La sublimación del desastre
A través de los anuncios comerciales, unos directos otros subliminales, las fuerzas de la bestialidad persiguen que el pueblo no levante la cabeza ni en lo político ni en lo cultural, es decir, que siga a ciegas a los hacedores de su miseria y de su estulticia.
Se trata abiertamente de una imposición agresiva, que no respeta en lo más mínimo los valores culturales creados por el pueblo, pues su meta es destruirlos, despedazarlos, triturarlos, para que no podamos recoger ni siquiera las migajas de nuestros desperdicios.
Es un obrar incesante en esta dirección, porque esas fuerzas de la bestialidad conocen como nadie los resultados de la enajenación, calculada y preparada por ellas..
Muchos analistas de los efectos negativos de la publicidad comercial plantean que los anuncios perjudican el “entorno social y la psicología de los espectadores”. Entienden, igualmente, que la utilización de motivaciones psicológicas y sociales para vender productos en vez de centrarse en las características del producto en sí, es una utilización incorrecta, y que esta forma de actuar influencia a la audiencia, generando valores sociales incorrectos relacionados con el consumo.
Es sabido de todos que la publicidad comercial fomenta y ayuda a perpetuar determinados estereotipos negativos, como el de la mujer en papeles subordinados al hombre o a asuntos estrictamente domésticos.
¿Quién ignora que la publicidad comercial influye de modo determinante en nuestro comportamiento, sobre todo en el de aquellas personas que tratan de conseguir los productos anunciados, sintiéndose frustrados cuando “su nivel económico no les permite llevar el estilo de vida propugnado por los mensajes publicitarios”.
Si nos diera por repasar la literatura contentiva en el Código de Creatividad de la Asociación Americana de Agencias de Publicidad, nos encontraríamos de nuevo con la clara advertencia de que su membrecía debe evitar por todos los medios los mensajes falsos o que engañan a través de afirmaciones o exageraciones, visuales o verbales. Del mismo modo, se deben evitar los mensajes testimoniales que no reflejan la elección real de un testigo competente. No caer en la aberración de afirmaciones de precios que son engañosas o en comparaciones que deshonestamente menosprecian a un producto o servicio competidor, ni en afirmaciones insuficientemente respaldadas, o que distorsionan el verdadero significado o aplicación práctica de orientaciones objetivas realizadas por autoridades científicas o profesionales, y no caer en la bajeza de difundir jamás imágenes ofensivas para la decencia del público.
Datos muy actualizados dan cuenta de que el consumo de publicidad cada vez es mayor, debido, sobre todo, a la invasión de los anuncios en los dispositivos móviles de uso masivo y cotidiano.
Estamos atrapados en las fauces de una fiera que no descansará de masticar hasta devorarnos, y no nos damos cuenta o mejor: no nos queremos dar por enterados porque aceptar esto y digerirlo mentalmente tendría implicaciones sociales y políticas que quizás queremos obviar por los compromisos de lucha que conllevaría una actitud contestataria.
Habría que ver cuántos de nosotros estaríamos en condiciones de dar la cara, decir, por ejemplo: ¡ya basta de anuncios comerciales regados como hormigas por todas partes!, no queremos a nuestro lado ruidos que afecten la audición y dificulten la comunicación. Queremos vivir en salud, sin esos ruidos molestosos que producen efectos negativos sobre la salud: incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, producen insomnio, generan estrés y problemas psicológicos, dificultan el aprendizaje al disminuir la capacidad de atención y concentración e incluso la memoria y la motivación. Tantos son sus efectos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que por culpa del ruido, los europeos pierden 1.6 millones de años de vida saludable.
La misma Organización Mundial de la Salud (OMS) describe al ruido como la primera molestia ambiental en los países industrializados. El ruido afecta a las personas de diversas maneras. Sus efectos están relacionados con la audición, el sistema nervioso vegetativo, la psiquis, la comunicación oral, el sueño y el rendimiento.