Si hay un error capital que la educación, pública y privada, comete en República Dominicana. Es este: no proveer un programa de formación en autoaprendizaje que entrene a los niños y jóvenes en estrategias eficientes de adquisición de conocimientos, habilidades y competencias.

Todo el problema de nuestra educación pública y privada descansa en esa falencia.

Es algo que suelo conversar con Víctor Mártir, el director del liceo Aníbal Ponce y presidente de la Asociación Nacional de Directores de Centros Educativos de la República Dominicana, ASONADEDI-RD, y sobre lo que recientemente hablé con Javiel Elena, director de Cultura del MINERD.

Javiel Elena, director de Cultura del MINERD.

Los niños y jóvenes son obligados a enfrentar contenidos sin que se les haya provisto de una vía inteligente de captarlos, entenderlos, asimilarlos, retenerlos y recuperarlos.

Cada niño tiene que improvisar su manera personal de aprender, en vez de recibir y dominar estrategias eficientes para incorporar información y convertirlas en conocimiento.

Víctor Mártir, presidente de ASONADEDI-RD y director del Liceo Aníbal Ponce, Manganagua, D.N.

Si dejamos, como lo hacemos, a los niños improvisar sus propias estrategias de aprendizaje, seguiremos observando las tres principales consecuencias de ese error:

  1. Aprenden a ser deshonestos, a hacer trampas y a simular y a la memorización mecánica (el chivo, la botella, etc.)
  2. Baja autoestima, se sienten brutos, síndrome del impostor e inseguridad
  3. Alta deserción escolar por estar en una actividad a la que no le ven sentido

¿No son esos tres resultados los que predominan en nuestra educación y que se expresa en el bajo nivel de formación de nuestros universitarios y profesionales?

¿Por qué es urgente enseñar estrategias de autoaprendizaje?

El asunto es que cada vez más entramos en la 4ta. Revolución Industrial y ese poderoso cambio en la plataforma productiva global impondrá demandas y exigencias poderosas en la educación.

¿Qué es la 4ta. Revolución Industrial? Es un nuevo paradigma resultante de la confluencia e interacción de una serie de factores, más de 17, entre ellos:
  1. El internet de las cosas
  2. La nanotecnología
  3. La robótica
  4. La globalización
  5. El internet
  6. El teletrabajo
  7. La computación cuántica
  8. La inteligencia artificial
  9. La big data
  10. La digitalización

Esta confluencia de fuerzas impone cambios disrruptivos y hará obsoletas muchas carreras y profesiones, superadas por programas y tecnologías. De hecho, en el curso de apenas décadas hemos visto surgir, desarrollarse y desaparecer tecnologías, algo que antes tomaba siglos que ocurriera. Desde el diskette al cassette, desde el VHS a los walkmans, asistimos a la rápida obsolescencia de productos que, en su momento, resultaron disrruptivos y novedosos, sustituidos por otros más sorprendentes y eficientes.

A la vez, nuevas profesiones y carreras, todavía en ciernes, se abrirán. Nuevos campos emergerán y tenemos que aceptar que en la actualidad todo saber y toda habilidad es provisional y puede ser rápidamente desplazado y reemplazado, nos guste o no.

Y recurrir a un enfoque ludista, reaccionario, en nombre proteger a los “padres de familia” (el argumento favorito y reaccionario para defender el atraso y el caos en RD), no es inteligente ni viable.

El aprendizaje continuo y el reskilling o reentrenamiento en nuevas capacidades y destrezas de nuestros profesionales y recursos humanos es imperativo. Tenemos que acoplarnos y adaptarnos a un mundo en revolución, nos guste o no.

Lamentablemente, las universidades están preparando profesionales para profesiones que van a desaparecer a corto o mediano plazo. Les están haciendo perder el tiempo. Esa es una tragedia social.

Estamos en un tiempo en que saber aprender, tener estrategias de autoaprendizaje eficiente, es clave, porque esa capacidad pueden aplicarse productivamente al dominio de cualquier conocimiento o habilidad de manera acelerada.

Quien sabe cómo aprender no tiene miedo ni inseguridad frente a los inevitables cambios que el futuro impone. Quien no sabe, se angustia, se siente desamparado y se estresa. Y esa es una diferencia fundamental.

Activemos el mayor recurso con que cuenta el país

¿Cuál es nuestra mayor riqueza y la mayormente desperdiciada e inexplotada de todas? No es el oro. No son nuestras playas. Es el cerebro de nuestra población.

Esa poderosa riqueza es maltratada con pésimos hábitos y peores procedimientos. Piénselo. ¿Aprecian y aprovechan las empresas, por ejemplo, el potencial de los cerebros de sus colaboradores? ¡Claro que no! Y en nuestras escuelas, colegios y universidades se adocena y mediocriza el mayor tesoro con que contamos: el cerebro de nuestros niños y jóvenes.

Todas las personas, salvo las excepciones por temas genéticos (como un gen recesivo, por ejemplo), nacemos con cerebros perfectos y dotados, y con un potencial de ponerlos a brillar.

Cada cerebro viene con predilecciones, vocaciones, proclividades, que solo hay que alimentar, fomentar, estimular y reconocer.

Y vivimos en un tiempo donde los recursos, medios y apoyos para lograr que brillen y alcancen esplendor, son prodigiosos.

Necesitamos entender eso. Y ponernos en eso.

Contrario a los que muchos pueden entender, el cerebro es una máquina de aprender y ama aprender. Solo que hay que saber estimularlo, retarlo, entusiasmarlo, emocionarlo.

Y esa es sino la única, si la mayor y más importante tarea de los profesores, de las escuelas, colegios y universidades y de los modelos y sistemas educativos.

El nuevo rol del docente

De ahí que conviene replantear el nuevo rol del docente.

Ya no es el portador de la información, porque ningún docente puede competir con Google y con la Inteligencia Artificial.

Su rol ahora es de coach, estimulador, guía, orientador, encaminador y apoyo. Y en esas nuevas funciones amerita ser entrenado.

Eso significa encontrar y alimentar las vocaciones, tendencias y preferencias de sus estudiantes, fomentarlas, agruparlas, retarlas, estimularlas y permitirles y facilitarles brillar.

Hay algo clave en la relación maestro-alumno que ningún software, ninguna máquina, podrá sustituir: el valor y la significación de la relación humana y de proveer reconocimiento, aprecio, aceptación, aprobación y valoración, parte de las necesidades emocionales que niños, jóvenes y adultos buscamos siempre recibir.

¿Habrá alguien que preste atención a corregir ese fallo?

Cuando no damos al niño y al joven las herramientas para el autoaprendizaje eficiente lo condenamos a improvisar el cómo aprender.

Unos, los menos, tendrán la fortuna de, por prueba y error, descubrir maneras que les funcionan y les permiten superar las pruebas.

Otros “se las buscarán” y batallarán para salir a camino, haciendo lo que haya que hacer (desde el chivo hasta el soborno, desde mandar a examinar a otros hasta robar exámenes e incluso maneras peores, de cara a no reprobar).

Y muchos otros se sentirán frustrados, desalentados, perderán confianza en sí mismos, se autotildarán de brutos, se desmoralizarán y abandonarán las aulas.

Conozco profesionales que terminaron todas las materias y nunca presentaron tesis y renunciaron a graduarse.

Otros dejaron la universidad en último año.

La deserción escolar a nivel universitario y a nivel secundario es abrumadora. ¿Por qué? Porque sienten que lo que hacen no tiene sentido.

Sin embargo, todos son dueños de un cerebro brillante, de gran potencial, al cual simplemente nunca le enseñaron a usar y sacar provecho.

¿No es tiempo ya de que eso cambie?

Aquiles Julián.

* Aquiles Julián es presidente del Centro PEN RD Internacional.