La identidad es el punto de articulación entre lo particular y lo colectivo. Tenemos identidad individual que nos particulariza, nos hace visible y nos denota con relación al otro. La psicología considera que la identidad se funda por la internalización de valores. Pero también tenemos una identidad que nos emparenta con el otro, una identidad cultural que nos hace generar el sentido de pertenencia en contexto. Sistema de lengua, valores y tradiciones nos preexisten. Pertenecer y Ser son inseparables
Según León Olivé, et. al, la relación identidad-persona debe ser transitiva, esto significa que la condición de identidad siempre se da en relación con otro. Mientras la identidad yo es intransferible, las posibles responsabilidades que de allí derivan relativiza la autonomía absoluta del sujeto. Es decir, se establece un límite a lo que Levinas llama el yo egoísta. Mi identidad como individuo es intransferible pero como sujeto estoy historiado por el otro en una red social, cultural que me antecede.
Los sujetos se representan en una división que es ilusoria. El sujeto individual y el sujeto colectivo están dados en red. La división es ilusoria porque la personalidad se constituye a expensa de la interacción sociocultural y, al mismo tiempo, la cultura es resultado de la interacción de los sujetos. Esa paradoja está en el centro de los estudios culturales, lo que derriba los compartimentos estancos entre estudios psicológicos, etnográficos y sociológicos.
Entonces la cultura es resultado de lo que los sujetos hacen, pero el sujeto nace y se historiza en una lengua-cultura, como han establecido los estructuralistas. A pesar de que en la postmodernidad, la tecnología parece proponer un sujeto sin cultura (ver Lagorio, C, Cultura sin sujeto, el dominio de la imagen en la posmodernidad, Biblos, 1998.)
Una de las cuestiones más relevantes de esta propuesta crítica es que recupera para la literatura y las artes en general una episteme perdida y puesta en descrédito por la estética socialista que cosificaba la obra de arte en una mirada marxista mal canalizada.
Así, la identidad es mirada como sistema complejo (Luhmann, 1998), lo que implica la interacción sujeto-cultura-sociedad, donde el sistema-entorno está en permanente recursividad sobre el sujeto. Luhmann asume el concepto de autorreferencialidad para referirse a ese flujo permanente de reconstrucción recíproca entre el sujeto y la sociedad. Las identidades desde la especie, el género, la pertenencia, la singularidad y la mismidad. El sí mismo, parafraseando a Paul Ricoeur, se funda como otro. El sentido de la identidad es imposible si no asumimos los símbolos de lo singular en el grupo, la mismidad del individuo y la diferenciación de la lengua cultura. Tener elementos en común por los inter-contactos no anula la diferencia, más bien la reafirma.
Edward Said, en su libro: El mundo el texto y el crítico, plantea que la cultura dominante impone tanto en la técnica como en la ética sus cánones sobre el estudioso (y yo digo que sobre el escritor) individual. El pensamiento europeo está lleno de ejemplos sobre la mirada discriminatoria al resto del mundo y en particular a sus ex colonias. La cultura hegemónica no solo se piensa dueña de las prerrogativas emanadas de su filosofía y visión del mundo, sino que también asumirá los mitos y la creación literaria de los otros como bárbaros y fuera del canon por ellos establecidos. .
Quizá sea una sorpresa para muchos que poscolonialismo se refiera a una herramienta crítica literaria, propuesta por Edward Said, Franz Fanon y después Homi Bhahba, con ella podemos estudiar textos y autores referidos a países colonizados o ex colonias, al modo en que los propios autores de los países coloniales asumen su literatura, lo que desemboca en el problema de las identidades referidas.
Hablar de nuevas identidades, de las identidades nacionales, identidades étnicas y locales, como afirma Beck Ulrich, es un abordaje de Estudios postcoloniales y una crítica a los estudios literarios comparativos. La literatura comparada surge de la escuela francesa, y es justamente una reacción al eurocentrismo lo propone Said quien promueve otro método de aproximación a la literatura. Gayatri Spivak, ha planteado el agotamiento de los estudios literarios comparativos. La cosmovisión occidental eurocéntrica como referente, ha generado una torcedura de las posibles lecturas de textos escritos adentro o afuera, es decir desde el colonizador o desde el colonizado.
Una de las cuestiones más relevantes de esta propuesta crítica es que recupera para la literatura y las artes en general una episteme perdida y puesta en descrédito por la estética socialista que cosificaba la obra de arte en una mirada marxista mal canalizada. La crítica postcolonialista, aproxima el análisis textual a la realidad del que escribe, a la mirada que arroja sobre el mundo, que no puede ser otra que la del sujeto determinado por su cultura y la relación de poder que los distancia del que mira inevitablemente desde una posición dominante. El poeta Aimé Cesaire, ya había dicho en un extenso trabajo sobre colonialismo: “una civilización que no puede controlar su propias acciones no es una civilización”.