Hoy en Cinco preguntas para un escritor o escritora de la República Dominicana tenemos el placer de conversar con José Adolfo Pichardo, un destacado dramaturgo, escritor y gestor cultural de Santiago de los Caballeros. Con una carrera de más de cuatro décadas dedicada al arte teatral y literario, Pichardo ha sido un referente en el ámbito cultural de la República Dominicana. Su obra, que abarca más de 20 piezas dramáticas, se caracteriza por abordar temas profundos, psicológicos y provocadores, siempre con un enfoque crítico hacia la sociedad contemporánea.

José Adolfo Pichardo nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, el 15 de agosto del año 1964. Son sus padres: María Petronila Pichardo y José Alfonso Martínez.

Es licenciado en Comunicación Social, con Maestría en Ciencias de la Educación, mención Planificación Educativa por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Desde el 2001 dirige el grupo Teatro Experimental de UTESA, también ejerce como docente de Letras y de Literatura en la Universidad Nacional Evangélica. Es el actual director del Departamento de Arte y Cultura de la Universidad Nacional Evangélica; dirige el Taller Literario José Acosta. También es un reconocido Gestor cultural, coordina y dirige junto a otros colegas el programa de radio En Desacuerdo y el grupo de teatro de la Universidad Nacional Evangélica y es el Director de la editorial Sociedarte. En 1981 creó el grupo Núcleo Teatral Santiagués, a través del cual presentó, en diversos clubes más de diez piezas dramáticas de su autoría. En 1991 crea, junto a dos de sus amigos el Teatro de la Forma. Es autor de más de 20 obras públicas.

Gerson Adrián Cordero: ¿Qué lo motivó a dedicarse al arte de la dramaturgia y cuáles fueron sus primeras experiencias en este campo?

José Adolfo Pichardo: A finales de 1980, mi tío -Virgilio Hernández- me llevó al Centro de la Cultura de Santiago, a ver dos obras: La carreta, de René Marqués y El agricultor de Chicago. De esta obra desconozco el autor.

Hacía días que tenía una preocupación: era el último año escolar en esa escuela (octavo curso, que para entonces existía), los amigos que había hecho se repartirían en diferentes liceos o colegios, para empezar el bachillerato; algunos, probablemente dejarían de estudiar. No quería que esto ocurriera, y debía buscar algún recurso para mantenerlos. Entonces, con esas dos obras que había visto, decidí crear un grupo de teatro, e invitarlos a formar parte. Fue donde surgió Núcleo Teatral Santiagués.

Compré un libro para empezar a darle cuerpo al proyecto: El tragaluz, de Antonio Buero Vallejo; pero ocurrió algo terrible: la obra era demasiado para nosotros. Yo era el más avanzado; contaba con haber visto las dos obras mencionadas.

Dada la circunstancia en que nosotros no sabíamos qué hacer, voy donde mi tío y le planteo la situación. Él me dijo: “gordo, pero tú eres un escritor, escribe tu propia obra”; y fue cuando, el 2 de febrero de 1981 escribí “Sirva usted como jurado”; era para entonces, una pieza con cinco personajes; ahora es un extraño monólogo (lo de extraño es porque tiene dos personajes, pero cada uno tiene su monólogo).

Esa obra, escrita el 2, fue presentada en la escuela el 26 de febrero, con motivo del Día de la Independencia Nacional.

A partir de ahí, y como nos aplaudieron de pie, no he parado de escribir dramas.

G.C: A lo largo de su carrera, ¿cómo ha evolucionado su enfoque sobre la creación de personajes y diálogos?

J.P: En la medida en que he ido aprendiendo el arte teatral, y, por supuesto, el de la dramaturgia; mi evolución ha ido desacelerando su andar. Y creo que es algo que le pasa a todo escritor, que mientras más profundiza, más lenta se hace la producción.

Escribía dramas hasta en dos días; luego se fue haciendo más lento: un mes, dos… Y hasta un año.

G.C: ¿Qué papel cree que desempeña el teatro en la sociedad contemporánea y cómo refleja su obra esta relación?

J.P: Hay que ver cómo abordamos la contemporaneidad. Pero entiendo que te refieres a la sociedad que alberga este milenio.

El drama actual es, con algunas excepciones, un teatro destinado, más que a solo entretener, a decir “cosas lindas, vanas y estúpidas”; casi siempre carentes de conflictos, para no dañar la “mente” de los jóvenes; acción destinada a la noble televisión, y a la más noble aún comunicación virtual.

Mi teatro “personal” persigue un despertar de la consciencia; aunque violento -casi siempre- es una provocación catártica. Cuando digo “personal”, es porque trabajo con dos instituciones, que extrañamente, la que estaría mandada a censurarme; no lo hace, mientras que la otra, más “abierta”, me exige hasta tachar palabras que, en la radio y televisión, son tan comunes como decir “hola”.

G.C: ¿Cuáles son las principales influencias que han moldeado su estilo y temática como dramaturgo?

J.P: Sin lugar a duda, August Strindberg, Henri Ibsen, Jacinto Benavente y Alejandro Casona.

G.C: Al trabajar en una nueva obra, ¿cómo aborda el proceso de investigación y desarrollo de la trama?

J.P: No sé si esto me descalifica como dramaturgo o como escritor en sentido general; la verdad es que no investigo absolutamente nada; salvo que sea una obra por encargo, y que deba empaparme de un tema específico, como he hecho para escribir textos dramáticos para CORAASAN, por ejemplo.