Hacer teatro musical es un riesgo y una actitud artística veleidosa, que se puede prestar, dada la compleja cantidad de recursos escénicos en juego, a hacer historia o a protagonizar ridículos inolvidables.
Waddy Jáquez y Pablo Garcia se atrevieron a contar esta historia nacional que trasciende el heroísmo y el martirio, como nunca antes se había hecho, y ahora, tras su primera función en el Teatro Nacional, a beneficio de la Fundación Hermanas Mirabal y el Museo Ojo de Agua en Salcedo, crucial como jamás se había logrado.
Este hombre de la escena logra el concurso de artistas y técnicos, la buena voluntad de quienes entendían que era un riesgo, asumir una historia así, con los rituales musicales de este tiempo, jugar con simbolismos que al final engarzan el ánimo del público y ha aportado a la historia del arte del teatro musical, una experiencia que se presenta ahora como referencial.
Una mirada cercana
Había emoción y expectativas altas flotando en el ambiente del Teatro Nacional. Al llegar, el público quedaba envuelto en la magia del símbolo. En el lobby, la venta de mariposas artesanales de jícara de coco y otros materiales (incluyendo dos libros en torno a la historia contada).
Inicia la función con unos minutos pasados de la hora señalada y, luego de un discurso medidamente breve y soberanamente emotivo, a cargo de Manolito Mirabal, a nombre de la Fundación Hermanas Mirabal, todo inicia:
Adalgisa Pantaleón, transformada en Dedé, con respeto y solemnidad desde el vestuario, maquillaje, peluquería y actitud, hace de narradora y será el hilo conductor, para dejar abierto un discurso escénico en el cual cada actor y actriz tendrá su momento de lucimiento.
Honny Estrella, como Patria, en una representación lo más exacta posible a la real del vestido negro con broche en garganta, desarrolla su parlamento observando la casa incendiada por la ira del tirano a la que deposito tanto amor desde sus jardines.
El ama de llaves de la casa de las Mirabal, Tonó, una de la heroínas de la historia y de las que menos espacio y prestigio reciben en las versiones oficiales, es una de las sorpresas en las cuales la historia hace salones con el arte de la gran escena.
Escenográficamente, Jáquez coordinó con su equipo para lograr la representación de muchas de las locaciones (la cárcel de La 40, La casa de las Mirabal y otros ambientes) a partir del uso de materiales modulares a los que se aplica proyección digital para definir los ámbitos a que se dedicaban. Buen recurso.
Musicalmente, lo magistral hizo coro con la perfección de la voces, los arreglos – a los que regularmente nadie presta atención a quienes los han logrado- Muchos talentos con voces magistrales, destacándose el uso de los códigos musicales de este tiempo: rap, merengue, salsa hip para hacer una indescriptible conexión de los hechos relatados con una juventud que no los conocer y que es probable que ahora inicie un proceso de respeto
Un momento estelar fue el monólogo de Nashla Bogaert. como Minerva, con una trascendencia en sus textos y un final de abrazo colectivo con los demás talentos en torno a la bandera dominicana. Fue el momento para llorar retenido, para las lágrimas que no podrían ya ser detenidas. Emoción líquida medible.
El código musical (rap, salsa, hip hop, merengue) conecta con la juventud con los de hoy que no vivieron ese tiempo. Código de actualidad genera interés con mirada a la historia.
La sucesión de las escenas fue fluida, sin atropellar el ritmo o la esencia, dejando sentir una impecabilidad escénica que debía ser objeto de estudio, al menos, en las escuelas de teatro musical de América Latina.
Resalta el manejo, en los diálogos, del hablar del dominicano.
En fin, un espectáculo que es más que otro montaje de teatro musical: es historia respetada, viva y actual. Hay oportunidad de verlo aun en el Teatro Nacional. Ojalá se repita. Ojalá se pueda grabar y difundir posteriormente a quienes no pueden pagar esa boleta, que vale cada centavo.
Ficha técnica (Resumida)
Idea, producción y dirección: Waddy Jáquez
Director musical y producción: Waddy Jáquez y Pablo García
Producción ejecutiva: Frank Ceara, Yanira Ferry, Pablo García y Hony Estrella.
Productor Musical Asociado: Wilson Polanco Gnomiko
Directora vocal: Paola González
Coreógrafos: Pablo Pérez y Erik Guzmán
Diseño de Escenografía: Fidel López
Diseño de luces: Ernesto López
Regiduría de escena: Diana Valk