Durante nuestra FIL 2024 se presentó el libro Luz desde el dolor y la esperanza que contiene una recopilación de relatos de narradores búlgaros realizada por Hristo Slavov y traducido al español por María Vútova. En su Presentación Ángela Hernández Núñez nos da a conocer que el mismo es producto de un intercambio cultural entre Bulgaria y República Dominicana que surgió de conversaciones sostenidas en la FIL 2023, lo cual hizo posible que en Bulgaria se celebrara en octubre 2024 la Primera Semana de la Literatura Dominicana. En esa oportunidad se dieron a conocer en Bulgaria cuentos de autores dominicanos traducidos al búlgaro, y en nuestra reciente Feria Internacional del Libro (FIL) de noviembre 2024, estos cuentos de autores búlgaros traducidos al español.
Publicado por nuestra Editora Nacional con una bellísima portada y una sobria calidad, este libro ocupó un lugar especial en mi mesa de noche desde que llegó a mis manos, a través de Danilo Manera, quien lo comentó durante la FIL 24. Sentía una gran curiosidad ya que era mi primer encuentro con escritos de Bulgaria y, además, porque al ser cuentos breves se prestan perfectamente para una lectura relajada antes del descanso. Sin embargo, su brevedad es más que compensada por la belleza de su lenguaje lírico y los temas tratados, pues estos relatos dejan en nuestra conciencia una profunda reflexión sobre la tristeza, las carencias, la injustica, la generosidad, las ironías de la vida, expresando el sentir del pueblo búlgaro ante la vida misma a través de reconocidos escritores. Cómo bien describe en el prólogo Hristo Slavov, “el escritor búlgaro habla siempre con mucha delicadeza tanto de la pena como del pesar, de la sombra en los ojos y de las arrugas en la cara” pero también nos dice que “para el escritor búlgaro, la esperanza es una acción, una búsqueda de vías, caminos, formas de supervivencia, una lucha por la vida.”
Me impresionó cómo muchos de estos relatos emplean minuciosas descripciones de la naturaleza que envuelven a los personajes y permean la trama, llevando al lector a recorrer esos paisajes y experimentar las mismas sensaciones y sentimientos que en sus protagonistas. Las imágenes pintadas con palabras de niebla, frío, “barro hasta las rodillas, un frío viento que azota”, enmarcan el momento del reclutamiento de un soldado joven. Su madre y hermanos anhelan verle regresar entre los que retornan de la batalla y, sumergido el lector entre calles nevadas y arboles desnudos, percibimos el mismo desasosiego de esa madre, y el dolor ante la arbitraria violencia de la guerra. En otro relato, las hojas de lilas que se marchitan, servirán para develar las pérdidas que han marchitado el rostro de la abuela. Casi podemos escuchar en otro de los cuentos, la agitación del viento al comprobar que nadie viene a su paso, lo sentimos precipitarse por encima de las hierbas, y distribuir sus aromas, mientras la hojarasca húmeda en medio del bosque cubrirá a alguien herido a la espera del rescate que no llega. Los cambios de estaciones influirán en los estados de ánimo: la primavera aun nevada, nos sumerge en una lluvia fina interminable, se acelera el raudal de los ríos, y hace que los personajes, y nosotros, deseemos el calor del contacto humano, “brotan las hojas y los amores”; los árboles de un tupido bosque temblarán al paso de la chica alegre y bonita, que todos admiran.
De igual manera la naturaleza de los animales acompaña a los personajes en su soledad, como sucede en Noches de lobos, en la venganza, en El cuerno de cabra, o en sus pasiones, como en Águilas. También este elemento estará presente en los relatos sobre enfermedad y muerte, como cuando alguna culebra ocasiona estos terribles males a una joven o a un niño, o cuando es necesario conseguir una imposible golondrina blanca o Sangre de topo para la cura.
Me gustó descubrir en algunos de ellos, el humor de su gente, un humor que estos escritores plasman con ciertos trazos de ironía, como ocurre con La Dama de los rayos X. La protagonista sufría de ser bizca y después de una espectacular cirugía en Amuleto Cosmeticum: Salón de Cirugía Femenina, empieza a verlo todo, incluso “cosas que los demás no ven”, lo que luego genera con sarcasmo cierta crítica social. En ¡Mata a la mosca! (Yordán Radícheov, 1929-2004) esta fina mordacidad nos deja reflexionando sobre la mosca que deberíamos matar nosotros en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en nuestras casas. A pesar de alguien le dijo al narrador que “en China no hay ni una sola mosca”, él mismo nos advierte que lo duda mucho. En Sopa de Rosas y ¡Que pájaro ni qué pájaro! sus autores juegan con lo irreal, lo lúdico, con elementos ficticios que embellecen los relatos y expanden los significados.
Entre mis favoritos, (y aclaro que mientras escribo y releo entran más en esta lista) están Retrato para la Eternidad, (de Doncho Tsónchev, 1933-2010), La Ocarina rota (de Stanislav Sivríev, 1924-1989) y Las campanas enmudecidas (de Elín Pelín, 1877-1949) pues en ellos se emulsiona la gentileza para describir todos los aspectos que se refieren a los personajes y los errores humanos, así como la sutileza para dejar ver el sentido de justicia, el valor intrínseco del ser y el espíritu decisivo para superar los hechos. En estos tres, a diferencia de los otros, los objetos toman vida, o devienen elementos relevantes en el desarrollo y resolución de los acontecimientos. Estos objetos pueden callar, como sucede con las campanas del monasterio de Zhrelin, o pueden romperse, como sucede con la ocarina, o envejecer imperturbables como el retrato, pero todos hablarán y cumplirán una dulce misión para convencernos de que seamos mejores personas.
La violencia de la guerra ha dejado marca en algunos de estos relatos, pues es un pueblo en lucha constante para ser lo que es hoy. En ¿Ya viene?, Iván Vazov (1850-1920), considerado patriarca de la literatura búlgara, nos narra una desgarradora historia del pueblo de Vetren despidiendo a sus jóvenes reclutas; sin embargo, en el relato nos damos cuenta que por encima del odio aflora la compasión de su gente.
Me he quedado experimentando una dulce sensación de cercanía con el pueblo búlgaro entre nuestra ciudad y aquélla donde la colina aguarda que las lilas florezcan de nuevo en mayo. Quizás nos lleve a visitar El anticuario (de Vésela Lyutskánoya, 1935-) para seguir leyendo libros búlgaros, los cuales ahora sé que no me cansaré de leer. Sueño con entrar en la tienda Ángel y comprar Sopa de Rosas (de Dimítar Schúmnaliev, 1947-), vino de racimos de sésamo, sopa de ternera con perlas, y, sobre todo: pijamas con elásticos de azúcar y la crema La Primera Noche de Safo.
El libro al final incluye un capítulo Datos biográficos de los autores, un detalle importante para ampliar nuestra visión sobre los mismos relatos, por la época en que fueron escritos y por la participación de estos escritores en la vida literaria y política de su pais. Además, porque después de leer estos cuentos quedamos ávidos de buscar otras obras de tan geniales escritores, muchos reconocidos internacionalmente, ya que sus obras han sido traducidas a varios idiomas.
Felicitaciones por esta iniciativa que une nuestros pueblos a través de la literatura. Se puede adquirir en librería Cuesta y La Trinitaria, así como en la Editora Nacional.