Una de las experiencias más frustratorias que, como estudiante casi todos hemos vivido, es que solo hace uno entregar el examen, para que, de pronto, se agolpe toda la información que no pudimos, por más que lo intentamos, recordar en el momento en que nos examinábamos.

Peor todavía, nos acordamos con claridad meridiana de información que contestamos erróneamente.

Quisiéramos arrancarle el examen al profesor y rehacer y completar lo que nos faltó.

Ya es tarde para ablandar habichuelas.

Ahora bien, si recordamos la información y supimos dónde contestamos de forma equivocada, teníamos el saber necesario, solo que no pudimos ponerlo en uso en el momento apropiado.

La máxima de que “Saber es recordar a tiempo” es ofensiva, porque es evidente que sabíamos, pero no nos enseñaron a recordar a tiempo.

La deficiencia no está en el estudiante, sino en el sistema educativo que es el responsable de entrenarlo.

Eso frustra, enoja y desencanta.

Pero podemos actuar para que no se repita esa mala experiencia.

Hay que entrenar la memoria

Dominic O´Brien.

Todos tenemos excelentes memorias, pero nuestras memorias son como un avión. Si no sabemos pilotearlo, nunca despegará del suelo.

Ahora bien, todos podemos entrenar nuestra memoria.

De hecho, nadie espera tener un cuerpo atlético sin esfuerzo. Eso es una fantasía. Pero también todo el mundo sabe que un programa de entrenamiento puede producir cambios visibles en el cuerpo.

Lo mismo sucede con la memoria.

Es un músculo, el músculo mental.

Requiere entrenamiento, pero si lo hacemos, los resultados pueden ser impresionantes a ojos de quienes nunca la han entrenado.

Mi mayor experiencia fue haber entrado en contacto con Harry Lorayne, quien me mostró cómo entrenar mi capacidad de recordar. Y luego con otro lector y atleta de la memoria, Dominic O´Brien.

Aquí les comparto sus principales aportes en este sentido.

Las leyes de la memoria

Nuestra memoria responde mejor si observamos ciertos principios o leyes que estimulan tanto la conservación como la recuperación de recuerdos.

Estas serían las leyes de la memoria.

Las principales son:

Ley de la atención y afectividad: se recuerda mejor aquello a lo que prestamos atención y que nos genera una reacción emocional.

Ley de la totalidad significativa: memorizamos mejor si los recuerdos son parte de un todo coherente y armónico.

Ley de la asimilación: recordamos mejor aquellas ideas que se conectan con otras ideas conocidas (véase el artículo sobre la asimilación que publicamos aquí mismo, en Acento).

Ley de la extensión: retenemos mejor en pequeños pasos o porciones. Sobre esto construyó el psicólogo cognitivo de Harvard, George A. Miller, su conocido y muy citado artículo The Magical Number Seven, Plus or Minus Two: Some Limits on Our Capacity for Processing Information, publicado en 1956 en Psychological Review, en que establecía que nuestro cerebro solo manejaba con comodidad siete bits o unidades de información. Este principio es también conocido como la Ley de Miller.

Ley de la repetición: se memoriza más lo que más se repite. Recuerden cómo superamos la Curva de Ebbinghaus o Curva de Olvido. La repetición genera un proceso de mielinización de los enlaces neuronales que los blinda, permitiendo que los impulsos nerviosos se transmitan con mayor velocidad y por ende facilita la comunicación sincronizada de las neuronas.

Ley de la latencia: La latencia es el tiempo que transcurre entre la percepción (y toda lectura es eso: percepción) y la evocación de lo leído. A mayor tiempo de latencia, mayor disminución de la cantidad y calidad del recuerdo (Curva de Ebbinghaus).

Imágenes y asociación de imágenes creando historias: el secreto de la memorización

Harry Lorayne.

Nuestro cerebro piensa con imágenes.

Y, además, disfruta creando y escuchando historias.

Como dije, debo a Harry Lorayne, un auténtico maestro en el entrenamiento de la memoria, a quien perdimos en el 2023 lamentablemente, saber que no existen “malas memorias”, sino memorias no entrenadas.

No es el único de quien he aprendido. También debo respeto y gratitud a Dominic O´Brien, pero Lorayne es, por mucho, mi referencia mayor.

Todos venimos, salvo escasísimas y singulares excepciones, con memorias extraordinarias.

Solo que nunca nos entrenaron para usarlas.

Peor todavía, nos hicieron creer que éramos “brutos” o que teníamos una memoria inservible, cuando simplemente no nos entrenaron para usar con eficiencia nuestra memoria.

La memoria es entrenable, al igual que la atención y la concentración.

Podemos dirigir nuestra atención hacia lo que elijamos, sustrayéndola a otros estímulos que nos quieran distraer.

Podemos concentrarnos en lo que decidamos concentrarnos.

Somos dueños de nosotros mismos.

Y la atención y la concentración son fundamentales tanto para el cerebro como para la memoria, porque decidimos qué incorporar y qué no.

Podemos elegir qué ver, qué oír, qué experimentar, a qué ambientes o estímulos exponernos, con qué vamos a llenar nuestro bagaje de experiencias y conocimientos.

Podemos ser los arquitectos de nuestro cerebro. De nuestra salud. De nuestro aprendizaje. De nuestra vida.

Y recordemos: lo que controla tu atención, controla tu vida. Hay incluso, una economía de la atención. Eso significa que la atención es dinero y produce dinero y beneficios para alguien. Trata de que tu atención los produzca principalmente para ti, porque siempre hay alguien que se beneficia de la atención de los demás.

Cómo aplicamos las imágenes y las historias para recordar

Hay varias técnicas en que producimos imágenes y las asociamos en historias con el objetivo deliberado de recordar a voluntad.

Es oportuno advertir que esto no es algo que basta con entender, sino que hay que practicar hasta dominar, pero es una experiencia muy útil y al alcance de quien la quiera adquirir.

Hago la salvedad porque, lamentablemente, en nuestro país, República Dominicana, abunda la errónea percepción, aprendida en las aulas (porque es uno de los lastres absurdos de nuestra educación), de que tener una idea de algo es suficiente y que en eso consiste saber.

Como hemos escrito antes, y hay que repetirlo y repetirlo una y otra vez, machaconamente, hasta que se convierta en un axioma, saber es saber hacer, no creer que se entiende y se sabe.

LOCI o Palacio de la Memoria.

La técnica de la cadena

Encadenar es una tremenda técnica.

¿Recuerdan que convertimos nuestro mapa mental en imágenes? Esas imágenes son llaves mentales a la información.

Ahora, yo puedo relacionar una imagen con otra creando una historia.

Si esa historia incluye imágenes exageradas, locas, estrambóticas, las haré más recordables, ya que el cerebro tiene predilección por todo lo que es fuera de lo común, extraño e inusual.

Si, adicionalmente, incluyo dentro de esa historia a algún compañero de clases o profesor, el simple hecho de verlo opera como un activador mnemotécnico.

La cadena, además, al tener una historia que opera en secuencia, al igual que mi mapa mental, me permitirá recuperar toda la información asociada a cada imagen.

El método alfanumérico

Tal vez mi método favorito por todo lo que se puede lograr con él, sobre todo, las perchas o ganchos de los que hablaremos más adelante, el método alfanumérico, como su nombre indica, relaciona letras con número.

A cada uno de los números, del 0 al 9, corresponden algunas letras, unas por asociación por el sonido y otras por la forma.

A partir de esas letras, yo puedo reconvertir un número en una palabra o en una frase, y luego convertir esa frase en imagen y en historia (las dos vías favoritas de recordar del cerebro).

Es algo a aprender mediante entrenamiento, pero te comparto la base del sistema alfanumérico que aprendí de Harry Lorayne:

0 = R, RR

1 = T, D

2 = N, Ñ

3 = M

4 = C, K, Q

5 = L, LL

6 = S, Z

7 = F, J

8 = CH, G

9 = P, V, B

No se incluyen las vocales.

Supongamos que tengo que recordar la cifra 234873240. Si traduzco a letras esos números y luego formo palabras, por ejemplo: animo ciego fama no cara. Ahora convierto esa frase en una imagen en que le doy ánimo a un ciego que tiene fama (puede ser El Cieguito de Nagua o Steve Wonder o José Feliciano, para mi uso), pero cuya fama es no cara, no costosa.

Al crear la imagen en mi mente, solo tengo que ir a las consonantes y hacer el proceso inverso, pasar de letras a números y fácilmente diré 23 (animo) 48 (ciego) 73 (fama) 2 (no) 40 (cara).

Pueden ser otras palabras, siempre y cuando la consonante sea la apropiada al número.

Podría decir esa secuencia de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, porque la he convertido en una imagen y en una historia.

Las perchas o clavijas

Con el sistema alfanumérico puedo establecer una serie de perchas o clavijas: palabras/imágenes que me sirven para relacionar una información con una posición.

En el mapa mental la información se ha ido reuniendo en un orden. Si yo percho las posiciones, las cuelgo de las clavijas mentales, puedo ir a cada posición y recuperar la información.

Les comparto las 10 primeras perchas o clavijas.

1 = Tea

2 = Noé

3 = Amo

4 = Oca

5 = Ala

6 = Oso

7 = Fea

8 = Hacha

9 = Ave

10 = Torre

Hay más, muchísimas. Las he visto hasta 100, pero pueden extenderse.

Son un recurso poderoso de memorización.

La utilidad de las perchas es que, al tener un listado maestro de perchas, puedo ir colgando o relacionando (imaginando una relación, una historia dramática) entre mi percha y el subtema de mi mapa mental.

Por ejemplo, imaginemos que el primer subtema tiene que ver con el metabolismo y que he representado el metabolismo como una célula que ingresa sustancias (gases, nutrientes, etc.) y expulsa desechos (CO2, etc.). Si imagino que esa célula está siendo incendiada y arde por la acción de la TEA, solo tengo que preguntarme: ¿A qué le pegaba fuego la tea? De inmediato, la imagen de la célula retorciéndose, ardiendo, viene a mi mente y, con ella, toda la información que tengo acumulada en cuanto al metabolismo.

Así funciona el perchero o las clavijas del sistema alfanumérico.

La técnica LOCI

Simónides de Ceos.

Una de las más antiguas es la técnica LOCI, también conocida como el Palacio de la Memoria.

Loci signifIca lugares y su origen se atribuye al poeta griego Simónides de Ceos (556-468 a.C.).

Empleamos un área conocida, puede ser nuestro hogar, nuestra oficina, nuestra aula, escuela o facultad y la visualizamos para recorrerla mentalmente en un orden.

Entonces, ya establecido un orden de recorrido y unos lugares específicos, pongamos, por ejemplo, en la casa: la galería, la puerta, el sillón, el sofá, la mesa de centro, la silla del comedor, la mesa del comedor, el estante, etc.

Si mi primer punto LOCI es la galería, empleando el ejemplo anterior, colocaré la célula (mi recurso visual para metabolismo) reptando en la galería, una célula gigante, exagerada (porque el cerebro ama lo distinto, lo exagerado, lo raro, lo fuera de lo común, recordemos). Puedo incluso incluirle rasgos (ojos, por ejemplo), acciones (que intenta morder, por ejemplo), todo lo que refuerce mi recordación.

Luego solo tengo que preguntarme: ¿Qué está en la galería, punto uno de uno LOCI? Y mi mente verá esa célula gigante y anormal, por lo que recordaré el tema: el metabolismo. La imagen de la célula funciona como una llave a mi información sobre el tema.

Rimas, acrósticos y canciones

Las rimas, la música, los acrósticos y todo lo que implique algo lúdico, artístico, estimula nuestra emoción y activa el hipocampo, fomentando la recordación.

Podemos crear versos rimados, mientras más absurdos y ridículos mejor, incluyendo canciones.

Si añadimos personajes como profesores, compañeros de estudio, empleados que vemos con frecuencia y los incorporamos en situaciones risibles, ridículas o exageradas metiéndolos en nuestras rimas y canciones, y por igual creando imágenes para nuestros acrósticos, son tantos otros recursos mnemotécnicos valiosos.

La clave es recordar siempre que las imágenes y las películas mentales son la clave para gestionar con eficiencia nuestra memoria y recordar lo que queramos.

A mayor práctica, más y mejor lo haremos. Y más sorprenderemos a los demás que no saben que podrían lograr lo mismo.

Pero ¿cómo convierto toda esa información en conocimiento? ¿Es la información conocimiento? ¿Qué diferencia al conocimiento de la mera información?

De eso hablaremos en el próximo artículo.

Aquiles Julián. Presidente del Centro PEN RD Internacional