Escribir y leer son prácticas que demandan esfuerzo, sobre todo en el tiempo presente lleno de escollos, zancadillas, lodo y un sinfín de casos y cosas que te roban el tiempo y te alejan de la página y la palabra. No obstante lo anterior, hay que ser agradecido ya que este ejercicio de la lectura te lleva por caminos en donde de cuando en vez te encuentras con joyas.

Turbulencia, la colección de relatos del escritor y guionista Miguel Yarull, es una de estas maravillas. Hablamos de 22 cuentos breves; historias en donde Yarull hace gala de la maestría que ha ido labrando para narrar en los espacios concentrados. Este artista del fraseo hace gala de su experiencia cinematográfica para colocar sus personajes en situaciones y espacios incómodos, fuera de su propio elemento o lugar, empujándoles a elaborar desde la contra, desde lo insólito y lo absurdo. Según Bosch, maestro de multitudes, un cuento es la narración de un hecho, y ese hecho cobra vida y furor cuando los personajes se ven acorralados y llevados al extremo. Decididamente esto pasa en cada uno de los textos que componen Turbulencia. Los relatos son genuinamente caribeños primero y dominicanos después. Muestran un Santo Domingo del presente, en donde la ciudad ha cambiado y muchos de sus personajes transitan en ella en un marco de gozo y desasosiego difícil de definir o ilustrar. De ahí deviene la genialidad de Yarull.

Pero, aunque Turbulencia es un texto en donde hay bastante tela teórico-académica para cortar, lo mejor es (re)leerlo de un tirón y dejarse sorprender de manera genuina por la destreza cuentística de cada texto. Es un texto que anda conmigo desde hace tiempo, y estas notas que aquí traspaso de forma prolija, vienen de mis garabatos y de la imposibilidad de escribir que cada cierto tiempo me abraza. Aquella página en blanco o bloqueo que Liliana Heker nos invita a mirar desde otra perspectiva. Para escribir hay que armarse de valor, enfrentar el miedo, hermanarse a veces con éste. Eso aprendí en el cuento “Instrucciones para cavernícolas”, en donde Yarull nos coloca frente a la caja de un mueble de un mueble de IKEA como una equivalencia para medir la masculinidad de hombres al borde de un ataque de nervios. El cuento está narrado desde el POV desde el esposo injuriado y la escritura es dinámica, va al grano, no deja nada a la imaginación, y utiliza la frustración que muchos hemos sentido al vernos ante un armatroste de “fácil” armado y que está hecho para simplificarnos la existencia. Lo que demuestra que lo que parece sencillo suele regularmente no serlo. Otra cosa que llama la atención de la escritura de Yarull es el uso de la nota al calce, que nos recuerda a Borges o Pedro Cabiya, quienes entablan en el entramado del pie de página, la excusa perfecta para ofrecernos otras líneas dramáticas en la narración.

Hace poco tuve la oportunidad de conversar a fondo con Miguel Yarull para el podcast Duros & Canallas. Allí dejé el deslumbramiento de estar frente a un escritor que admiro frente a frente y me dediqué a hurgar en su técnica narrativa. Salió un dato muy interesante de nuestra conversa, y es el uso del recurso que propone David Mamet en su texto On Directing Film, cuando habla de que uno debe llegar a las escenas tarde y salir temprano, y esta otra, de que una escena es una serie de imágenes que intercaladas que puestas en función una de la otra, nos dan “la idea” de la historia. Lo anterior adquiere sentido cuando se lee a Yarull en cuentos como “Rapsodia Millenial” en donde se asiste con desilusión a la tragedia de un hombre dominicano pasando por una crisis de identidad y/o de la mediana edad. Quiero puntualizar aquí que otros aspectos determinantes de la escritura de Yarull lo son el humor negro, que no ironía o cinismo; esto ya lo vimos en el famoso cuento “Montás”, que luego se convertiría en La Gunguna, película considerada como un hito dentro del quehacer cinematográfico local. Hay también que resaltar en su escritura una constante preocupación por los cambios que propone el Gran Santo Domingo por el que muchos nos movemos y sufrimos.

No hace falta que yo les diga que salgan a buscar este libro como sea; me consta que Miguel Yarull tiene ya bien ganada una multitud breve de lectores conscientes de la magia de su prosa, la agilidad de su pensamiento y la genialidad, valga el redundar, de su manera de contar. Les reitero que busquen estas historias que como bien señala Natalia Peralta Rincón, “desentrañan personajes que luchan por encontrar, y en el mejor de los casos defender, su lugar en el mundo. El resultado es un viaje tumultuoso, difícil de olvidar”. Concuerdo con ella en todo, pero más allá, en esto último, ya que por meses ando con este libro y mis garabatos a rastro, tratando de decirte, Mañana, que tú también debes leerte este texto, ahora, o bien cuando pase el temblor.