Colaboración especial de Ernesto Vantroy, que tuvo a su cargo la presentación de la novela Amor al rojo vivo, de Giovanny Jerez.

Libro portada.

 Los Alcarrizos (el municipio), es un multiverso donde se conjuga la historia patria, la política, el arte…  antropología donde confluyen la mangulina, los palos, la bachata, el amor… Es un andamio al que sube el merengue, la guitarra, la literatura, el drama.

Entre esos universos socioculturales hay un artista. Hombre de elevada estatura en las tablas, en el cine, en la palabra.

Es un hombre de altas cimas, pero de la mano con aquellos que le vieron crecer en su prodigiosa infancia; de la mano de quienes por él han crecido; de la mano de los que encontraron ruta juntos, en la hermandad propia de esta humanidad que somos.

Pero ese hermano, también es el que le da ritmo versificado a lo tanto que ha debido y querido decir y, lo dice con un dramatismo como pocos autores lo hacen.

Ese hombre-arte-palabra-drama es Geovanni Jerez, a quien se le han ocurrido este poemario “Amor Al Rojo Vivo”, con los que abre un ciclo de años guardando su escritura en verso y lo hace con la temática más trascendente del mundo: el amor.

Abre este poemario con una ternura que desgarra, cuando vienen esos cambios físicos que transforman el alma. en De niña a mujer, dice:

Ríe,

que la vida te sonríe y puedes domarla.

Ríe,

canta,

juega…

Pero como el que despierta reconociendo un sentimiento de amor que no debe, le recomienda:

Ríe,

canta,

juega,

despréciame,

y cae como padre que construye el porvenir de su hija

…sabré prepararte un canto

con juegos y risas

para cuando pasen los años y llores,

también pueda alegrarte.

Es el poema que abre este ciclo, del que vendrán otros tantos, porque Geovanni Jerez es ya una fuente, vertiendo vida en lo que es nuestra identidad.

Con el texto A María, el autor es como una vuelta a aquellos que, como José Ángel Buesa, nos rebela el dolor de amores, pero cantado entre la agonía, la esperanza y el sabor de las quimeras:

Si yo pudiera tocarte

y arrancar de ti un beso,

morder tu voz en la carne

del sueño y la sonrisa,

y como si la voz de un Pedro Mir lo despertara de un profundo desvarío; grita:

¡Pero no!

Ernesto Vantroy,

Porque esta María podría ser la madre de aquel que, llevado al calvario, fue condenado al más cruel de los sufrimientos que solo es potestad de verdaderos amantes; al respecto dice:

Si dejaras que de amor

hable a tus oídos,

borraría tus lágrimas, María,

y, “pero no”

no existiera.

Sin embargo, en un momento de sensible ilusión erótica, el poeta conjuga idilio, pasión y esperanza en un todo corpóreo que se funde en la pequeña, encerrada y oscura geografía de la cama:

En la cama te espero,

cuerpo de su alma…

En la cama te espero,

rosa de su orgullo

que sofocas mis ansias…

A medida que avanza, él va en ascenso de Eros y alcanza un punto que si no el clímax de su poética ya es un lugar sin retorno, donde la expresión indica la llegada:

A esta hora es nuestra la intimidad,

vamos a un aparte poético

lleno de caricias

donde me embriague de ti.

Sabiendo el amor, en cualquiera de sus variantes, un tema universal en todas las épocas, y luego de alcanzar lo carnal como parte divina entre los amantes, insiste en

Elevarte hasta mi corazón,

Planear en tu cintura,

quemar tus plumas en mis labios,

purificar nuestras almas

y posarte en mi sexo, …

hasta hacernos eternos.

Como si fuera pensado para alguna voz entre lo melódico y potente de algún bolerista llegamos al poema Tentación, el cual no solo llama nuestra atención por su contenido, sino también, por la estructura, el ritmo interno y, a partir de un punto, la rima que marca en pareados; mientras las tres primeras estrofas la forma es

Señora

merece usted la muerte

por esta gran desdicha

y por mi sufrimiento.

mientras, a partir del cuarto momento

Quiero encender la hoguera que clama deseosa

por un cuerpo suave como su piel sedosa.

Geonny Jerez

Si a estos versos los cortásemos en “hoguera” uno y en “suave” el otro, podemos sentir el ritmo interno, la musicalidad que existe en los mismos. De manera muy acertada continua y concluye de esta forma:

Perdernos por el río de los enamorados,

besarla por el tiempo presente y pasado,

de amores prohibidos, de almas seductoras,

liberar el placer, con nuestro amor,

¡Señora! 

 

El idilio se convierte, casi de forma brusca en un clamor del que se siente a salvo en la llegada del otro ser al que ama y por el que ama. En un intento de ser lo más directo posible y queriendo romper la retórica, se lee como un ruego:

Ven a mí, rosa púrpura,

Devuélveme el sentido,

Acaricia mis sueños…

En una contraposición a la petición del autor, cae en el mandato de hacer cumplir aquello que sueña:

Debes entregarte,

darme la vida,

porque haremos el amor

quizás despiertos,

tal vez dormidos.

Para volver, haciendo de lo idílico religión, donde se pierden las fuerzas y el clamor ha caído como en susurro:

…Ven,

acércate,

bésame,

poséeme en sueños,

a cada hora y siempre…

mientras nuestro poeta, continua su poemario con unos versos que estremecen. Dice:

Sobre tus piernas escribo un poema

que llovizna quejidos consonantes…

porque en sus estrofas suele tener como por mandato de Apolo, el griego, o Bragi, el nórdico, una apertura envolvente que nos erige en lectores.

En tal virtud exclama:

Cada garra clavada en mi escudo

testimonia la furia del deseo…

Y en el mismo poema:

de las cuencas se apartan tus ojos

cual puñales buscando mi lengua…

El clímax erótico definitivo de este poemario es la combinación, en estos versos, de vida, amor y muerte. De muerte, amor y vida. De vida, muerte y amor. Siempre las tres heridas que, como dijimos, acompañan al poeta:

El día que sea mi día

Habré muerto de espera…

Y como hemos dicho en otro momento, vuelve, más por instinto que por pretensión, a su eterno interrogar:

Pero ese día…

¿Mi día?

Para luego proponerse, entre dolores y cuestionantes, un final que desgarra.

…ahogarás al fin mi entrega,

sentirás por primera vez

la corriente subterránea

del sunami que me espera.

Y así, como perdido en la humedad del sueño, insiste la terrible espera, expresando que:

A este lado del más allá

Te espero,

mariposa nocturna

de la noche clara…

Te pienso…

Mojando mis sueños,

algodón de piel morena,

si muero.

Como cortando distancias, el poeta insiste en la espera de aquella amada lejana, pretendiendo el contraste que se da entre los contrarios que se funden formando un solo:

Cerca del más allá

te extrañaré,

sobre el puente roto

del otro mundo,

si muero.

 

Porque parece reflejar que amor y muerte son dos extremos que acortan para salvar a los amantes, aun después de la vida.

Con un erotismo que estremece, el autor desangra en la continuidad de su libro, a través de estos dos últimos poemas, hasta aquí citados, con unos versos que nos devuelven a las heridas marcadoras del dolor en el poeta alicantino (Alicante, España) Miguel Hernández, cuando nos dice que:

“Con tres heridas viene:

la del amor, la de la vida, la de la muerte”.

El autor retoma en un momento como de chispa, una forma tradicional en la que se conjugan las consonantes, las asonantes y la libertad en unos versos que vuelan entre mayores que van hermanados con menores a los cuales protegen entre dolor y llanto que interrogan la partida:

¿Que te vas de mi has dicho?

¿Y que estás en un dilema?

Mas, dejas con tu partida un problema:

¿Quién besará mi cuerpo al bajar al nicho?

Para caer, de golpe, tras las interrogantes, en una transición que aumenta el drama a su clímax:

¿Qué no tendré tus besos?

¡No es cierto!

Que vuelve, como final, a declinar al ruego:

Apiádate, ¡Oh, Dios!

en vida del muerto…

Porque ese muerto es

muerto de amor!

En este verso es necesario recordar las diversas lecturas del autor y retomar aquel poema de Federico García Lorca, cuando se refiere al ruiseñor “herido, muerto de amor”.

Preguntar es una constante, o al menos eso parece, en la versificación de Geovanni, ya que, en diversos momentos, mantiene la interrogante, en su búsqueda de lo poético; como con cierta desesperanza, insiste:

¿Qué hago con mis sentimientos

ahora que te has marchado?

¿Dime qué hacer?

¿Dime qué hago?

        ¿Dime?

Ocurrencia de distintos momentos y tonalidades, en busca de alguna luz que le indique la ruta a seguir. Por eso exclama como un ruego:

¡Ay! ¿Por qué yo?

El dolor, ya por amor idílico, ya por amor al prójimo, parece perseguir al hombre que siente todo perdido: …

Y no hay lluvia en mi tarde serena…

Este dolor le conduce a la impotencia, al dolor que prefiere perder la memoria a vivir el holocausto que padece el poeta. Así lo expresa con una rima interna que obliga el ritmo, otorgando la musicalidad que arde en el poema:

Quisiera olvidar aquel beso tuyo

que con tanto orgullo

te logré arrancar…

Y más adelante:

Pero si recuerdo ese beso tuyo

se herirá mi orgullo queriéndote oír.

Si oigo tu voz que me paraliza

sentiré la prisa de saber de ti.

Lo oculto forma parte intrínseca en un momento determinado cuando el autor busca el por qué le ocurren algunas cosas y lo erótico juega entre interrogantes:

Este poema lluvioso

ha sido secado en ti…

Y como preso del dolor, entonces interroga:

¿Quién te crees que eres?

¿Alguna vieja estrella?

Estos poemas de “Amor Al Rojo Vivo” son extraños. Por su forma, por su expresión, por su autor. Hombre hecho para la risa pública, llevando sobre sí, en su pecho, el dolor del amante, el dolor de la injusticia, el dolor del dolor.