…La oscuridad de los pinos proviene de la claridad de la luna… susurra un Koan Zen, al abismar su voto en las urnas.

“En la mas profunda oscuridad del bosque resplandecen oscuridades”,  recuerda esa frase de la filosofa española María  Zambrano, al salir del recinto electoral, luego de ejercer el derecho de elegir sin elegir, que es toda puesta en abismo electoral.

Es larga la llovizna, tan vieja como el ultimo crimen. Isla de dolor mojado, tantas cosas han muerto que mi voz es un cadáver enterrado. Es larga la llovizna en la ciudad, cae eterna, triste y sola en el país de los ahogados.

Llueve en la ciudad, calles vacías, y llena las filas en el recinto electoral.

Hoy es domingo, elecciones en Santo Domingo,  sentado en la Plaza de los Mártires, a los pies de la estatua de un guerrillero que dio su vida por la democracia que nos acontece, le pregunto y nos pregunta si valió la pena, si tuvo sentido morirse por lo que hoy vivimos y sufrimos.

Cae la lluvia como lágrimas y sentado bajo un negro paraguas abierto en el alma, más que en la plaza, y lee los Bienaventurados de la  María Zambrano.

“Carne y tiempo envuelven al ser  humano cruzado a veces, como enemigos”, nos  cuenta en Claros del Bosque, por tal razón son tan importantes los silencios que crea el bienaventurado en medio de la batalla que nos permite sentir la carne y escuchar el cuerpo.

….Ni catedrales, ni palacios, ni ríos anchos, ni delgada llanura, ni selvas feroces, ni bosque oscuro. Nuestra historia, huérfana de héroes y esplendorosas victorias, son nubes que pasan, sólo nubes… escribe el que lee a la Zambrano a los pies del guerrillero del 59.

¿A quién eliges, cuando eliges?, vuelve a preguntar el mártir a los que caminan hacia el recinto electoral a elegir a quién sabe… Un voto y nada más es la democracia por la que van a votar…

“No se puede vivir con prohibiciones y hay que danzar  en la realidad… la vida no es la fiesta que habíamos imaginado… pero ya que estamos aquí, bailemos…” Se lee  en un graffiti escrito en los bordes de la fuente, por Acción poética.

En Exiliado, escribe la Zambrano, la historia universal se ha constituido a costa del hombre universal, y la persona concreta está exiliada, sobra, expulsada de todos los paraísos, vive en la intemperie.

….Esta isla me ofreció la nada y, me compró entero, isla mía, querida mía, mujer mía; enamorado de esta isla por la que dieron sus vidas los mejores…

En este peligrosísimo instante sueñan las aves  con ser ángeles, el perro con ser hombre, el hombre con ser dios y el corazón sueña con ser la música que besa tus labios, cuerpo de mujer hecho de montañas y llanuras, cuerpo frutal, manantial y miel, cañada y árbol, en tus muslos querida mía, hay pequeños ríos, trillos, frutas, pájaros…

Concédeme, isla mía, la gracia de besar tus piedras como si fueran labios.

Penado penas en un palmar de penas y temblorosa llama, crucificado en tus dolores más hondos, lloro por tu historia de muchacha ingenua.

Isla tan tierna y rodeada de odio por todas partes.

Aquí estoy ante tus labios de palma y pena, ahogado en lagrimas, antes de que llegue la mujer de ojos violetas que en la puerta espera, quiero esconder mi amor en tu pecho roto, mujer mía, querida mía, isla mía, muchacha mía, niña mía..

Improvisa estos versos en la plaza el que escribe y lee a los Bienaventurados de María Zambrano;

…. Vivimos en la era  de lo explicable por razón de autoridad y lo explicable no más hay con que confundir lo cognoscible con lo explicable.

María Zambrano aboga por una razón que también dé voz al  padecer y a lo sentido, a lo sagrado y a la poesía.

Zambrano describe al exiliado, al místico, al filósofo, al poeta, al bienaventurado en tercera persona, como lo hacía también Ramón Llul, como lo hizo ella hablando de sí misma, se ve desde la tercera persona para poder mirarse y narrar con cierta distancia. La distancia necesaria para convertirse en testigo y referente, y crear puentes para la esperanza… y, por exceso de humildad, al no atreverse a confesar que ella, la María Zambrano, es  también una bienaventurada.

..Llueve en la Plaza de los Mártires, en la ciudad, en el país y en el mundo.

El que escribe y lee los Bienaventurados, le pregunta a  María  Zambrano, y a sus bienaventurados: ¿al votar en estas elecciones a quién eliges, cuándo eliges?

Y la estatua del guerrillero del 59 responde:

“Bienaventurados los que viven lejos del poder y de los poderosos, porque algún día vivirán en el reino de la igualdad, de la libertad, de la justicia, de la poesía y de la belleza”.