Foto de Nora Rabinowicz.

Querida Mañana: te escribo como un escapado del cielo, apertrechado en la esquina de una terminal en Tocumen, el aeropuerto en donde sentarse en una mesa a trabajar es un lujo. Por esto digo Mañana lo del apertrechamiento y la escritura. Pero como sé que estas letras son para ti, Mañana, me entrego a escribirlas en lo que en otro cuerpo sería sacrificio.

Porque contigo, Mañana, hasta lo agrio tiene su gustico.

Tocumen dije, de paso hacia las Grandes Tierras del Sur que tú y yo sabemos. No que “conocemos”, Mañana, porque al Sur tan solo lo hemos soñado como yo sueño contigo y en silencio mastico tu nombre cuando vienen los astros a saludarme entre azafatas y revistas que ya leí.

Pensarte es perder geografías.

Voy a continuar esta misiva que es más bien una declaración para acortar las distancias, una estrategia de acercamiento, un dispositivo para sacarte una sonrisa, porque lo prometido es deuda, Mañana, y estoy harto, ya cansado, te lo digo que estoy hasta las amígdalas de pronunciar tu nombre en vano. Ahora bien, ten presente que importas y que te tengo en cada cuarto de hotel o en los ejercicios de empaque y desempaque, siempre y siempre con un montón de libros: viejos, nuevos, releídos. Libros como amuletos para afrontar las distancias que amilano además con sal y tequila en algún bar de Fort Lauderdale, que como Tocumen se ha convertido en nuestra tierra de nadie, en nuestro de paso para amanecer. Amanecer en las Tierras Grandes del Sur, del Chaco, del norte del sur para específicos ser.

¿Dónde recordarte Mañana? En tu rostro alargado, en la esperanza de tu sonrisa, en la palabra amiga que como aliento en el costillar nos aúpa y nos adelanta. Reitero: tu sonrisa, porque cuando la depresión da calor, tu sonrisa es un refresco.

Corro al Sur como la primera vez. Allá me enfermo de ti, tropezando en los teatros de Corrientes, en los cafés clásicos que huelen a especias, en las columnas de gente que acampa para alcanzar un ticket, ya sea para River contra Racing o para escuchar a Samantha Schweblin. Corro, te digo, y escapo de la trampa. Corro, hacia nosotros, para encontrarnos en ti, en las flores sin calendario y con cocorícamo, coqueteando en la línea de un mar de una novela presente y futura. Mañana, más allá de las cosas que florecen, de la yerba en tus balcones, de las geografías que perdemos rescatando ensayos que nos ayudan a fallar mejor, para así, siempre renovados, querernos y perdonarnos, Mañana.