concepción hispanófila, nuestra reconocida historiadora, Mukien Adriana Sang, sujeta al dominio de la historia oficial, afirmó, desde Europa, en el resumen de su conferencia, que los derechos humanos, naturales, en la época de la colonización, tuvieron su origen en Francia, cuando de hecho tuvieron su génesis aquí, en Haití o Babeque, cuando Las Casas, en su obra “Derechos civiles y políticos”, y Fray Antón de Montesino, en su sermón de Adviento, defendieron a los pobladores originarios, y por ende a los oprimidos de todo tiempo y lugar, proclamando que estos eran seres humanos, racionales y libres tanto como los encomenderos y esclavistas, quienes a los pobladores originarios de la isla “¡Libraron bien en ser conquistados, y mejor ser cristianos!”, como apuntara un cronista, ratificando, con la fuerza bélica y el poder celeste, la guerra justa y el plan divino de matar, al mando del apóstol Santiago Matamoros, para abocarnos al paraíso.