El maestro Guillo Pérez fue un paradigma de la alta expresión artística por la efectividad creativa que lograba en función de la obra y la multiplicidad de elementos estilísticos que el espectador potenciaba de manera visual. Esta aseveración nos encamina a una mirada atenta a su arte dotado de grandes expectativas simbólicas y medios de comunicación.
Es evidente que su arte se distingue por el cambio considerable que el espectador o crítico de arte estudia a partir de su inconfundible registro que denota un poder de liberación del lenguaje estético y de la conciencia individual. Como afirma Thierry Maulnier, “No hay verdadera obra de arte que no rompa las amarras, que no sea capaz de vivir por su propia cuenta…” (Thierry Maulnier, Situación del arte contemporáneo, Edicioes Guarrama, Presentación de Torrente Ballester, Madrid, p.143).
En su arte se da el fenómeno de la “densidad de la textura rítmica” que lograba con éxitos en la experimentación de su gama de tonos. También “El cromatismo vivaz y múltiple”, según las aseveraciones de Gabriel Ferrater y J. M. de Martín, publicadas en Artes y Letras, X, 85 (1955, octubre, 20-1, y 88.9 (1956, abril-mayo, a raíz de la III Bienal Hispano-Americana de Arte.
De todos modos, debemos señalar que el maestro Guillo Pérez nunca se alejó de ciertos criterios del arte representado en su pasión por pintar una serie de cristos desde numerosas perspectivas y que contienen cierta resonancia afectiva. Sus cristos son de mucha originalidad y de sutilezas formales y su contenido simbólico y la sutil composición. La gama de rojos magenta, de carmines, negroazuladas y sus claroscuros, entre otros tonos provocan una tensión cromada debido a que el maestro dominicano tenía gran dominio de sincretizar el color.
También debemos destacar los magníficos y ricos contrastes que logró el maestro Guillo Pérez en la serie de la cruxificación de Cristo compuesta por las doce estaciones, donde Cristo recorre el trayecto hacia el lugar de su cruxificación cargando pesada cruz. Drama que ofrece en las doce pinturas la representación de la “espesa corporeidad” de ese momento y que el artista la documenta con sinceridad espiritual.
Otra característica fundamental en las pinturas del maestro Guillo Pérez, son los estructurales gestos de sus personajes y figuras los cuales rompen los esquemas líneales para buscar en el juego de los volúmenes arquitectónicos los sutiles trazos, así como también las enérgicas líneas diagonales, los conos y las circunferencias que determinan el juego genuino de los trazos.
En el arte del maestro Guillo Pérez no solo es interesante la manera de pintar la naturaleza sino también el espíritu religioso que invoca y que lo plasma en el lienzo como el caso de la Virgen de la Altagracia, Madre Espiritual del pueblo dominicano.
El fenómeno de la otredad en el arte de este consagrado maestro es la manifestación fidedigna de cambiar la vida del hombre mediante las artes, en la cual la pintura articula lenguaje como móvil de preceptos estéticos y humanos.
El crítico teórico más importante en el estudio de la obra del maestro Guillo Pérez, Abil Peralta Agüero, más allá de sus análisis con relación al corpus artístico del arte del maestro en cuestión entreteje una metafísica que remarca el estilo y la plataforma con que él desarrollo los sentidos para lograr un arte de un enorme visual y de procesos psicológicos.
Abil Peralta bordea la circunferencia estilística de su arte en busca de los estadios mentales y espirituales a los que recurrió el maestro Guillo Pérez con tal de acentuar su mundo onírico en una escala de dogma donde impera lo real, lo imaginario y lo maravilloso con categoría histórica.
En ese sentido, la experiencia estética en su arte tiene una raigambre que rezuma la vertiente de encontrar los puntos referenciales y permitentes del lenguaje para lograr una sintaxis poética que posibilitó al maestro Guillo Pérez, dotar su arte de una amorosa sensibilidad.
A lo largo de muchos años el destacado crítico de arte Abil Peralta Agüero escribió sobre la producción y evolución del arte del maestro Guillo Pérez; diríamos que se convirtió en su biógrafo más importante y hasta llegó a viajar con él por diversos países del mundo, por lo que puede dar testimonio de cómo en los lugares donde expuso obtuvo progresos en cuanto a la aceptación del público y la crítica extranjera y los pergaminos de reconocimiento que recibió de personalidades del mundo cultural y político.
Es Abil Peralta Agüero el crítico de arte que se entrega por completo a dar seguimiento a la creatividad artística del maestro Guillo Pérez, colocándolo en el lugar más alto de la crítica junto a la reputada crítica de arte doña Marianne de Tolentino. Al respecto, el primero dice:
“Hoy, ocupando un espacio entre las más relevantes figuras del arte plástico caribeño y latinoamericano, el maestro Guillo Pérez, profundiza en una agotadora jornada de investigación espacio-materia y formal que le permite hacer de su nueva producción pictórica, un discurso de retórica y escritura nueva; diría que revolucionaria, sustentada por el temblor de una prosa contadora de mundos diversos conjugados en un corpus-único, a la manera de una expresión filosófica que representa conciencia, pensamiento e ideología del artista”.
Argumenta, Abil Peralta Agüero: “Para los conocedores de la historia y contemporaneidad del arte latinoamericano, no les es extraño saber que en la pintura latinoamericana de hoy no ha sido tratada la exposición de la luz y el color como lo hicieron nuestros primeros maestros, los que a través del impresionismo y el expresionismo se convirtieron en mágicos exponentes de la fantasía, la lírica y la épica de lo visual de la naturaleza, cultura e historia, impregnándole el magicismo del color local”.
Añade: “Sin embargo, nuestro pintor, dentro de un espacio de aproximación a la vanguardia y la modernidad, hace suyo y estructura un nuevo alfabeto, un nuevo abecedario cromático y de luz que aplica en sus lienzos con agilidad, admirando el geometrismo y el informalismo europeo, planteado y resuelto estéticamente como un enriquecimiento a la formulación constructivista”.
Y concluye, señalando: “Guillo Pérez ha denominado ese nuevo abordaje y evolución artística aplicada a su obra como Estructuralismo Latinoamericano y lo ha hecho partiendo de su experiencia, de su praxis y de una teoría que se expresa en la naturaleza misma de su nueva obra y en los muy diversos proyectos conceptualizados en la estética universal como ruptura a partir de la yuxtaposición de planos en una rítmica y dinámica reformulación de la luz”.
En cambio, la reconocida crítica de arte de larga data doña Marianne de Tolentino, con la inteligencia intelectual que le caracteriza, inicia este esbozo con el siguiente título: Guillo Pérez en Israel: Doce cuadros que cantan Himnos.
“Cañaveral e ingenio multicolores y luminosos de reflejos metálicos. Monumentos y casas coloniales dramáticos y encendidos. Grupos de pescadores y de cazadores enaltecidos por faenas casi rituales. Mares de intensa profundidad o transparencia de agua ligera. Sol y resol líricos, deslumbrantes. Los cuadros de Guillo Pérez cantarán en Israel un himno a la naturaleza antillana y exaltarán su temática dominicana. El artista revive sus fuentes nacionales de inspiración con un elemento nuevo que lleva un mensaje ardiente y fervoroso: el deseo de comunicar sus emociones a un “pueblo bíblico y rico en arquitectura” según las propias palabras del pintor”.
Agrega: “Guillo Pérez logró lo que buscó a través de su técnica, su riqueza creadora, plenitud racional y efectiva a la vez. El lenguaje pictórico transmite los intercambios y la integración del hombre y de la naturaleza, un simbolismo místico y fantástico, el vigor de las estructuras lineales y de las gamas cromáticas”.
Y puntualiza: “Asombra la impresión de correspondencia absoluta entre los elementos de los paisajes, los cuerpos estilizados y sugeridos, los escenarios coloniales, las reverberaciones centelleantes y las neoabstracciones cargadas de misterio cósmico. Las visiones se deslizan de la realidad ambiental, a las vibraciones sensitivas y la esencia vital. Una marina de fuerza excepcional integra y voluntariamente “confunde” mediante formas paradójicamente nítidas y dominantes; la red del pescador y las estacas se vuelven oleaje, las mallas doradas recuerdan escamas anacaradas, el azul profundo asciende en marca gigantesca por los montes, el cielo apacible lanza sin embargo su sol ausente en manchas de rojo y anaranjado vivo”.
“Los Cazadores de agua –en otro lienzo–, tornan sacerdotes fantásticos implorando al sol, o troncos resecados surgiendo de las orillas; el astro solar difuso e inquietante irradia una explosión de matices brillantes; las tonalidades amarillas infunden su calidez”, añade. (Listín Diario, 1972).
No hay dudas de que el maestro Guillo Pérez creó un sismo en la pintura dominicana porque logró de manera estupenda crear un pensamiento artístico en acción con actitud postmoderna depositaria de los recursos expresivos más apremiantes. Lo que viene a confirmar la rigurosidad de sus lineamientos estilísticos ininterrumpidos.
Por ello el maestro Guillo Pérez provocó en los medios culturales un sólido protagonismo por la fuerza de su creatividad pictórica y la pluralidad temática de sus cuadros. Fue un trabajador incansable y un ser dotado de una imaginación notable. De ese modo, se le llamaba el pintor de los bellos paisajes y de los fantásticos colores.