Volvamos al arte
Cuando pensamos o vemos una moneda quizá no la asociamos con el arte porque la relacionamos con su condición de medio de pago. Esto se ha visto plasmado desde la antigüedad, donde el “denario”, las monedas creadas en el imperio romano, tenían como adornos espigas de trigo, cabezas de ganado, figuras que permitían relacionar una idea general sobre el valor de las cosas consignadas. Sin embargo, tanto las monedas como las medallas fueron ganando adeptos que estudiaron no solo su relación económica sino histórica y artística, ya que sobre ellas se fueron grabando y perpetuando para la posteridad hechos y fechas importantes.
Con el paso de los años son muchos los poetas que se han referido al dinero, más pocos han escrito tanto como Francisco de Quevedo, en cuya obra está presente su interés por este tema.
“Las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una”, dijo quien fuera uno de los pilares del Siglo de Oro Español.
En su trabajo Dinero y valor en el soneto «Valimiento de la mentira» de Quevedo, la profesora Alina Sokol, dice, entre otros aspectos relevantes, que “El interés que Quevedo tiene en el tema se hace particularmente obvio en su poesía, que ofrece un caleidoscopio de diferentes manifestaciones del dinero: metales preciosos, todo tipo de monedas corrientes, letras de cambio… el dinero como el intercambio mismo. Esta abundancia de referencias al dinero, agrega la profesora, lleva a reconsiderar la importancia del dinero en la poesía quevediana frente a otros autores barrocos”. En el soneto referido por la profesora Alina Sokol, el poeta nos dice:
“Yo trocaré mentiras a dineros, que las mentiras ya quebrantan peñas; y pidiendo andaré en los mentideros prestadas las mentiras a las dueñas”.
En opinión del blognumismático Adolfo Ruiz Calleja, natural de Palencia, ciudad y municipio español de la comunidad autónoma de Castilla y León, España, la mayor prueba de grandeza del Siglo de Oro Español es que su análisis admite una cantidad inmensa de perspectivas distintas y todas ellas permiten un estudio profundo. La numismática no es una excepción. Solo analizar las referencias monetarias en el Quijote daría para una tesis doctoral. Igualmente se ha analizado el dinero en la comedia del Siglo de Oro. También hay poesías relacionadas con la numismática. “Dineros son calidad” de Góngora y “Poderoso caballero es don dinero” de Quevedo son quizá los más famosos. Quevedo trató el tema del dinero en otras obras. Por ejemplo, el soneto “Reprehesión de la gula” es una clarísima crítica al consumismo.
Tiziano Vecellio di Gregorio, conocido tradicionalmente en español como Tiziano o Ticiano, fue un pintor italiano del Renacimiento, uno de los mayores exponentes de la Escuela veneciana. Si lo menciono en este contexto es porque él pintó un cuadro que tituló El tributo de la moneda, una pintura de óleo sobre tabla, que data de 1516 y se encuentra en la Gemäldegalerie de Dresde, capital del estado de Sajonia, en el este de Alemania, que se caracteriza precisamente por sus célebres museos de arte.
En su trabajo: “El dinero fuente de pecados en el Inferno de Dante y en la traducción de Pedro Fernández de Villegas (Burgos, 1515), Roberto Mondola nos dice que en el Inferno de Dante, que es, como sabemos, la primera de las tres cánticas de La Divina Comedia del poeta florentino, son los cantos VII (el de los avaros y pródigos), XVII (donde aparecen los usureros), XIX (el de los papas simoníacos), XXI (primer canto dedicado a los barateros) y XXX (donde se hallan los falsificadores) los momentos en los cuales más alta se levanta la voz de Dante Alighieri.
En la concepción dantesca el deseo ardiente del dinero es la amenaza más peligrosa que afecta a la humanidad. Así, pues, en el Inferno no hay sólo una categoría de pecadores relacionados con el dinero: si avaros y pródigos forman parte de los incontinentes fuera de la ciudad infernal de Dite, los usureros son una categoría de violentos, mientras que barateros, simoniacos y falsificadores pertenecen al amplio grupo de fraudulentos.
En opinión de Pedro Fernández de Villegas “la avaricia es el pecado capital del que proceden todos los demás, soberbia, envidia, ira, pereza, gula y lujuria. De cada pecado, el humanista burgalés explica el porqué de la común dependencia de la avaricia: los que poseen mucho dinero se ensoberbecen, los envidiosos desean furiosamente las riquezas ajenas, la ira pertenece a los ricos que no son adorados, la pereza es propia de los adinerados que quieren pasar la vida sin ocuparse de nada, mientras que la gula y la lujuria son consecuencias de la abundancia de bienes temporales. Quizá sea la traducción de Inferno VII la que revela más, gracias a las amplificaciones, la sensibilidad del traductor dantesco hacia el problema del dinero”.
Pero muchos siglos antes ya se hablaba de la parábola de la moneda perdida, referente a una mujer que pierde una moneda la cual necesitaba. Ella enciende una lámpara, barre la casa y la busca con diligencia. Cuando la encuentra comparte con sus amigas y vecinas la dicha de haberla encontrado. Esto lo refiere el apóstol Lucas 15: 8-10, quien concluye diciendo: Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
El análisis del dinero y el contrato, la economía y el derecho, el mercado y la moral, está implícito en el argumento de El Mercader de Venecia, de William Shakespeare. Por cierto, y para avalar la incidencia del arte en el nacimiento y desarrollo de la moneda, el mismo Shakespeare y la escritora, ilustradora, fabulista de literatura infantil y naturalista Helen Beatrix Potter (1866-1934) fueron homenajeados, junto a otros eventos y personalidades en una serie de siete nuevas monedas que se emitieron en el año 2016 en el Reino Unido, acuñadas por la fábrica oficial de monedas Royal Mint.