Clemencia, del mexicano Ignacio Manuel Altamirano, publicada en 1868, nos instala en la ciudad de Guadalajara durante la ocupación francesa. Narrada por un médico que participa en estos acontecimientos, ofrece un testimonio de las campañas en defensa de las dos ciudades que aún no habían sido ocupadas, Jalisco y Guadalajara. En esta última ocurren los hechos que conmocionaron a quienes vivieron de cerca las rivalidades entre los comandantes Enrique Flores, hijo de una de las familias de más alta posición, seductor apuesto, de maneras distinguidas, pero sin escrúpulos morales; y Fernando Valle, un muchacho de veinticinco años enfermizo, raquítico, altivo y desdeñoso, laborioso, reservado y frío, aunque de una altura moral que sorprendería a todos.

La novela exalta las bondades de la patria, el paisaje, la riqueza que ofrecen sus tierras y la belleza de las mujeres, siempre acorde con el ideal que alimenta el espíritu y mueve a los ejércitos. ¿Pero qué defienden los militares en un país desgarrado por la pérdida de su territorio, a causa de la guerra con los Estados Unidos, y humillado por la ocupación francesa, ante la huida de las familias y del mismo ejército?

Guadalajara se presenta como la ciudad más importante del interior, “la hija predilecta del trueno y de la tempestad”, cualidades que se atribuyen también a la protagonista, la apasionada Clemencia. Esta, junto con su amiga Isabel, se verán envueltas en la trama amorosa del relato. Así, Isabel, la prima idealizada de Fernando, y Clemencia, la bella y aristocrática muchacha, compartirán hasta las últimas consecuencias la pasión por el irresistible comandante Enrique Flores.

Esta mujer hermosa y coqueta, Clemencia, simboliza la patria engañada

Lo importante en esta novela no es la desdicha de Fernando Valle, desafortunado en amores e incomprendido, sino el juego de mentiras y verdades que presentan al galán Enrique Flores como modelo de heroísmo y valor. Este equívoco lleva a las mujeres a ofrecer la vida y la fortuna familiar a cambio de librarlo de la pena de muerte por traición a la patria, ya que había entregado a los franceses una muy valiosa información sobre la campaña de guerra. Maldecido por Clemencia, que amenaza con quitarse la vida si ejecutan al hombre que ama, Fernando no encuentra otra salida a su desengaño que el sacrificio, colocándose en lugar del traidor y facilitando su fuga.

Inspirado en los cuentos de Hoffman, leitmotiv de esta narración, Fernando busca en la muerte el reposo para su espíritu atormentado y la felicidad de la mujer que amó. Tal muestra de generosidad y de entrega lo redime de los pasados sufrimientos: el repudio de los suyos por no renunciar jamás a las ideas liberales, sus opciones siempre a favor de los humildes y desfavorecidos, por encima de los intereses de la familia. Así Fernando resulta ser el verdadero héroe y al comprenderlo Clemencia deviene la más fiel seguidora de su estela.

Esta mujer hermosa y coqueta, Clemencia, simboliza la patria engañada que, tras levantarse el velo de las apariencias, renuncia al espejismo de una civilización que parece basarse en lo que considera bueno, bello y elegante, pero, en realidad, se mueve por la superficialidad y por una codicia que mata cualquier ilusión.

La novela pudiera considerarse por ello una crítica velada del intelectual Ignacio Manuel Altamirano, joven indígena chontal que reverenciaba la cultura de occidente, artífice de la crítica literaria mexicana y, que al igual que su personaje, luchó contra los franceses. Porque Altamirano fue uno de esos intelectuales latinoamericanos que, en el siglo XIX, fueron capaces de sostener, cuando fue necesario, la pluma con una mano y la espada con la otra.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do