«La literatura me salvó la vida»
En esta entrevista, nos adentramos en la vida y trayectoria de un destacado poeta, escritor, periodista y gestor cultural nacido en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Con una sólida formación en Comunicación Social, Lingüística Aplicada y Gestión Cultural, ha dedicado su vida a la promoción de la literatura y la cultura dominicana, desempeñándose en diversos roles en instituciones culturales y literarias del país.
A través de sus obras y ensayos, su labor como docente y su participación en importantes concursos literarios, ha contribuido significativamente al desarrollo de la literatura nacional.
En esta conversación exploramos sus inicios en la escritura, su evolución como creador, el impacto de sus vivencias en su obra y su perspectiva sobre el panorama literario actual en la República Dominicana.
Enegildo Peña nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Es poeta, escritor, antólogo, periodista, gestor y especialista cultural. Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Realizó un posgrado en Gestión Cultural, conjuntamente con los ministerios de cultura de Cuba y República Dominicana. Posee una maestría en Lingüística Aplicada a la Enseñanza del Español.
Fue director provincial de Cultura, director regional y el primer subsecretario y viceministro. Miembro directivo y director de varias instituciones culturales de la ciudad y creador de varias revistas y páginas literarias, también cofundador del Taller Literario «Líttera», fundador del Círculo de Escritores de Santiago y del Taller Literario Virgilio Díaz Grullón del Recinto Santiago de la UASD, el 30 de junio de 1994, el cual se mantiene vigente todavía. Fue articulista de revistas y de los suplementos literarios y culturales del país; asimismo, se encuentra antologado en diccionarios, antologías de poesías y de libros dominicanos. Su aporte a la cultura y la literatura ha sido reconocido por instituciones como: Ayuntamiento de Santiago (2003), Universidad Autónoma de Santo Domingo (2003), Taller Literario Virgilio Díaz Grullón (2003), Colegio Padre Emilio Tardif (2004), Secretaría de Estado de Cultura (2005), Ayuntamiento Municipio Villa Bisonó (2005), Casa de la Cultura Dominicana en New Jersey (2006), Personalidad Cultural de República Dominicana (2007-2008), Orquesta Sinfónica del Cibao (2008), Colegio de Estudios Generales y de Servicios (2008), Ministerio de Cultura (2011), en el 2014 rotuló con su nombre una calle y un día del recinto ferial con motivo de la celebración de la XVII Feria Internacional del Libro de Santo Domingo Sociedad Cultural «Amantes de la Luz» (2022), por su gestión cultural y poeta representativo de la promoción de los años 90. Tertulia Cultural Viernes a las 4:00 PM (2023), un trabajador cultural incansable, poeta que desentraña los vestigios del tiempo en cada verso y en cada palabra. Reconocido por la Unión de Escritores y Artistas de República Dominicana (2024). Reconocimiento al Taller Literario Virgilio Díaz Grullón, en su trigésimo aniversario (2024), Recinto Santiago de la UASD. Ha sido distinguido en más de 25 ocasiones, siendo reconocido como uno de los líderes y gestores culturales más importantes del país.
Ha obtenido varios premios literarios e igualmente ha sido jurado de prestigiosos concursos literarios en el país, como el Premio Nacional de Poesía «Salomé Ureña de Henríquez», Premio de Poesía «Pedro Mir», Premio de Ensayo «Pedro Francisco Bonó» de Funglode, entre otros. Sus obras publicadas son: Más allá de mi sombra, 1993. En la palabra 2000. (Poemas y ensayos). La poesía contemporánea de Santiago: Antología 1977-2005. (Ideó que se publicara la de cuento con el mismo nombre, realizada por el cuentista y ensayista Máximo Vega). Entrevistar es pensar. Un encuentro con la cultura, 2010. Historia de la literatura de Santiago de los Caballeros, 2020. Volumen 1, 1694-1899. Antología del Taller Literario Virgilio Díaz Grullón, 2024. Coautor de: Voces del valle, voces que llegan desde el Cibao, 2005. Santiago de los Caballeros. Ideólogo y prologuista de La poesía contemporánea de Santiago de Cuba, 2007. Visiones y latidos de la ciudad corazón, 2012.
Gerson Adrián Cordero: ¿Cómo comenzó su camino en la escritura y qué le motivó a elegir la poesía y el ensayo como sus géneros principales?
Enegildo Peña: La literatura nunca fue mi meta, porque en mi casa mis padres no sabían leer, pero tampoco recuerdo haber visto un libro. Cicerón dijo: «Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma». No tuve la virtud de nacer en un hogar letrado; apenas uno de los dos hermanos de madre podía deletrear algunas palabras a nivel vocálico y silábico. Siempre soñé, como cualquier niño de una familia empobrecida, trascender mis carencias existenciales para tratar de ser alguien en la sociedad en la que me había tocado nacer, vivir y morir.
En este difícil proceso de evolución y desarrollo individual, hay algo que es fundamental: la voluntad. Fuerza motora indispensable para cualquier ser humano poder superarse y desarrollarse dentro y fuera de sus propias limitaciones humanas y sociales. Aprendí el poder de evolucionar y a desarrollarme del filósofo pesimista Arthur Schopenhauer, quien escribió: «Todo es voluntad». Es decir, puedes construir o destruir, todo depende de cuál de las dos eliges en tu vida.
Todo en mi existencia ha sido tarde; lo único que me fue dado a temprana edad fue el trabajo para ayudar a la subsistencia de mi familia. Aprendí a leer casi en la adultez, ya que no podía ir a la escuela. Solo recuerdo en el espejo de mi débil memoria que escribía sin saber lo que hacía en las paredes de mi calle. Un amigo de infancia me decía que, si podía descifrar lo que escribía, sería maravilloso. Pero la mayoría de la gente se reía de nosotros porque no sabíamos leer ni escribir y por nuestra pobreza. Éramos los más desfavorecidos de nuestro barrio, en Pueblo Nuevo, Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Con Nacho se inició mi fascinación por las letras; luego de aprender su magia, entonces comencé a leer y conocí el deslumbramiento de la literatura, en la Biblioteca Amantes de la Luz.
Posteriormente, en el Taller Literario Líttera de la Sociedad Cultural Alianza Cibaeña, donde fui de la directiva, después acepté un empleo de auxiliar de biblioteca —que había dejado el poeta y gestor cultural Andrés Acevedo—, de dos de la tarde hasta las 10 de la noche. Lo asumí porque me permitía leer de noche, aunque me tenía que ir a Hato Mayor en una modesta bicicleta todos los días. Otro paso inicial importante fue haber estado en el grupo de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UNER) y en un partido de la Izquierda Dominicana. En definitiva, debo decirte que la literatura me salvó la vida. La poesía me sumerge y me lleva a la creación de nuevas posibilidades y realidades. La poesía revela lo irrevelable de las palabras y las cosas que nombra, para trascender al propio sujeto que la forja. La poesía es la diosa suprema de las palabras; nosotros solo somos su limitación. «El ensayo es el centauro de los géneros», escribió el excelso Alfonso Reyes. Por su importancia y diversidad en su escritura, el ensayo nos permite, igual que la poesía, crear, pensar, sentir y reflexionar.
GAC: A lo largo de tu carrera, ¿cómo has percibido la evolución de tu propio estilo y voz literaria?
EP: Al respecto, debo aclararte que no me considero un escritor, sino más bien un aprendiz. Ernest Hemingway ya lo dijo: «Todos somos aprendices en un oficio en el que nunca se llega a ser un maestro». Todavía hay mucho que aprender y, más aún, mejorar. Lo primero que un escritor verdadero debe tener es una obra que lo justifique como tal, que tenga un valor trascendental en las letras de nuestra lengua. En esta sociedad contemporánea del espectáculo, de la liquidez y el vacío, todo se ha prostituido, incluyendo la palabra «escritor» o «poeta». Dos puros ejemplos de la dignidad y el respeto que debemos tener por ambos términos son: Pedro Henríquez Ureña y Franklin Mieses Burgos. Ellos sí tuvieron una carrera, un estilo y una voz que todavía hoy no han podido ser superados. Las nuestras están en construcción.
«El estilo es el mismo hombre», expresó Georges Louis Leclerc Buffon. Encontrar esa impronta en el estilo que nos ofrezca una voz personal debe ser la auténtica trayectoria de un escritor. Ahora cualquier pelafustán publica un libro se cree escritor. Textos que en su mayoría son intrascendentes, que no dicen ni aportan nada: ni a la lengua ni a la literatura.
GAC: ¿Hay alguna etapa en su obra que considere particularmente significativa o transformadora?
Hay varias a las que debo referirme: 1). Aprender a leer fue lo primero, porque volví a nacer y a descubrirme de nuevo. Ya lo explicó Mario Vargas Llosa, mejor que yo: «Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida». 2). El libro como objeto de conocer, pensar, crear y ser. Jorge Luis Borges lo dijo de manera excepcional: «De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo». Antes de realizar una licenciatura, una maestría y otras especialidades y cursos, ya había entendido que el libro es la mejor forma de aprender que posee la humanidad. Cuando comencé a leer las grandes obras y autores en la Enciclopedia de los Clásicos, en la Sociedad Cultural Amantes de la Luz, cada vez que abría uno de sus tomos, leía la frase de Thomas Carlyle: «La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros». 3).Me crié en uno de los barrios más populares y peligrosos de la «Ciudad Corazón». Rodeado de la delincuencia, la prostitución y las drogas, fui el único que eligió la escritura como proyecto personal. Conocer el maravilloso universo de la literatura es lo mejor que me ha pasado porque me enseñó que existe una razón más sublime y alucinante de vivir y estar en el mundo. La literatura me ha salvado de mí mismo y de mi miserable vida. 4). Otra etapa significativa fue ver y sentir el sufrimiento de la muerte de mi amada madre, Alicia Peña, quien me motivó a escribir el primer poemario, Más allá de mi sombra (1993). En dicho libro, afirmo que la muerte es la segunda razón de la vida. También escribí el poema principal titulado «Una herida en la sangre»:
«Sangran mis heridas
en los ojos del ser
al tejer el misterio de los hilos
de una sombra que camina.
Alzando su propio vuelo
donde el sufrimiento se suicida
construyendo sus laberintos de espumas.
Espada blanca que hiere la presencia
de esta palabra inmortal.
Has llegado angustiosa
por las huellas inaccesibles al tacto del agua
y llamas al tiempo en otra dimensión
para que nazca la lluvia,
de la tierra del sol,
en el vestigio de mi YO.
Una voz me dice:
su penumbra es inminente,
busca la huella inmutable de su rostro.
Miro a los lejos el cristal de la memoria
en la soledad del camino
interrogando el espacio de la vida.
Entre el principio de sus formas
y la existencia de la nada
que vive en la sombra.
Se va cerrando la noche
donde la realidad busca su lenguaje
y la imaginación arropa la locura
y despierta mi agonía:
̶ Madre, una voz escucha tu silencio ̶ .
̶ Hijo, la muerte es una sombra que camina ̶ »
(págs. 13-14).
GAC: ¿Qué influencia han tenido sus experiencias personales o el contexto social y político en su obra literaria?
EP: Otro hecho que marcó mi amor y experiencia por los libros y la literatura fue tener dos profesores en la Escuela Nocturna Venezuela. Lamentablemente, no recuerdo el nombre de la primera, aunque siempre la llevo en mi corazón y mente. Hace años que falleció. El otro fue Narciso González, un maestro con una profunda vocación y una extensa formación. Terminé siendo su compadre porque él bautizó a mi primera hija, Alfonsina.
La literatura, como representación, es una forma de vida que nos conduce y nos transporta a otras realidades imaginarias, existenciales, espirituales, culturales y materiales. Por lo tanto, es una representación de lo que soy, ahora y después. Es sabido por muchos que uno de los filósofos más extraordinarios de la humanidad, Aristóteles, diagnosticó hace siglos: «El hombre es un ser social por naturaleza». No existimos solos ni aislados, socialmente, porque nacimos en un contexto real y cultural. El mismo precepto antes mencionado lo llevó a predecir que: «El hombre es un animal político». Antes que todo, el escritor es un sujeto social, cultural y político, igual que el objeto que utiliza, que es la lengua.
Esto significa que, independientemente de que quiera sustraerse de ellos, jamás podrá, aunque quiera, hacer una obra del arte por el arte. Como se nota en el poema previamente leído, la muerte de mi madre ha marcado profundamente mi vida y mi obra. Las tragedias oscuras que he experimentado han moldeado mi ser, permitiéndome convertirme en un poeta de la sombra, de la muerte y del dolor. Mi obra poética no es para lectores felices, románticos, espirituales o metafísicos; para eso están los libros de romances, religiosos y de autoayuda. Mi poesía está hecha de las heridas de mi sangre, por lo tanto, no es placentera ni debilucha. Vivo a través de la palabra, ya que es la voz de mi sangre. Para mí, escribir no es un estado de felicidad, sino de sufrimiento y angustia. No escribo para complacer, sino para ser. El escritor debe ser un sujeto de la lengua, pero, sobre todo, un creador capaz de construir y fabular nuevas posibilidades literarias. Aunque por naturaleza también sea un sujeto social y político, principalmente debe ser un patrimonio cultural, porque su verdadera nación es la lengua.
GAC: ¿Cómo ve usted el panorama literario en el país en la actualidad?
EP: Se dice que el tiempo pasado siempre es mejor. Esta máxima anda de siglo en siglo, rechazando así las posibilidades del presente. Con el Internet y la tecnología, hemos avanzado más que nunca, hasta que llegamos a la Inteligencia Artificial (IA), uno de los descubrimientos más grandes de la humanidad. Robots y máquinas y programadas para crear, actuar y, supuestamente, pensar. Esas cosas solamente las veíamos en las novelas y películas de ciencia ficción; hoy en día son tan reales como nosotros mismos. No quiero regresar al pesimismo tradicional dominicano de José Ramón López, Federico García Godoy, Francisco Henríquez y Carvajal o Américo Lugo. Sin embargo, no veo en la literatura actual a alguien que pueda sustituir a la familia Henríquez Ureña, en la poesía, a Franklin Mieses Burgos, Domingo Moreno Jimenes, Manuel del Cabral o a Tomás Hernández Franco, por mencionar a dos de mi provincia. Incluso, considero que ninguna de las últimas promociones o generaciones poéticas del país ha podido superar la obra poética del «Fabulador» del escritor santiaguero José Enrique García, quien es el poeta vivo más importante.
Ahora bien, hay buenos escritores y poetas en la literatura actual en cada rincón del país. Sin embargo, en las ciudades más metropolitanas, como por ejemplo en Santo Domingo, podemos encontrar una especie de pandillerismo literario similar a los movimientos o corrientes, donde ellos mismos se escriben, se antologan, se premian, se invitan y se protegen, desconociendo a todos los demás, hasta algunos de su propio grupo. En la actualidad, la literatura va a depender de la formación e inteligencia que tengan los jóvenes de este milenio para crear la suya, a pesar de que están publicando demasiado rápido, lo cual no es bueno ni para ellos ni para la literatura. En este momento, hay escritores que tienen una gran realización escritural, aunque pertenecen a las décadas de los 80 y los 90. Nombraré tres grandes provincias: Santo Domingo, José Mármol, Santiago de los Caballeros, José Acosta, San Francisco de Macorís, Cayó Claudio Espinal.
Tengo más de una década siendo jurado en varios concursos de literatura en la República Dominicana, y debo confesar que me sorprende la calidad de algunas de las creaciones de los jóvenes. Lo hacen más o menos bien. Si continúan leyendo y escribiendo de esta manera, es posible que nuestra literatura esté en buenas manos, siempre y cuando no se dejen llevar por el delirio de grandeza de su propio ego personal. El tiempo es el auténtico jurado y crítico, no ninguno de nosotros. Él será quien deba hablar, no yo. De la nada no sale nada, del azar tampoco. Esto deberían saber los jóvenes escritores de hoy. Hay que poseer una extraordinaria vocación para poder desarrollar y potenciar el talento. La palabra «inspiración» es solo una metáfora que usan mucho los vagos para no asumir la responsabilidad suprema del trabajo diario. Albert Einstein, uno de los científicos más extraordinarios de la humanidad e inventor de la Teoría de la Relatividad, dijo dos sentencias fundamentales: «El genio consiste en un 1% de inspiración y un 99% de transpiración». «El trabajo es lo único que le da sustancia a la vida». Si existe el vocablo «intuición» también, considero que debe encontrarnos trabajando en el día a día. De la nada no sale nada, del azar tampoco. Esto deberían saber los jóvenes escritores de hoy. Hay que poseer una extraordinaria vocación para poder desarrollar y potenciar el talento. La palabra «inspiración» es solo una metáfora que usan mucho los vagos para no asumir la responsabilidad suprema del trabajo diario. Albert Einstein, uno de los científicos más extraordinarios de la humanidad e inventor de la Teoría de la Relatividad, dijo dos sentencias fundamentales: «El genio consiste en un 1% de inspiración y un 99% de transpiración». «El trabajo es lo único que le da sustancia a la vida». Si existe el vocablo «intuición» también, considero que debe encontrarnos trabajando en el día a día.