El pasado 5 de agosto fueron presentados en Santiago los tres libros más recientes de José Rafael Lantigua: “Democracia y Pandemia. Registros”, “Enseres y tramoyas. Crónicas con Historia” y el poemario “Iniciación de la tarde”. La actividad, celebrada en el Ateneo Amantes de la Luz, fue organizada por la tertulia “El oficio de la palabra” (por cierto, en honor a otro libro de Lantigua), que dirigen Marcela Montes de Oca de Mirabal, Carmen Pérez Valerio, Máximo Vega y Enegildo Peña. Sobre el poemario “Iniciación de la tarde” conversamos en exclusiva con su autor.
Enegildo Peña: De entrada, digamos que este poemario “Iniciación de la tarde”, fue finalista el pasado año del VIII Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, de la ciudad de Salamanca, España, donde participaron 1,305 poemarios de autores procedentes de 28 países. Usted renueva y reafirma su vocación poética en este libro, pero notamos que su poesía no ha sido muy divulgada ni ha merecido el encomio que merece. Según su criterio, ¿a qué se debe eso?
José Rafael Lantigua: El país carece de crítica literaria activa.
No quiero explayarme en este asunto que me tratas, porque no creo que merezca mucha importancia. No me he detenido a pensar en eso, porque entiendo que hay muchos buenos poetas que tampoco han merecido la difusión ni el encomio que se merecen. No es un mal nacional. Ocurre en muchas latitudes, antes, ahora y, probablemente, después. El país carece de crítica literaria activa. La que existe está o muy sesgada, o se detiene para volver siempre a los autores del pasado. No salimos de los clásicos, de los consagrados. Todos los estudios al respecto vuelven al lugar de origen. Los diarios, impresos o digitales, no dedican espacio al comentario de libros. No hay suplementos ni revistas literarias que pongan atención a todo lo que aquí se produce. Tenemos novelas buenas, cuentistas sobresalientes, poetas de calidad, pero nadie repara en sus obras. Muchos autores deben promocionar ellos mismos sus libros. Y yo que he promocionado nuestra literatura por más de treinta años, que he estado al lado de las producciones de muchos escritores desde que publicaron su primer libro, sin embargo, yo estoy como el coronel aquel, no tengo quien me escriba. Es un tema largo y no voy a desbrozarlo ahora. Pero, toma en cuenta lo siguiente: mi primer libro de poemas “Sobre un tiempo de esperanzas” sale en 1976, hace 46 años. Son mis poemas de adolescencia, de estudiante secundario. La mayor parte de esos poemas escritos en Moca, mi ciudad nativa, y unos pocos, cuando me fui a residir a Santo Domingo para completar mis estudios universitarios que había iniciado en la UCMM. Ese poemario tuvo una gran recepción en esa época. Fue recibido muy bien en los suplementos Auditorium, de doña Carmen Quidielo de Bosch, por Marianne de Tolentino, el suplemento de El Nacional, que fue el primero que reprodujo mis poemas. Yo era un desconocido en estas lides y tenía un campo de relación intelectual muy restringido aún, cuando sale mi libro en la capital. Mi próximo poemario “Los júbilos íntimos”, sale en 2003, veintisiete años más tarde, y por ahí anda un librito que recoge los juicios de Enriquillo Sánchez, Soledad Álvarez, Basilio Belliard, Bismar Galán y el poeta y crítico argentino Carlos María Romero Sosa. A ese libro le seguirá “Territorio de Espejos”, que sale en 2013, diez años después de “Los júbilos íntimos” y treinta y siete años más tarde de “Sobre un tiempo de esperanzas”. Ya se sabe que fue presentado a cuatro voces por José Mármol, Soledad Álvarez, Plinio Chahín y Basilio Belliard, y que otros poetas se refirieron al libro en distintos medios. Recepción ha habido, pues. Que otros ignoren la obra, eso me tiene sin cuidado. No se debe nunca escribir para el aplauso, sino para satisfacer la vocación y ejercer el oficio. Ni más ni menos. Sigamos. Sucede un momento extraño a lo ocurrido antes. Con “Territorio de espejos” vienen detrás, bien pegaditos, “La fatiga invocada”, en 2014 y “Cuaderno de sombras” en 2015. O sea, a diferencia de los libros anteriores y la larga distancia entre ellos, se suceden tres libros en tres años consecutivos. Con esta salvedad: los dos últimos mencionados se publican en ediciones de 50 ejemplares para distribuir entre amigos –hoy son inencontrables- y se ponen a circular en mi propia casa. ¿Qué te parece? Son libros casi clandestinos. ¿Por qué razón? Porque eran muchos los ejemplares que se quedaban sin vender. Mejor dicho: eran pocos los ejemplares que se vendían. Todos debían ser obsequiados. ¿Me pasa a mí solamente? Usted sabe que ese es un problema común. “Iniciación de la tarde” se publica en 2021, o sea el año pasado, tardé mucho en completar ese libro, pero la pandemia logró el milagro y el confinamiento me permitió concluirlo cuatro años después de haberlo iniciado. Lo envié a concurso y quedé impresionado de que entre tantos participantes lograra estar entre los diez finalistas. Ahora, saque usted sus propias conclusiones.
E.P: Tanto en Moca como en Santiago, en la presentación de este libro le escuchá decir que será su último libro de poesía. ¿Cómo puede un escritor tan talentoso y esmerado como usted renunciar a la poesía?
J.R.S: Hay muchos planes por delante, en términos de libros por iniciar y concluir, y en poesía creo que ya he escrito bastante.
Uno debe cerrar ciclos. Escribo ensayos, crónicas, artículos sobre diversos temas. Leo mucho sobre temas puntuales de nuestros tiempos. Trato de abarcar un universo temático amplio, no por una postura esnob, sino porque me gusta vivir actualizado. Hay muchos planes por delante, en términos de libros por iniciar y concluir, y en poesía creo que ya he escrito bastante. Sigo siendo un lector de poesía casi a diario. Antes de leer una novela, un ensayo, un texto actual sobre cualquier tema, me leo aunque sea un par de poemas de distintos autores. Ahora mismo me estoy leyendo completa la obra poética de la gran Sylvia Plath. Voy degustándola poco a poco, mientras leo a Moisés Naim y su enfoque de la realidad mundial, la última novela de mi amiga Mayra Montero, o reviso un libro de relatos formidables de un narrador poco conocido y que me parece sobresaliente, el sureño Félix Gerónimo. Fíjese usted: “Iniciación de la tarde” me costó cuatro años en comenzarlo y concluirlo, y son tan solo 70 páginas. Puedo escribir un ensayo, de hecho lo estoy haciendo, y escribir en dos meses hasta cien páginas o un poco más, y falta. La poesía es el género literario más difícil de enfrentar en la página en blanco de que tanto se habla. Ya le puse fin a ese trajín. Espero ahora que, a inicios de año, aparezca mi poesía reunida tanto aquí como en España.
La poesía es el género literario más difícil de enfrentar en la página en blanco de que tanto se habla.
E.P: Este nuevo poemario suyo hace de la tarde múltiples registros sobrellevados de modalidades y matices. La tarde es el preludio de la oscura noche. / El día camina hacia la ineludible tarde.
J.R.L: El libro no quiso ser nunca un conjunto de poemas con la tarde como objeto y sujeto. Se fue construyendo así, casi sin darme cuenta. Cuando vine a descubrirlo, pues le seguí la onda, y también con absoluta libertad, sin presión porque ese elemento me dominase, sino que fue fluyendo hasta completar esa trayecto con las tardes de domingo que siguen siendo las más tercamente aburridas de toda mi vida. Me persigue desde pequeño esa imagen, que ha sido objeto de atención en otro de mis poemarios, y en los poemas de otros autores de aquí y de allá. Debo decir: me recordé que Borges había escrito sobre la tarde, y por eso al finalizar el libro y ya cuando lo enviaba al concurso, coloqué ese verso del poema “Calle desconocida” como epígrafe.
E.P: En la obra no hay opacidad ni vacío, sino más bien un amplio despliegue de la tarde, en sus diferentes estancias y miradas. El poeta no solo quiere iniciarla, también consumirla en el ritmo armonioso de la palabra, donde el cuerpo poético de la obra provoca el éxtasis comulgado de la tarde: «Crecida. Recrecida, Enhiesta. / Pálida de sombras/que se duermen/ en la hora que cuelga de la noche». ¿Qué más es la tarde para usted, desde su tierra dominicana hasta «El sol en Cádiz»?
J.R.L: Una estancia de la soledad. El temblor del día. Una matemática del paisaje. Una mentira lenta para ayudar a la noche a que oficie su liturgia.
E.P: En otro poema dice: «La luna/es la memoria circular/ de la memoria» ¿Qué significado tiene la memoria en este libro?
J.R.L: Todo poema hace un tránsito por la memoria. El poema “Retrato de una noche” es la muestra más sensible y real de ese tránsito. El corto poema que da título a la obra, tiene a la tarde como asentamiento, pero el poema no es sobre la tarde -casi todos no lo son- sino que es un requiebro, el tragaluz de un recuerdo sobre una muchacha de inolvidable aliento que abrió el paso de la pubertad a la adolescencia “en la hora que cuelga de la noche”.
Todo poema hace un tránsito por la memoria.
E.P: En Iniciación de la tarde, podemos encontrar otras voces poéticas, por ejemplo: «Piel sobre el muro de la carne/golosina tatuada/en la mañana suicida del tiempo/ y sus llantos». ¿Qué significa ese poema titulado “Tatuaje”?
J.R.L: El tatuaje es un signo de los tiempos. Grafiti prendido sobre el cuerpo, que fundamentalmente utilizan artistas, deportistas, pero que calladamente poseen otras muchas gentes. A mí me parece algo horrible, pero es una realidad que vemos y que señaliza la época que vivimos. En la antigüedad también sabemos que se practicaba el tatuaje. Mi poema no es más que recreación -nunca celebración- de ese arte que usa al cuerpo como muro. Creo haber escrito una descripción poética sobre este aspecto. Solo soy el eco de un tiempo, el de hoy, sobre la piel bordada y la carne larvada de esa ortografía lúdica que en la mente tiene su asidero y su origen. Es un tiempo suicida, lleno de agobios, del que muchos quieren escapar y preparan sus cuerpos para intentar convertirlos en “golosinas tatuadas”, con rostros, arañas, pasiones personales, nombres de amores voraces, incrustados en la piel como señal de un amor, de un desagravio, hasta de las cosas más nimias, pienso que casi siempre muy personales, de los tatuados. Aborrezco el tatuaje, me escandalizo, incluso me repugna. Pero, intento su retrato como un “emblema de la piel/ sobre la piel herida/ bordada la carne con jeroglíficos/ de una era de azares”.
El tatuaje es un signo de los tiempos.
E.P: «Es un sujeto que se nombra/bandera/templo/es predicado sin palabras/ que multiplica metáforas de escarnio/ y fuego». ¿Por qué no comprende la palabra que se nombra azar?
J.R.L: El poema tiene su propio plasma y su propia respuesta. Se pregunta y se responde a sí mismo. Pero, el poema no debiera explicarse. El poema debe degustarse, crear asombro, ser fuego, metralla, misterio. Que cada cual saque sus conclusiones y que sean conclusiones certeras. Si acaso.
E.P: Desde el punto de vista de este poemario ¿qué es la poesía para usted, un azar, una fabulación o un pensar?
J.R.L: El poema es un grito desnudo. Una memoria circular. Una furia del tiempo. El azar de una vida. El pensar como atributo del ser, en el dogma ochentista. Nunca se fabula en un poema. Se crea, se encamina, se gesta un decir sobre la memoria como espanto y como sombra y como eco. Eso creo.