‘’Cuando un pueblo no sabe ser libre se complace en ser esclavo, maldice a sus libertadores y besa el látigo de sus amos.’’ -Gregorio Luperón.
Discurrir por los vericuetos de Cocobalé es un pelear, un levantarse, rebelarse, escapar, ganar libertad. ‘’Legba le regaló las alas negriblancas y el pecho amarillento del Turpial para que su cuerpo no se partiera en los peñascos.’’ (Pág. 31).
Cocobalé, es un libro que recoge temas del folclor, de los mitos y realidades de oprobio y crueldad extrema salpicada de realismo mágico: ‘’Es que guerreros bravos como Miguel no pueden morir porque la muerte los vomita y los unge para que siembren temor en los ojos de sus enemigos.’’ (Pág. 31)
Se puede visualizar como la mitología popular corre en raudo vuelo a través de ritos, supersticiones, danzas y anhelos que no se cuajaron a plenitud: ‘’¡Zumbi no muere, Zumbi no puede morir! ¡Zumbi tiene el cuerpo cerrado!’’ (Pág. 18)
‘ (Pág. 15)
‘’No te alejes de tu aldea ni te separes del camino; somos manada y entre nosotros siempre tendrás protección’’ (Pág.83).
(Pág. 195)
La muerte en Cocobalé llega envuelta es como una liberación y luz al final de tanto cansancio en el dolor de la carne: ‘’Por décima vez, pedí la muerte como castigo a todas nuestras deidades, pero no me fue concedida’’ (Pág. 59)
Cocobalé; danza de guerra, la cara carroñosa de la explotación; narrativa y poética que van muy aunadas. Convergen con una intermedialidad rica en diálogos entre ficción y realidad: (documentación histórica, poesía); una mezcla de idiomas; interpretaciones que denotan una autenticidad intrincada: ‘’Recuerdo la lluvia bendita que nos regalaba Yemayá con la cual se bañaba la sabana… la princesa… pidiéndome que la salvara…. el beso frío de la mujer de la máscara quien talló deseo y memoria en mis huesos.’’ (Pág 117)
La esclavitud es patrimonio dividido. Carlos Manuel Rivera, el autor de esta obra, deconstruye verdades históricas y el recuerdo emblemático de la negritud. Por sus páginas se esparce un didactismo contaste sobre la esclavitud.
La mirada de un mundo de barbarie en el pincel de Carlos Manu el Rivera se encausa en una lectura firme que acoge la narrativa travesía-pletórica en lo funcional y semántico de esa desazón que marca los acentos del látigo y el hierro candente que tatuó más allá de la piel en todas las palabras cósmicas de esa etnia: ‘’Miguel se levantará contra el látigo y contra la carimba caliente.’’ (Pág. 29)
‘’Curaba el quebranto con palabras de valor’’. (Pág. 29) El escritor en sus textos dibuja una estética, tan bien lograda . se preside al ritmo del existir diario que marca una identidad comunitaria que aún nos convoca: ‘’Me sentí rodeado de tantos hermanos consumidos por el espanto.’’ (Pág. 143)
El espacio expresivo de sus relatos tiene una reflexión enérgica con caracteres de una escena que magnetiza. ‘’Debiste ser la inspiración de aquel artista que pintó el cuadro de la libertad.’’ (Pág.139) Sus cadenas al pie de la letra contextualizan una significación heroica en un lirismo fluido y secuencial: en su lenguaje característico. ‘’Su figura, caballo y hombre como una sola pieza se plantaba entre la falda de dos montañas y atrás la luna lo bañaba con su manto de luz’’ (Pág. 179) En este hilvanado escritural tan bien logrado se profundiza en esos detalles insólitos de la incultura que azotó con tanta saña al negro y al mulato. Al leer este libro, siento la masacre, el oprobio, y el valor de esta etnia. Este documento difunde una enseñanza a nuestro origen afroamericano para la posteridad con bases sólidas que me estremece.
Al acompañar al autor al primer pueblo libre de América en Colombia: San Basilio de Palenque en Cartagena de Indias, liderado por Benkos Biohó. Ver una escultura de Benkos. Una escultura impresionante que grita libertad, esperanza. Me enaltece porque soy mulata. ‘’Los tambores de todos los cimarrones rompieron de a poco los grilletes.’’ (Pág.32). Los señores del látigo temblaron. Y hoy es otra historia con una libertad manchada, pero libre.