Cómo no ahogarse en un vaso de agua (Seven Stories Press, 2024) es la cuarta novela de la escritora domínico-americana Angie Cruz. Con esta reciente entrega la autora ha superado los récords de venta de la ya exitosísima y premiada novela Dominicana (¡traducida a cinco idiomas, so far!), y nos puso alante-alante cuando fue exhibida por Amazon Books en el inmenso billboard frente a la estación Penn Station, en septiembre de 2022, fecha en que fue publicada en inglés.

Este mes de junio (ya mismo), ¡saldrá a la luz en español! Y, ay, ay ay ay, ¡estoy que no quepo de la emoción and excitement! ¡Esta novela es más dominicana que Dominicana, más oral y fiel a dicha oralidad que ninguna novela que haya leído ni traducido antes! Y es que he tenido el gustazo de leer y releer este texto unas diez veces y, cada vez que llego al final, se me contrae el corazón y me dan ganas de llevarme a Cara Romero, su protagonista, a tomarme una copa de vino y celebrar su luz. Y ahí es donde la puerca retuerce el rabo porque desde que la leí en inglés estaba loca por escribir algo sobre este magnético personaje e innovadora narración; la vaina es que, como traductora sentía que no era mi lugar. But you know what? ¡Quién mejor que yo! Además, esta emoción es mayor, estas ganas de compartir mi experiencia de lectura, mi acercamiento al texto y el agradecimiento que siento por haber sido la agraciada (¡sí, como un premio!) en hacerles llegar esta historia exquisita en nuestra lengua, con la esperanza de que disfruten las ocurrencias de Cara tanto como lo he hecho yo. Aquí vamos, ¡leñé!

Y empecemos por el principio: Cara Romero es una mujer que, hace casi treinta años, emigró de la República Dominicana a los EE. UU. porque su esposo la quería matar, confesión que abre la primera sesión de las doce que conforman la novela. Es 2009, momento cúspide de la gran crisis económica de este siglo, “una época en la que muchos miembros de la comunidad perdieron sus trabajos o no pudieron mantener un empleo a largo plazo” (palabras de agradecimiento de la autora). Tras haber perdido su empleo en una factoría de lamparitas en la que trabajó por más de veinticinco años, Cara se presenta ante una oficina gubernamental como parte del Programa de Fuerza Laboral para Envejecientes con la ilusión de que, terminado dicho programa, podrá conseguir el trabajo que tanto necesita para poder mantenerse y mantener el apartamento en el que crio a Fernando, su único hijo (y quien, después de un altercado, se fue de la casa y no ha regresado).

Cara Romero no tiene una educación formal y, a excepción de algunos formularios que ingeniosamente componen el libro, toda la novela se desarrolla en primera persona: Cara le cuenta su historia a Lissette Fulana De Robertis, trabajadora social y empleada del Programa de Fuerza Laboral para Envejecientes. Ahora bien, ¿cómo serle fiel a un texto que en su versión original incluye una variedad de vocablos cabales usados por las personas en la situación geográfica-social-generacional-cultural-intelectual de la protagonista? ¿Cómo serle fiel a su voz, no a la de la autora, sino a la de Cara?

Mi primera acción fue traducir el primer capítulo y reunirme con Angie para presentarle mi propuesta. Esta vaina no iba a funcionar, según mi juicio, si yo no tenía la libertad que necesitaba para tomar decisiones, es decir, más decisiones y más libertades de las solemos tener las traductoras. Dicho de otro modo, yo no podía basarme meramente en la oralidad (y el tigueraje) que provee el texto en inglés. Por suerte, Angie aprobó ese primer capítulo con bombos y platillos. Entonces le di pa’llá. Y Cara, mi gente, me poseyó. Yes, she did! Yo escuchaba a esa mujer en el baño, mientras leía otro libro o veía una serie en Netflix. Así que, le hice caso (al final, ella es la dueña de su historia).

Antigua Kianny. Fotografía de Robert Gil.

Cuando le entregué el primer manuscrito a la editora, Elisa Taber, una joven argentina encantadora y brillante con la que he tenido el placer de trabajar antes, también le envié la siguiente nota:

—Los “yo” y “tú” son intencionales. No parten necesariamente del inglés sino de una forma muy dominicana de hablar: el “yo” como sinónimo de no es mi culpa; y el “tú” de es tu problema: “Pero es que tú tienes que entender, yo dejé…”; “¿Qué harías tú sin mí?”.  

Las conjugaciones de “haber”, en plural: “habían cinco”; “si hubieran baños”.

“La gente”, por lo general, seguida por verbos en tercera persona plural. 

—Las palabras apocopadas, a menos que se unan dos, no llevan apóstrofe (para fluidez de lectura y evitar sobrecarga).

—Hay una diferencia entre “e” y “eh”; la primera es apócope de “es” y la segunda una interjección: “¿Cómo e la cosa?” vs. “¿Yo no te enseñé a defenderte? ¿Eh?”.

—Con la aprobación de Angie, el nombre “Yaridesela” cambió a “Yaridisela” & “Cristián” a “Cristian”.

—La magia que Angie agrega con palabras en español o con el uso de calcos, lo intento lograr con anglicismos y lenguaje oral: factoría en vez de fábrica; elevador en vez de ascensor… “ru-canal”, “fricé”, “delívery”, etc.

—Adrede no he usado el condicional simple en cláusulas con si: “si yo fuera, hiciera” (en vez de “haría”), debido a su uso coloquial/oral. 

—Downtown en mayúscula, como un lugar contrario a Washington Heights.

—Los “noventas” (en plural, tomado del inglés).

—No “it”: “Is crazy”. Asimismo: “y” por “it”; “en” por “and”; “de” en vez de “the”, en muchos casos. 

—Los complementos de objeto indirecto “le” y “les” casi siempre los usamos en singular al hablar, eso presento: “Yo le dije a ellas”.

—Antes de una palabra con “i” o con dicho sonido, en vez de “e”, “y”.

—“Yo no me acuerdo que”, “estoy segura que”, “me di cuenta que”, sin “de”. 

—Los signos de admiración e interrogación, según la lengua en que empiece dicha frase. 

Y así sucesivamente. La consistencia es la oralidad misma, cuándo es importante decir “pa” y cuándo decir “para”, cuándo escribir “salado” o “salao”. Como diría la Montra, Rita Indiana, “escribir en dominicano”, ¡recordando siempre que la que manda al final es la voz de Cara Romero! Y pa’ muestra un botón (bueno, dos): En inglés Cara dice, “I have so much to tell you. You won’t believe what happened this week. So many good things. And so many sad things. But life is like this. I can’t believe this is the last time we meet together.” Y en español: “Ay, mi niña, tengo tanto que contarte. No vas a creer lo que pasó esta semana. So many good things! Y tantas cosas tristes. Pero la vida es así. I can’t believe que esta es la última vez que nos vamos a ver. Ay, tú, cómo se va el tiempo”.

“And we saw the sky turn orange, and ate un montón—a box this big—of camarones fritos with cold cervezas.”

“Y vimos cuando el cielo se puso como mamey, y comimos un montón—una caja de este tamaño—de camarones fritos con cerveza vestía de novia. Ay, mija, fría, bien fría, no con escarchita como en Santo Domingo, pero bien fría”.

Cómo no ahogarse en un vaso de agua no es un libro para aleccionar ni para dar una clase de lengua (¡aunque sería fantástico!): si no reconoces que estas son formas no-normativas de la lengua, vas a disfrutar un montón porque te podrás identificar con la oralidad del texto, vas a verte a ti, a tu tía, a tu abuela en cada una de estas palabras tan nuestras; y si puedes descubrir dichas “erratas”, te fascinarás con el fino oído y conocimiento cultural aquí expuesto, admirarás el extraordinario trabajo y cuidado de edición detrás de cada frase, y la deliberada intención tras cada espanglish, calco, cambio de código, detrás de cada aspiración, lenición y palabra apocopada, de cada “habían”, de cada “estrallón”, “menopausa”, “diatetis” y “vocié”. Apreciarás la magnitud y belleza de la interculturalidad, de nuestra multiculturalidad. Cara Romero tiene mucho que decir y muchísimo de lo que podemos aprender, pero no basándonos en su limitada educación formal (ni en un falso esnobismo literario), sino en su experiencia, en su sabiduría, en su aplicación de la verdad, de su verdad; sustentándonos en su valiosa historia, en su vital papel en esta sociedad que insiste en only celebrar los éxitos en cash y se olvida de que detrás de cada casa, edificio, comunidad, ciudad, país hay muchas columnas llamadas Cara Romero.

UNA NOVELA EXCEPCIONAL. El texto que más he disfrutado traducir y leer y releer, descubrir y redescubrir. Anótalo, write it down: ANGIE CRUZ SE LA COMIÓ . . . Y bueno, como diría Mamá Lea, la edición en español está de requepeche, esa vaina tiene un gu’to. Cero modestia. Denle pa’llá.

Muchísimas gracias,

Kianny N. Antigua