Toda la poesía puede ser enterrada/en un agujero/que baje al centro de la tierra. Aída Cartagena Portalatín
Desde acá abajo podemos ver con mucha más claridad el instrumento de la segregación, afilado e infame. El mundo no es el de antes, nada es igual, pero en este largo e incierto encierro carcelario el decreto de 1946 sigue siendo ley, batuta y constitución.
Casi todos los fines de semana el tren transporta prisioneras a La Línea y de inmediato son recibidas con los brazos abiertos por las veteranas quienes les regalan cucharas de arcilla con caritas talladas en la cuenca así como pequeñas provisiones: yerba buena, sábila y una tusa de maíz. En un permanente estado de ensueño luego de una larga travesía y adoloridas a causa de las picaduras de mosquitos por todo el cuerpo—estos cuerpos rotos/ensangrentados no han visto el resplandor del sol desde hace dos semanas —las recién llegadas son atendidas con una variedad de hojas y tisanas de limón con cebolla.
Luego de tomar un baño de hierbas amargas y curar sus heridas, las prisioneras se suman con gusto a la red de apoyo con el objetivo de seguir dándole continuidad a Las Ciguapas y el fuego, órgano de expresión y registro de los ecos dentro de esta tumba.
Aunque trabajan en la orfebrería del periódico con mucha frecuencia y esmero solo lo publican cuando les da la regalada gana. Ni más ni menos: cada quien colabora a su manera dibujando las aristas de la vida y de la muerte desde las calles solitarias y angostas del inframundo o desde los fragmentos mancillados de la memoria; discutiendo y elaborando informes sobre el estado de nuestra renuencia a participar en vil decretos y ordenanzas; recopilando los usos de plantas medicinales; inventando acrósticos partiendo de nombres (Otelo y Desdémona) y por supuesto, invocando las voces magicae; rescatando historias censuradas, clandestinas; y con las más alta delicadeza posible, publicando cartas de amor y odio entre amantes secretos.
Y cuando no trabajan en el periódico, se unen a moler maní para hacer mambá o preparando clerén o té de jengibre.
Cada mundo, calle o párrafo en construcción.
“Acabamos de despertar de un sueño que deseamos olvidar desde el primer instante porque el régimen se ha hecho valer del miedo para prohibir el uso del lenguaje escrito.”
Marcamos las horas frente a la fogata.
“Por lo tanto, el anuario está rotando como si no tuviera fin, en realidad en este lapso de tiempo la tierra gira alrededor de mil lunas.Y cuando la tierra se detiene (como en el pasado) se abren las compuertas al confinamiento, entre silencios e indiferencias, entre el miedo que se anuncia previamente a la tormenta.”
Contamos historias en constante movimiento como polvo en el desierto.
“Cuando otoño asomó la cabeza decidimos sumar las semillas (era lo más sensato) a la tarea de preservar el conocimiento. La semilla era–sin habernos dado cuenta hasta ahora– nuestro arsenal oculto. ¿De qué otra forma íbamos a combatir (sin sufrir muchas bajas) la guerra que busca aprisionar nuestras mentes?”
Y mucho antes de llegar a La Línea ya estábamos al tanto.
“La semilla es un dispositivo que sirve para saciar el hambre. Y además proyecta imágenes incrustadas en formato de microfilmes. La semilla es muchas otras cosas: un mecanismo para viajar a través del tiempo, al mundo en miniatura (mundo de los hongos de vidrio) el cual induce a un estado sublime de ensueño y a la vez, invita a otros seres por igual a intercambiar conocimientos, sueños y recuerdos. La semilla re-construye la memoria e insta recolectar otras semillas para la resistencia que viene.”